Capítulo 1

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Guerra venidera

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Gritos de agonía junto a llantos de desconsuelo, rostros con muecas de suplica y desesperanza, remordimientos latentes que recuerdan cada vida arrebatada.

Eso era lo que escuchaba, lo que veía y lo que sentía cada vez que cerraba sus ojos, pues sabía, que la única diferencia que había entre los hombres que había matado y él, era la persona que les dirigía.

La diferencia de haber nacido en un lugar u otro, de haber nacido en una familia privilegiada o en una pobre, la diferencia, que marca el destino de cada uno.

Su destino era luchar por Troya, su hogar, y lo había hecho desde el momento en que se convirtió en soldado, mostrando al momento su valía y determinación a tan poca edad durante las guerras contra los espartanos de Menelao.

Pero esa guerra parecía por fin acabarse, poner un fin a la muerte de soldados que podrán volver con sus familias, acabar con la rivalidad de los dos pueblos, al menos eso quisiera pensar.

Queriendo volver entre los vivos, abrió sus ojos siendo de un profundo color azul comparable con el mar.

Vestía con una armadura troyana, espada enfundada a la altura de su cadera, un casco que sujetaba con su mano dejando ver su pelo rubio reluciente ante la luz de sol y por último un brazalete en cada brazo con la misma ornamentación que la armadura.

Era delgado pero con músculos marcados, poseía una estatura adecuada, su piel era blanca y el rostro denotaba su joven edad pero a la vez dureza marcada por el campo de batalla.

Sus ojos azules pasaron por cada persona que había en la sala celebrando por el acuerdo de paz, embriagándose de vino, intentando llamar la atención de las mujeres que bailaban junto con la música o ambas a la vez si fuera posible.

Debería celebrar también con ellos, con sus hermanos de armas, beber junto a su antiguo enemigo ahora hecho amigo, pero no le salía, el no era de celebraciones ni de desfases.

-"No es de mi agrado ver a uno de mis mejores hombres no disfrutar de la celebración"- comentó un hombre castaño tal vez un año o dos mayor que él

El rubio lo reconoció enseguida y se llevó su mano libre cerrada en un puño al pecho mientras baja la cabeza.

-"Príncipe Héctor"- saludo el chico alzando la cabeza hacia el.

-"Conoces bien que odio tus formalidades hacia mi persona, Naruto"- recalcó Héctor -"Somos amigos"-

-"Y por ello te seguire tratando como un príncipe"- respondió Naruto -"Porque aprecio nuestra amistad"-

Hector suspiró rindiéndose por el momento -"¿Que haces aqui y porque no estás festejando junto a los demás?"-

-"Sabes bien que no son de buen agrado estas celebraciones para mí"- respondió Naruto -"Te lo avise antes de partir hacia aquí"-

-"Eres un símbolo de esta celebración Naruto"- contestó Héctor -"No hay troyano ni espartano que dude de tu valía en batalla,  tu presencia era necesaria"-

-"Me dijiste lo mismo en la costa de Troya"- comento Naruto -"Tus discursos son igual de repetitivos que tus sermones"-

Héctor sonrió -"Pero nunca me discutes si tengo razón"-

-"Cierto es"- comento Naruto sonriendo levemente.

-"¡Hector!"- gritó un hombre corpulento y grande sujetando por los hombros al príncipe troyano -"¡Mi nuevo aliado!"-

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