Capítulo IV: Un sueño macabro

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Silicel se dirige a la habitación donde se encontraba el rey Calberius V, a quien Mester y el habían asesinado, la aposento tenía muchos lujos , el rey maldito había llenado su aposento de objetos extravagantes de su tierra de origen, el joven a pesar de todo esto no se encontraba sorprendido por lujos o esas cosas banales, lo so reprendió que la habitación estuviera limpia y sin ninguna gota de sangre en sus paredes. Al parecer los duendes habían limpiado todo cuando acabo la batalla.



Silicel se lanza a la cama, era una cama cómoda, una cama de madera, compuesta de lino y llena de plumón de ganso y pato, era una cama muy adecuada para un rey. El joven se recostó mirando al techo para ponerse a pensar en sus padres, Silicel extrañaba a sus padres. Una lágrima salía de sus ojos puesto que la ausencia de sus familiares era muy notable para él.



El sueño se adueñó de Silicel casi al instante, los sueños se apoderaron de su hipocampo, un sentimiento raro y extraño se hacía presente, el joven parecía estar en su hogar, pero todo parecía muy diferente a como él lo había dejado a la hora de irse con el duende. Una oscuridad casi impenetrable rodeaba todo el lugar, una presencia en la oscuridad se podía notar, lamentos bajos se pueden oír en la oscuridad, estos mismos parecían ser de una mujer.



El lugar se hizo un poquito más visible, solo hasta el punto de poder distinguir objetos, una voz se escucha atraves de las sombras... --dime ¿aún recuerdas cuando éramos unos simples niños ingenuos? ¿Recuerdas cuando jugábamos? Todo era perfecto en aquel entonces, pero todo cambio cuando se me quito lo que era mío por derecho, lo que me pertenecía --dice la presencia, desde la oscuridad con un notable odio en su voz--, --el destino y sus paradigmas son excepcionales, todo hasta ahora me trajo hasta aquí, hasta tu hogar, hasta donde tu familia... --agrega la presencia con un tono de voz cínico y tenebroso.



--¿De qué diablos estás hablando? ¿Quién es esa mujer que tanto llora? --pregunta el joven angustiado, y con horror en su voz--. --vaya parece que no logras reconocerla, permíteme darte un pequeño vistazo --dice la entidad riendo un poco.



Aquella mujer no era más ni menos que Itrea, el joven no la reconoció antes puesto que nunca la había escuchado llorar, el joven le rogaba a esta entidad que no le hiciera daño a su madre --por los dioses, por todo lo divino o en lo que tu creas, por favor no lastimes a mi madre, ella es lo más importante en mi vida, 'por favor detente --grita Silicel arrodillado--, los llantos del joven eran desgarradores, su madre estaba al borde de la muerte y él estaba, paralizado del miedo.



--Eres patético, basura, tu me suplicas y ruegas a los dioses para que no te quite lo que más amas? Y ¡¿QUE HAY DE MÍ?! --Pregunta la presencia muy enojado-- tu me quitaste lo que yo quería en aquel momento, ¿Qué no puedo yo quitarte algo también? -- dice la entidad como si se mofara de Silicel.



--¿Quieres salvarla? Entonces ven por ella --dice la presencia saliendo de la casa con Itrea entre sus manos--



Silicel salió corriendo al instante, pero la oscuridad del lugar lo hacía más torpe, sus ojos estaban casi incapacitados, el joven busco utensilios para prender una de las velas que se encontraban en su casa. Silicel logra encender una de estas y sale en su búsqueda, aun así y con la vela, se le dificultaba ver, la vela pereció, su fuego se apagó, fue entonces que el joven Silicel optó por seguir los llantos de su madre, que eran cada vez más desgarradores. La presencia reía sin parar mientras torturaba a Itrea.



--Maldito, ¡maldito acabaré contigo! --Gritaba Silicel mientras llegaba al lugar donde estaban--


--Eres tan inútil que hasta el ser más lento de todos los reinos podría ganarte ¡jajajaja! --Risas malévolas salían de la entidad--

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