Cristal
A paso apresurado camine por la carretera de camino a casa, pues Valerio había llegado, y yo hace tiempo no lo veo, no siento sus dulces abrazos, ni mucho menos sus dulces y tiernos besitos; me imagino que ahora debe estar mucho más alto desde la última vez que lo vi.
Al llegar entré a casa en silencio, colgué mi abrigo en el perchero, me quite los guantes, y camine en silencio en busca de Valerio, cuando lo ví, no dudé dos veces y lo abracé cargándolo en mis brazos, luego de darle un par de vueltas en el aire, lo volví a dejar en el piso.
— ¡Tía! — dijo emocionado mientras me abrazaba.
Alegre correspondí con el abrazo.— ¡Valerio! — dije igual de emocionada que él — ¿cómo has estado?.
—Bien tía, me saqué diez en matemáticas —anunció entusiasmado, sus pequeños ojitos marrones se iluminaron.
—Saliste igual de inteligente que tu tía —comenté con una sonrisa amplia— no como tu padre, que es muy malo en matemáticas.
Valerio rió y escuche a Emiliano bufar— A ver Cristal, te recuerdo que fui yo quien te enseñó matemáticas, eh —dijo mientras me señala con el cucharón de comida.
—Tú no me enseñaste matemáticas —lo contradije— tuve que aprender yo sola, era el curso que más odiaba, pero ahora, amo ese curso —comenté mirando a Valerio— pero no tanto como te amo a ti —empecé a hacerle cosquillas y Valerio salió corriendo.
—¡No! ¡Cosquillas no! —grito saliendo de la cocina, sus pequeños rulitos saltando por cada paso que daba.
—¿Deseas comer de una vez o deseas esperar a Zella? — preguntó Emiliano.
—Espero a Zella ¿dónde está por cierto? —pregunté curiosa.
—Está afuera, hablando con su madre —contestó moviendo el cucharón dentro de la olla.
Me asomó y mojo mis labios al saber que hizo pasta— Delicioso —dije con una sonrisa— iré a cambiarme.
Antes de que pueda salir Emiliano menciona mi nombre, me doy la vuelta — ¿Qué tienes en la bolsa? —pregunto observando mi pequeña bolsa.
—Discos vinilos —respondí saliendo de la cocina— ¡Valerio! ¡Tu padre tiene dulces y no te los quiere dar!.
—¡Papá! — escuché gritar a Valerio.
—¡Valerio! ¡Tu tía miente! — respondió Emiliano, mientras cambiaba de lugar los dulces.
Al llegar a mi habitación, ordené mis discos de vinilo en mi pequeño estante, en donde se encuentran más discos y algunos libros, luego de hacer eso me di una pequeña ducha, me cambié y revise que mi ventilador se encuentre en orden, no quiero ninguna sorpresa, y menos cuando mi pequeño sobrino se encuentra en casa. Luego de asegurarme de que todo esté bien, volví a bajar y a lo lejos vi Valerio concentrado caminando con algo en manos, él se dirigía a la cocina, pero en la cocina se encuentra Emiliano y Zella, intercambiando algunas palabras, y por la expresión de Emiliano, se que ese intercambio de palabras no va para nada bien.
A paso rápido camino hacía Valerio— ¡Ey! —dije mientras me ponía de cuclillas frente a él — ¿qué te parece si salimos a caminar?
Valerio asiente, me enderezó, agarró su pequeña mano y lo llevó hacía la entrada, empiezo a colocarle su abrigo y sus pequeños guantes, me colocó mi abrigo y guantes, y ambos salimos de casa. Caminamos durante unos minutos y nos detuvimos en una de las bancas que hay en el patio.
Valerio mira el cielo y lo imito— ¿Crees que nieva? —preguntó Valerio.
—Quizás —respondí— si logra nevar, te ayudaré a hacer angelitos de nieve.— Dirigí mi mirada hacía Valerio, y lo veo con la cabeza agachada, él juega con sus manitos sobre su regazo — ¿qué ocurre?.
—¿Puedo preguntarte algo? — cuestionó Valerio dirigiéndome la mirada, sus pequeños ojitos se encontraban llenos de lágrimas.
—Por supuesto que sí —respondí preocupada al verlo así.
—¿Te duele llevar a todos lados tu ventilador, tener un cable que llega hasta tu nariz donde corre oxígeno? —pregunto aún jugando con sus manos sobre su regazo.
Wow, este niño sí que es muy directo.
Suspiré— No me duele. Me cansa, pero gracias a ese cansancio es que puedo respirar —sentí un nudo en la garganta, tragué grueso y señale el cable transparente el cual me brinda oxígeno— este cable, junto con mi ventilador, hace que pueda respirar, quizás no del cien por ciento, pero puedo hacerlo, y eso es más que suficiente.
Valerio asintió— Tengo miedo —murmuró levemente, mientras que una lágrima corría por su mejilla.
—¿A qué? —cuestioné en un murmuró.
—A que yo también tenga que utilizar un ventilador como tú —respondió entre llanto— tengo miedo de que mi operación no salga bien.
Valerio me abrazó escondiendo su pequeño rostro, correspondí con el abrazo depositando un beso en su cabeza, mientras lo abrazaba solo podía llorar en silencio. Empecé a hacer mimos, calmando el llanto de mi pequeño sobrino de seis años.
Desde que nació Valerio, presentó problemas al corazón, su doctor dijo que no era nada grave, nada de qué preocuparse, sin embargo, estos últimos meses, presentó algunos problemas del corazón, lo llevaron a su doctor y resultó que necesita una operación, aún no sé encuentra el donante de corazón que sea compatible con su sangre, sin embargo, tengo la fe que pronto se encontrará.
—Valerio, tu madre te llama —habló Emiliano acercándose hacía nosotros.
Valerio se alejó de mí y se limpió las lágrimas— ¿Mi mamá me llama? —preguntó con tanta normalidad en su voz, como si nada hubiera pasado, como si minutos antes no hubiera llorado. Emiliano asintió y empezó a caminar hacía casa.
—¿Ocurre algo? —cuestionó Emiliano mirándome.
Dudé unos segundos si decirle lo que había pasado— No, no ocurre nada —respondí con una sonrisa de boca cerrada; no podía decirle lo que había pasado, no tenía autorización de Valerio. —¿Entramos a casa?.
—Entremos a casa enana —respondió Emiliano con una sonrisa amplia.
ESTÁS LEYENDO
Cristal Beek
Teen FictionSu vida era perfecta. Ella tenía un novio perfecto, amigos y amigas envidiables, familia perfecta, notas perfectas, fiestas todos los fines de semanas. ¡Joder! Ella era perfecta en todo. Ella y todo lo que la rodeaba era perfecto, pero una noche, t...