Tus labios rojos.

461 24 2
                                    

• Meredith Grey •

Pintaste de rojo tus labios
y la tarde se vistió de gris.
Entregaste tu inocencia
en labios rojos,
abiertos al deseo de mujer.

Cortamos junto las amarras
en carrera de estrellas,
éxtasis de lujuria,
me diste la inocencia
abriste tu incógnita.

Hoy pintaste de rojo tus labios.

Cuando Addison llegó al hospital, jamás imaginé que podríamos llegar a relacionarnos en el sentido laboral, mucho menos fuera de este; la vida siempre te sorprende en cuanto a sus planes difiere.

Y vaya que nos sorprendió, a ella y a mí.

Si hace un año me hubiesen dicho que la Doctora Montgomery tendría miradas furtivas conmigo en los pasillos o que habría caricias disimuladas y conversaciones con doble sentido dentro de los cuartos de descanso e incluso besos robados de los que solo la luna fue testigo, posiblemente me echaría a reír por semejante estupidez, posiblemente les diría que están locos y que eso no es posible...

Ahora estoy aquí, preparándome para recibirla en mi casa, porque a mi boca le pareció correcto soltarse e invitarla a cenar. Sin embargo, me sorprendió aún más el hecho de que la pelirroja haya aceptado tan rápido, de que me haya sonreído de lado con aquel atisbo de timidez que a veces pintaba cual carmín sus mejillas y que en contra de cualquier pronostico a mí me encantaba.

Sali de mi burbuja mágica cuando el sonido del timbre invadió la casa; acomodé mi cabello y alisé mi camisa, tratando de eliminar un poco de aquellos nervios que empezaban a retorcerme escandalosamente el estómago, respiré tres veces y abrí la puerta despacio, tratando de asimilar un poco el hecho de que ella estuviera aquí, y de paso, asimilando el hecho de encontrarme con aquella hermosa mujer parada frente a mí; con esa sonrisa casi imperceptible en sus labios rojos, casi tan rojos como la sangre misma e igual de apetitosos que la fruta madura.

— Mer...— exhaló mi nombre y no supe hacer más que sonreír al encontrarme igual o más emocionada que ella.

Torpemente me acerqué a ella y dejé un beso en la comisura de sus labios como única respuesta.

— P-pasa, por favor, — mi voz se convirtió en susurro. No había motivo alguno para sentir lo que sentía, para esta absurda timidez que su mera presencia produjo en mí.

Sin embargo, me vi absorta en toda ella, en las posibilidades que quizá el universo me entregue esta noche, en todo lo que puede ser, en lo que puede ser, pero no ha sido... aún.

.•°°•.

De más está decir el éxito que tuvo la vedala, y contrariamente a todo lo que pensé todo fluyó muy bien, porque simplemente nos dejamos ser. Addison y yo ya nos habíamos conocido fuera de aquellas máscaras de piedra que todos conocían y que por azares del destino nos obligamos a forjar, y el hecho de estar solas se sintió como realmente estar en casa (vaya la redundancia), y es que la pelirroja se había convertido en la única persona con la que verdaderamente me sentía cómoda en ser quien soy; sin peros, sin comentarios, sin reproches. Existía una comodidad y tal confianza que hasta parecía que nos conocíamos de siempre.

— Y bueno, Doctora Grey, que más tiene en plan esta noche...— susurró con un tono de voz que jamás había escuchado y que no sabría empezar a explicar todo lo que causó en mí, para después, simplemente beber un poco vino desde la botella.

Las horas habían pasado casi como si de un suspiro se tratase. Entre risas y conversaciones absurdas; nos habíamos movido al sofá para estar más cómodas y la botella de vino que había comprado para la noche, ya había empezado a hacer su mágico efecto en nosotras.

Y es que era increíble la manera inconsciente de seducción que esa mujer poseía, supongo que eso es algo que lleva ya en las venas.

Sin dejar de ver sus labios, que mágicamente no habían perdido su tono rojo, es más, me atrevo a decir que el vino, intensifico el rojo y los dotó de un brillo hipnótico que me llamaba a acercarme y a embriagarme directamente de ellos, me acerqué un poco más a ella.

— No lo sé, Doctora Montgomery, esta noche estoy a su servicio...— le seguí el juego y a cambio me gané una resplandeciente sonrisa, acompañada de sus pupilas dilatadas fijas en las mías.

—...Si es así, entonces quiero que dejes de mirarme los labios y mejor me beses, porque ya no aguanto la tortura de esperar que te decidas—. Suplicó con la voz cargada de ese mismo deseo que me invadió a mi al escucharla decir aquello.

Sin más, me robé sus labios y la atraje con desespero hacia mí; quería sentir su piel y empaparme con su aroma, quería emborracharme con el sabor de su lengua, de sus labios, quería que me marque y que al fin me proclame suya, quería que sepa que desde el principio yo siempre le pertenecí, y que me tenía, que me tenía hoy y para siempre si es que así lo decidía.

— A-addison... quiero que me hagas tuya, p-por favor— supliqué así mismo como ella lo había hecho—, quiero recordarte mañana en la mañana y saber que esto no fue un sueño, te lo ruego...

El fuego de su mirada y la temperatura de su cuerpo me respondió sin necesidad de decir palabra alguna.

Sus besos empezaron a dejar marca en mi piel, realmente no me importaba la cantidad de explicaciones que tendría que dar porque yo así lo quería, quería un recordatorio de ella, y aunque estas marcas con el tiempo se esfumen, la que en mi alma se marcó esta noche, jamás podré borrarla.

Allí en el sofá, fue que supe que de ahora en adelante nada ni nadie podría sacarme todo lo que sentía por ella; yo ya era suya.

Gracias por leer. <3


MerAdd - Meddison / Oneshots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora