⚕︎ Capítulo 1 ⚕︎

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Cristal

— ¿Y cómo te has estado sintiendo estos días? — pregunta la psicóloga del colegio, mientras se acomoda sus lentes.

— De la mierda — contesté con sinceridad.— ¿Y usted?.

— Bien, gracias por preguntar — contestó escribiendo algo en su libreta — cuéntame ¿Por qué te sientes de la mierda? — pregunto, mencionando con dificultad la palabra mierda.

El timbre del colegio suena indicando que termine mi torturadora y diara sesión con la psicóloga; me paró agarrando mi mochila negra y giró la manija de la puerta pero antes de que pueda huir, ella habla.

— Mañana trata de venir un poco más temprano, por favor — comentó la psicóloga.

— ¿Por qué? — cuestionó volteando a verla.

— Porque así podamos hablar las dos horas de la sesión, y no solo quince a diez minutos — contestó con una sonrisa forzada en su rostro.

— Oh, es que estaba ocupada — contesté.

— ¿En qué? — cuestionó la psicóloga.

— En mencionarme todos mis defectos — conteste con una sonrisa.

Ella alzó sus cejas — Trata venir más temprano por favor, Cristal.

— No prometo nada — contesté abriendo la puerta — Adiós.

Salí de su pequeña oficina y caminé por los pasillos del colegio, escuchando como murmuraban y hacían bromas sobre lo que me ocurrió, cansada de oír todos los mismos días todos aquellos chistes, he decidido ignorarlos.

Luego de unos minutos de estar caminando, recuerdo que tengo que buscar a la profesora de ciencia, me doy media vuelta y observó el camino corto, el cual está rodeado de gente que suele joderme todos los días, miro el camino largo y veo que está vacío, así que me voy por este.

Luego de caminar durante varios minutos, encuentro a la profesora de ciencias, en su salón alistando sus cosas, lista para irse.

Toco la puerta de su salón, ella volteó a verme con una sonrisa — Justo a tiempo, pasa Cristal — asiento en modo de gracias y paso — dime ¿que es lo que necesitas?.

— Quería saber dónde puedo encontrar ese tipo de grillos — respondí señalando su libro sobre animales terrestres.

— Son muy fáciles de encontrarlos, y más en este pueblo — contestó y la mire confusa — los grillos como estos se encuentran en Europa ¿y en donde vivimos nosotros?.

— En Europa — conteste con una sonrisa entendiendo lo que me decía, ella asintió con una sonrisa — gracias profesora.

Salí del salón con una sonrisa al saber que no tengo que pedir un jodido grillo por internet para la tarea de ciencias, me detengo y conectó música a mis audífonos, una vez que escucho mi música por medio de mis audífonos bluetooth, puedo caminar tranquila pero como siempre toda mi tranquilidad se va a la mierda porque me choco con alguien, mis audífonos, mi celular y varias hojas caen al suelo.

— Mierda — escucho una voz masculina murmurar, no le tomo importancia y recojo mi celular y mis audífonos, lo volteó con miedo de ver la pantalla rota pero al ver que no está roto un suspiro escapa de mis labios. Recojo mis cosas y de inmediato ayudó a la otra persona, una vez terminado ambos nos enderezamos y al ver quien era me arrepiento de ayudarlo. Era aquel chico que me ofreció un cigarrillo en las gradas del colegio, aún sabiendo que tengo que llevar un ventilador en la mochila negra para poder respirar. Él me mira y arruga el entrecejo arrancándome las hojas de las manos. Suelto un pequeño chillido y observo mi mano, una de las hojas me hizo una pequeña herida — Un gracias no estaría mal ¿no?.

— ¿Por qué debería darte las gracias? — cuestionó molesto él — al fin y al cabo, tú fuiste quien me chocó por andar escuchando música de mierda.

— La música que escucho no es mierda — contesté arrugando el entrecejo.

— Si, claro — contestó con ironía para posteriormente seguir con su camino.

Tenso mi mandíbula y vuelvo a colocar mi música pero ya no siento la misma energía positiva que me transmite antes de chocarme con ese desconocido; mi celular vibra.

Hermanito:Enana ya estoy afuera del colegio.

Yo:
Ya voy.

Guardo mis cosas en mi otra pequeña mochila y caminó hacía el estacionamiento, y al ver el único carro destacador se que se trata de mi hermano mayor, Emiliano Beek.

— ¿No te olvidas de nada? — pregunta una vez que cierro la puerta del copiloto.

Negué — No, vámonos de aquí.

Él asiente y empieza a conducir directo hacía casa, mientras que él conducía tarareaba una canción, la cual no pude identificar, movía su cabeza al ritmo de su tarareo y movía sus dedos sobre el volante.

— Puedes ir un poco más lento, por favor — anuncio observándolo.

— Enana, voy menos del límite de velocidad — anuncia apuntando el cronómetro de velocidad, lo observo y me doy cuenta de lo que él dice es verdad; volteó a verlo y asiento. — ¿Aún recuerdas todo lo que te ocurrió, no?

— No deseo hablar de eso — respondí sintiendo un escalofrío recorrer toda mi espalda.

Él asintió y yo dirigí mi mirada hacía la carretera. Lo que había dicho Emiliano, era verdad, no he podido olvidar lo que me había ocurrido, aquel trágico accidente donde mi vida cambió por completo. Todos los días los mismos recuerdos, las mismas voces, todos los días eran torturadores, fuera y dentro de mi.

¿Por qué sobreviví? ¿Por qué tuve que ser la única sobreviviente si fui yo la que estaba conduciendo? Yo debí morir.

« ¡Esto es vida! »

« Un poco más de velocidad »

« No, sería peligroso »

« Vamos linda, no pasará nada »

« ¡Cuidado! »

« Julio... por favor...n-no »

— ¡Cristal! — grita Emiliano, cuando volteo a verlo me doy cuenta que el carro estaba estacionado y que él sostenía mi mano — tranquila enana, tu ventilador está que suena.

Mi ventilador sonaba y eso solo indicaba que me estaba alterando, que el aire no entraba a mis pulmones, Emiliano sostenía mi mano e intentaba calmarme pero no funcionaba, todo estaba de cabeza y empecé a ver borroso.

— Enana, tranquila — murmuró sosteniendo mi rostro con ambas manos, Emiliano al ver que no contestaba, recostó mi asiento intentando que el aire llegue más rápido a mis pulmones — enana, tienes que escucharme de acuerdo.

— L-lo necesito — murmuró sintiendo mis lágrimas acumularse en mis ojos, cierro mis ojos y aquellas lágrimas escapan de mis ojos.

— Lo sé enana, lo sé — murmuró ligeramente acariciando mi cabeza y parte de mi rostro.

Luego de varios minutos de llanto y sobre hablar de cómo me sentía y cómo la pasaba en el colegio desde que mi accidente fuera portada de todos los periódicos del pueblo, Emiliano volvió a arrancar el auto de camino a casa, solo que en esta ocasión ya no llegaríamos para la comida, sino, llegaríamos para la cena.

Al llegar a la casa, uno de los trabajadores nos abre la reja, Emiliano y yo asentimos en modo de agradecimiento, antes de bajar me termino toda la botella de agua que Emiliano medio anteriormente; me bajo del carro con mis cosas y con la botella en la mano.

— No les diré nada, tranquila — murmuró mi hermano tocando el timbre de la casa.

— Como si les importará — contestó y cuando Emiliano iba a decir algo, una de las trabajadoras de la casa abre la puerta, le doy una sonrisa de boca cerrada y junto a Emiliano entramos a casa.

Cristal BeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora