6. Juego Sucio

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06;Las vivencias de nuestra infancia forman parte de nuestros recuerdos más profundos

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06;
Las vivencias de nuestra infancia forman parte de nuestros recuerdos más profundos. Ya sea para bien o para mal, se quedan almacenadas en nuestro interior, conformando parte de lo que somos a día de hoy. Por desgracia para Edward, aquello suponía dificultades y desventajas constantes.

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Edward se colocó a propósito un traje acorde con los colores principales de su pequeño puesto, que era en su mayoría un verde casi neón que daba una muy buena combinación con el negro en partes más pequeñas del traje, deseando llamar la atención de alguna manera.

La noche se aproximaba y parecía estar muy cerca ya, algunas personas empezaron a entrar en el recinto y dar vueltas sin un objetivo concreto en un principio, probablemente el verdadero trabajo que debía hacer tendría que realizarse a la noche, pues habría más gente y Edward deseaba reunir una multitud alrededor de su puesto para que lo que estaba haciendo sirviera realmente de algo.

Era curioso el hecho de que, a pesar de que el festival de Gotham tuviera tan mala fama, siguiera atrayendo a muchísima gente aquel año (comparando las expectativas), y probablemente los anteriores y posteriores a él.
Edward se preguntaba qué tipo de antecedes habían llevado a una persona a ir a un lugar del que tenía aproximadamente un 60% de probabilidades de tener su cartera o bolso robado, y otros porcentajes más bajos de sufrir destinos peores. El pequeño estudio era más preocupante cuando empezaba a analizar el porcentaje de las personas de clase alta que se encontraban con su campo visual, cuya probabilidad subía a, aproximadamente, un 94% de sufrir robos, además de otras.

¿Acaso era por lo que tantos criminales de Gotham amaba la ciudad en la que vivían, por la libertad para realizar sus oscuros deseos?

Edward no siguió pensando en aquello.

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Tres personas habían acudido a su pequeño puesto, cuyo juego ponía a prueba las propias capacidades cognitivas de los concursantes. Tres personas que no consiguieron nada en el primer intento, que justo después de ese fracaso se rindieron. Edward no lo entendía.

Según él, les estaba haciendo puzzles bastante apropiados para personas que no se acercaban ni a tener la misma capacidad intelectual que la suya, porque, ¿Quién no sabe resolver que: «El hombre que lo inventó, no lo quiere, el que lo compró, no lo necesita, y el hombre que lo necesita aún no lo sabe» se refiere claramente a un ataúd?

Lo imbécil e inepta que la gente era le parecía hasta difícil de creer, a pesar de que el propio Edward siempre tuviera bajísimas expectativas sobre los conciudadanos de Gotham.

Al rato, se le acercó una mujer vestida con un místico traje magenta y rosa salmón, su pelo estaba cubierto con un velo y traía los labios pintados de un fuerte rojo. El aspecto tan distinguido del que ella gozaba ocasionó que Edward tuviera un buen presentimiento.

—Veo que el negocio va mal, ¿Verdad? —preguntó ella, sin ningún ápice de vergüenza en sus palabras.

Edward enfocó una molesta mueca;
—¿Acaso eso es de tu incumbencia? —preguntó sin mirarla a los ojos, con su interés en la mujer desapareciendo al instante.

—¿De qué trata tu puesto?

Edward la miró algo confundido por aquella pregunta que nada tenía que ver con la anterior.

—De puzzles. Acertijos.

—¿Acertijos? —se burló.

—¡Sí, acertijos! —exclamó Edward por la actitud de la mujer— No iba a pensar algo más complejo para los cerebros de mosquito que visitan esta feria.

La chica sonrió frente a aquella respuesta.

—Perdón, no quería burlarme de ti —se disculpó—. De hecho, me gustas. ¿Cuál es tu nombre?

—Edward. —le contestó, a pesar de los repentinos cambios que la conversación sufría que le hacían ser desconfiado.

—Yo soy Elna, aunque no fueras a preguntar por mí nombre. Me gustaría proponerte una cosa.

“Así que por eso se había acercado a mí.”, pensó Edward con algo de desdén.

—Ajam. Habla. —le dijo sin mostrar mucho interés. Aunque a Elna no le importó.

—En mi puesto me dedico a leerle el futuro a la gente, ya sabes, lo que les deparará su vida amorosa o si tendrá suerte con su dinero. Claramente un timo, lo sabrás tan bien como yo, pero ese no es el tema. Te quería proponer que me ayudarás con los posibles clientes, pues viendo el perfil de tu puesto, tienes una gran posibilidad para descubrir la vida de los que acudan a ti, aunque sean pequeños detalles, como su nombre o por qué vienen a esta feria, si han venido acompañados o no, o incluso su relación sentimental y demás. Todos esos pequeños datos son suficientes para descubrir unos más grandes, y ahí es donde entra el trato. Me gustaría que por cada cliente tuyo, me digas una vez se marchen todo lo que sepas de ellos, como su aspecto físico, nombre, y demás datos adicionales que hayas adivinado. Seguro que con lo poco inteligentes que son la grandísima mayoría de los gothamitas, no requerirá de mucho esfuerzo que no nos descubran, y supone una gran ayuda para mi negocio. Me hace ver fiable.

—¿Y qué gano yo a cambio? —preguntó de inmediato.

—¡Esperaba que me preguntaras justamente eso! Seamos sinceros, Edward, ¿No podías permitirte un lugar mejor para colocar tu pequeño puestecillo, verdad? Y por aquí no pasa mucha gente, dato que seguro afecta mucho a tu negocio. Pues yo te puedo solucionar eso —por mucho que Edward no quisiera aceptarlo, ella tenía razón. La única otra opción para conseguir una mejor localización era pagando más, y él no tenía dinero para eso. Bueno, también podría probar a extorsionar a alguien, pero aquello no era mucho su estilo—, si te consigo un sitio muchísimo mejor para colocar tu puesto, como por ejemplo, al lado de los más visitados, seguro que conseguirás que mucha más gente resuelva tus acertijos, ¿Verdad? Tengo contactos, y puedo permitirmelo con total libertad. Los dos ganamos con esto, parece un trato justo para ti, ¿Entonces, aceptas?

Así que lo que aquella mujer buscaba era una forma de timar a sus clientes. Básicamente, hacer trampas. Pero aquello le ocasionaba temblores a Edward. La última vez que hizo trampas fue apaleado por su padre durante años, prometiéndose a él mismo y a su padre no volver a hacerlo jamás. Participar en tal acción que le era propuesta, iba en contra de ese juramento, pero mirando las cosas por otro lado, la única opción que había era morirse del asco entre tablones de madera pintados con spray verde que de lo baratos que habían salido seguramente resultarían tóxicos si se acercaba demasiado a ellos.

Sin darle más vueltas, Edward acabo aceptando la oferta, intentando ignorar todos aquellos recuerdos de su padre gritándole que era un imbécil y un bobo por haber hecho trampas.

Quizá la única forma de despedirse de su pasado era aquél, por mucho conflicto que le ocasionara y por el poco respeto que tuviera hacia su detestado padre.

Aunque claramente no dormiría bien esa noche.

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La Oscura Misericordia {Nygmobblepot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora