Capítulo 3

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Problemas en el hogar

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-"Hijo mío"- susurro Naruto perdido en sus pensamientos.

Pues, acostado sobre su lecho y con su mirada puesta en el techo, las palabras de aquel hombre resonaban por su cabeza a la vez que sujetaba la misma piedra verde desgastada con una de sus manos a la altura de su pecho.

Nacido en la mar y criado en Troya, la cultura que recibió fue tenue, reglas que se rigen bajo dominio de los dioses y explicaciones a cosas que dan alusión a sus posibles estados de ánimo.

Pero nunca estaban presentes, pues eran simbólicos, siendo su existencia dudosa pero primordial para el desarrollo de los pueblos.

Era más fácil creer que existían seres superiores escuchandote, creer que las pautas de tu destino ya estaban marcadas.

Y de cierta manera, era lo correcto, pues creer lo contrario tal vez traería locura y desconcierto.

Eso pensaba Naruto, hasta la noche de ayer, pues aquel hombre que le conocía actuó como una divinidad misma a la vez que le declaraba como su hijo.

¿Era de verdad aquel hombre su padre?, ¿Era un dios?, y si así fuera, ¿Quién de todos?, ¿Apolo?.

Mencionó a una hermana que podría ser Artemisa, la finalización de su trabajo a la puesta del ocaso y siendo este el protector de Troya, el pueblo donde creció.

Pero eran ideas vagas, incluso por más que incontables veces dijeran que estaba bendecido por los dioses, el no era hijo de un dios, no podía serlo o al menos no quería creerlo.

Ya que si fuera verdad lo que paso ayer, como ese hombre dijo, los dioses estarían escogiendo bando y más de uno iria contra su hogar, tal vez por eso lo sabía, porque él era uno de ellos.

Dando un suspiro cansado, se incorporó despacio para quedarse sentado a la vez que los rayos de sol que entraban a la habitación iluminaban su pelo dorado.

Estiró su mano, acercando un recipiente de madera con agua para limpiarse las manos con la piedra aun entre ellas.

-"Sabes que tengo preguntas, madre"- susurro Naruto pasando sus dedos por la piedra -"Ojala te tuviera aquí para poder escuchar las respuestas"-

Con su rostro apenado, se quedo unos segundos mirando el objeto para acabar dejandolo sobre su lecho.

Se agacho para atarse las cuerdas de su calzado, colocó bien la fina tela negra que cubría su parte superior dejando visible parte de su pecho y apreto la cuerda de su cintura fijando la tela inferior de igual color.

Por último agarró un pequeño saco cerrado junto a la piedra verde para meterlos dentro de sus ropajes y finalmente levantarse.

Camino hacia una pequeña mesa en la que reposaba su espada enfundada, por lo que despacio la sacó de la funda para sujetarla con sus dos manos.

-"Dioses, si el día de hoy fuese, por deber llamado a blandirla, permitidme alcanzar la victoria, pues juro que no ansió ningún interés propio de esta sino el único deseo de proteger mi pueblo"- proclamó Naruto con sus ojos cerrados -"Pero si llegara aquel cruel momento, en el que las portadoras del destino cortaran mi hilo, otorgarme el honor de que mi último aliento, sea en batalla"-

Según finalizó, abrió los ojos y enfundó la espada de nuevo, se ató la funda a la cintura para finalmente caminar hacia la puerta y abrirla teniendo que taparse un poco el rostro ante el brillante sol.

Avanzó despacio, saliendo al concurrido paso mientras cerraba tras él la puerta de su hogar.

Hombres y mujeres pasaban de una lado a otro, niños corriendo y jugando entre ellos y soldados instaurando el orden.

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