10. Reencuentro

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10;Algunas almas simplemente estaban destinadas a encontrarse

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Algunas almas simplemente estaban destinadas a encontrarse.


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Oswald tenía unos pensamientos intensos sobre su pasado, en especial sobre su estancia en la escuela, pero que eran, sin embargo, cortos y muy poco nítidos, y caracterizados por los sentimientos, al ser lo poco que conseguía recordar con exactitud.

Sin embargo, dentro de aquella espiral de sufrimiento y ansias de venganza, había una pequeña luz, incluso si se olvidó fácilmente de ella, por lo tan poco notoria que era en la espesa oscuridad. Sin embargo, el impacto seguía estando ahí.

Aquello se debía a que Oswald, aunque sintió una ligera curiosidad por Edward, y se veía tenuemente reflejado en él, siempre estuvo tan concentrado, inmiscuido en sus obsesiones enfermizas y en sus heridas sentimentales, que olvidar al otro chico no era algo difícil.

Y resultaba todo un misterio; sentía algo por él que no había sentido nunca por nadie, como en el pasado, pero de una manera mucho más fuerte.

Y quería saber más de él.

Un buen inicio sería preguntándole qué hacía en el bosque. Tal casualidad no podía estar no predeterminada, ¿No?

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Oswald. Aunque se sintiera algo seguro, debía vigilar sus movimientos para suprimir cualquier posible intento de violencia en contra de su persona. La vida le había enseñado a ser desconfiado.

—Oh —se confundió Edward, quién tenia una visión un poco idealizada de la situación al reencontrarse con aquel chico de su infancia, y se dio un golpe de realidad cuando le hizo una pregunta tan genuinamente normal por la situación—. Yo… Sé lo que has hecho-

Oswald, instintivamente, adoptó una posición entre defensiva y de ataque, pensando que aquella sentencia traía intenciones justicieras y preparándose para huir o derribar al otro hombre. Pero Edward vio aquello al instante en los ojos del otro hombre, y rápidamente intentó arreglarlo;

—Pero me parece bien.

Oswald inmediatamente se detuvo; e inseguro, ahora levantaba una ceja.

—¿Te parece bien? —repitió Oswald.

—Sí —confirmó nuevamente, para proceder a explicarlo—. Se lo merecía.

Oswald conectó los sentimientos detrás de sus palabras cuando recordó que el hombre que tenía delante suya iba a su misma clase en el pasado. Probablemente había sufrido el mismo tipo de abuso por parte de los crueles niños de la escuela.

—Eso no responde la pregunta de qué haces aquí.

Ahora Oswald estaba algo más tranquilo, pero sobre todo se encontraba curioso. Quería descubrir más de Edward, e irónicamente, no parecía haber mejor momento.

—Yo… —Edward se detuvo por un momento, dando la sensación de que ni siquiera él sabía responder eso— Sentía que-

—¡Ahí están!

Todas sus señalas de alarma saltaron cuando gritaron los amigos del fallecido, siendo interrumpidos por su grito.

Edward miró hacia atrás y entró en pánico cuando observó que el grupo se dirigía, corriendo y con rabia, hacia ellos dos. Cuando volvió a mirar delante suya, se dio cuenta de que Oswald ya había empezado a correr, y optó por seguirlo.

El terreno del bosque era irregular y Edward casi se tropieza con las miles de ramas y hojas que cubrían todo el camino. Los dos corrieron con todas sus fuerzas, sin mirar hacia atrás excepto hasta determinado momento en el que Oswald se cayó en el suelo. Sintiéndose perdido, Edward agarró su mano y le ayudó a levantarse para seguir adelante.

Dieron vueltas alrededor de los árboles, siempre persiguiendo el no salirse del frondoso área (fuera había una llanura que les complicaría las cosas aún más) y vigilando los pasos del otro para pisar el mismo camino. Si se perdían, al menos lo harían juntos.

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Edward cayó redondo en la sombra de un gran árbol sintiendo cómo el corazón se salía de su pecho y la respiración prácticamente había abandonado su cuerpo. Intentó recuperar todo aquello mientras se apoyaba en el tronco, y detrás suya únicamente observó a Oswald, que probablemente se encontraba peor que él. El pelinegro ya había tenido una persecución anterior a ésta.

Transcurrieron unos minutos, y no escucharon nada más que unos cuantos animales nocturnos y la tranquilidad de la luna. Edward exhaló un sonido de satisfacción al comprobar que los compañeros del bully fallecido les habían perdido, y se hundió en la hierba, sentándose al lado de Cobblepot.

La noche se encontraba en sus horas más intensas, y la oscuridad había sido un factor clave en su victoria de la persecución.

Los dos estuvieron en silencio un buen rato, recuperando el aliento.

—Dios mío —dijo Edward, después de, aparentemente, reflexionar sobre lo ocurrido en su cabeza—, nos han pillado. Saben lo que hemos hecho.

—No tiene por qué ser así —respondió Oswald con algo de indiferencia por la preocupación del otro, pues no la compartía—. Quizá no han visto tu rostro.

—¿Y si fuera así, qué ocurriría contigo? Te estaban buscando a ti.

—A mí me da igual —respondió cínicamente.

Edward le miró con incredulidad.

—¿Cómo te puede dar igual? ¡La policía te va a perseguir, saben que has asesinado a una persona! Y a sangre fría, además, ¿Te percatas de la de años que te pueden caer por eso?

Oswald rodó los ojos tenuemente. Decidido a explicarle a Nygma más profundamente su punto de vista para que no hiciera más preguntas, se levantó, y adoptó un tono más hosco mientras se erigía delante suya.

—Estoy seguro de que recuerdas aquel encuentro que tuvimos en el patio de la escuela, donde me echaron después de darle su merecido a un niño con unas tijeras —Oswald tenía razón—. Aquél día fue el último que nos vimos en el colegio porque me mudé, y me mudé a Londres. Mi madre pensaba que me ayudaría en mi proceso de conseguir una educación, pero no era lo que a mí me interesaba. Toda mi estancia estuve juntándome con criminales juveniles en las calles; la mayoría mayores que yo, y esa experiencia me abrió los ojos. Nada me hizo sentirme cómodo hasta que me encontré en ese ambiente, y juré vengarme de los que siempre se burlaban de mí porque eso era lo que ellos merecían, y es lo que busqué cuando asesiné a aquél desgraciado. No pienso detenerme, Edward, todo lo contrario, voy a proseguir, porque este es el único mundo en el que me siento verdaderamente bienvenido.

Los ojos de Edward se iluminaron mientras lo escuchaba. Se sentía de la misma manera a aquella descripción, y había despertado algo en él. 
Las palabras de Oswald le hicieron sentir algo semejante a la cercanía del calor de un hogar, calor que experimentaba por primera vez.

Tragó saliva, y decidido, le contestó.

—Iré contigo.

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La Oscura Misericordia {Nygmobblepot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora