Capítulo I - El inicio y la entrega del caos

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Esta es la historia de aquel hombre que fue entregado al mundo para protegerlo de toda oscuridad o mal que le acechara. Fue entregado por el Dios Paragos. La edad de ese niño para aquel entonces era de 10 años, y su nombre era Silicel.

Paragos dio al niño a una joven pareja del bosque, la pareja era humilde y respetaban a los Dioses. Este les pidió que criasen al niño sin que él sepa quién es en realidad. Con angustia, les advierte que si aquel demonio del pasado se entera que Silicel está con vida otra vez, hará todo lo posible por venir a por él.

-Los he estado observando -dijo Paragos-, y sé que cuidarán de este niño muy bien.

-Mi nombre es Tireos...

-Y el mío Itrea, por si te interesa saber -dice la pareja de Tireos, interrumpiéndole.

-Bueno, Tireos e Itrea, cuiden bien del chico -dice Paragos, mientras se despide de la pareja. Sin embargo, es interrumpido por Tireos.

-¡Espera...!

-¿Qué pasa? -pregunta Paragos.

-¿Qué pasará con los recuerdos del chico? Supongo que en algún momento se dará cuenta que es una divinidad.

-Es cierto. Acérquenlo.

-¿Qué le harás? -pregunta Tireos.

-Borraré todos los recuerdos almacenados hasta ahora. Cuando lo haga, caerá dormido y despertará mañana por la mañana. Les dejaré... ¿tienen alguna vela? -preguntó Paragos, interrumpiéndose a sí mismo.

-Sí, tenemos una -dijo Itrea.

-Bien, la llama de esta vela arderá durante toda la noche. Si mañana en la mañana la flama fallece y él no despierta, le darán a tomar esta poción; sólo debe tomarla si se acaba el tiempo preestablecido en la llama de esta humilde vela. Pero -agrega Paragos-, si despierta junto al acabar el fuego, no se la den a tomar.

-¿Qué pasa si le damos la poción antes de que se apague la llama? -pregunta Tireos.

-Créanme que algo peor que la muerte misma. Por último, les encargo que no le digan de esto ni a él, ni a nadie. Críenlo como a alguien normal. -fue lo último que dijo Paragos antes de irse en una ventisca, dejando a su paso una lluvia de hojas otoñales.1

Al Dios irse del hogar de los campesinos, Tireos articula: -¡Vaya! Tenemos que cuidar de un Dios. Supongo que todo va a ser muy diferente ahora.

-¿Te parece bien si voy a cazar un poco de comida? -pregunta Tireos.

-¿Por qué mejor no esperas a mañana y así le enseñas al chico una parte del bosque? -responde Itrea.

-Tienes razón, lo haré un gran cazador; será como yo, un gran hombre. Quiero que respete a todos y que sólo ataque cuando sea necesario.

-Y estoy segura de que así será, porque vamos a ser unos buenos padres para él. Ahora ven y preparemos algo de comer, porque será nuestra última cena a solas.

Con el paso de la noche y la bienvenida del día siguiente, las expectativas están altas. De todos modos, se presenta una mañana fría y lúgubre, puesto que la atmósfera del bosque oscuro2 afecta el ambiente de las zonas aledañas. Tireos, que se dirige al lago que está cerca de su casa para buscar las raíces con las que hace su cerveza, se percata que el duende que les proporcionaba las raíces no había llegado al lugar, se dispone a esperar por él. Pasan minutos, tal vez horas, y luego de una larga espera, el duende hace acto de presencia.

-Disculpa por llegar tarde, pero es que las brujas estaban hablando de algo muy interesante -dice el duende.

-¿Qué dicen las brujas? -preguntó Tireos.

Crónicas de un DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora