Intranquila y con el pulso agitado, me desperté. Suspiré aliviada y tensa; y me senté en la cama. Últimamente el sueño se me iba a eso de las cinco de la mañana; ya comenzaba a tener ojeras bajo los ojos, y eso era molesto. Quise llamar a Sart, pero molestar su sueño no sería bueno, y además despertaría al inquilino que teníamos en casa.
Habían pasado ya seis días desde que Gareth había llegado; el olor de su sangre aún rondaba en el aire y me hacía querer vomitar. Como sea, ahora mi estómago rugía por comida.
Dormir no era opción. Suspiré y me levanté de la cama; sin hacer mucho ruido. El aire estaba helado, así que tomé la bata y me cubrí con ella. Salí del cuarto y mi estómago rugió otra vez. Hice una mueca y bajé a la cocina; las medicinas que Sart había preparado aún estaban esparcidas en la mesa y el fregadero. Abrí la alacena, en la primera repisa había especias y plantas para el medicamento; la segunda tenía dichos medicamentos; la tercera igual, en la última comida.
Tomé unas galletas de avena y un frasco de mermelada de fresa; cerré la alacena y me senté en una de las sillas del comedor. Esparcí mermelada en una galleta mientras me comía otra; y cuando terminé las primeras cuatro, mi estómago satisfecho dio las gracias con otro rugido. Guardé las galletas y el frasco en la alacena; corrí las cortinas, el sol ya estaba medio aclarando el cielo; tal vez eran las seis de la mañana. Después de comer, el sueño volvió a mí, así que subí las escaleras hacia mi cuarto.
La puerta de la habitación de Gareth estaba medio abierta. Me acerqué con cautela para no despertarlo. La oscuridad de la habitación me dejó medio ciega; prendí una de las lámparas, y vi que estaba profundamente dormido. Parecía un niño.
Me senté en su cama y lo miré un rato; fijándome en sus facciones. Miré su rostro, con un mentón firme, labios gruesos sin mucho color, pestañas largas pero delgadas, cabello negro y mechones muy leves rojizos. Sus manos eran grandes y sus brazos fuertes; tenía un lunar en la comisura izquierda del labio, y una marca en la mejilla derecha que estaba casi segura se la había hecho con una navaja. Su respiración era casi tan leve como el primer día que lo vi, pero ahora no se estaba muriendo; ahora estaba dormido; y vivo. Y ese débil movimiento hacía que su cadena hiciera un leve tintineo.
Sentí el frio de la mañana y un escalofrío me recorrió la espalda. Me dispuse a irme, pero la calidez de su mano me dejó pegada a la cama. Lo miré con ojos grandes. Gareth me miraba medio dormido y me sonrió alzando una ceja.
-¿Qué haces aquí?—su voz todavía sonaba débil, pero ahora más porque acababa de despertar que por su falta de vida.
No reaccioné a su contacto, tan solo desvié la mirada y respondí secamente:
-Solo quería comprobar que no estabas muerto—él sonrió—me despertaste con tus quejidos...
-Oh—parecía sorprendido; negó con la cabeza—. Ya no siento tanto dolor para quejarme... tal vez estaba teniendo pesadillas.
-Si—dije. Su contacto era suave; y me recordaba a las manos de Muriel cuando me alzaba y apretaba mis mejillas. "Oh Muriel...".
-Lo siento... por despertarte.
-No importa; y ya puedes soltarme—asintió y me soltó; y yo quité la mano bruscamente; me levanté y suspiré—. Iré a despertar a Sart para que haga tu desayuno; ya levántate.
-Si—dijo. Giré, caminé a la puerta y me dispuse a salir—. Gracias. Por preocuparte por mí...
-No me preocupo por ti—dije secamente y lo miré—pero si mueres dentro de mi casa sería un problema—salí rápidamente sin esperar respuesta.
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Guillemette
ActionAkadia es una comandante y una de las mujeres más fuertes de su pueblo. Todo en su vida parece estar bien; entre entrenamientos y duros trabajos; hasta que baja las escaleras a su cocina y descubre a un muchacho tendido medio muerto en el sillón—Gar...