¿Amaría? Parte 2

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Toque a la puerta, quería que abriera, quería ver sus ojos llenos de luz, que me abrazara fuerte, cargarlo por los aires, reír hasta llorar, simplemente deseaba que fuera feliz.

-Gee…- escuche su quebrada voz detrás de mí ya que nadie en la casa abrió la puerta.- Gerard no es verdad…- Me encamine a su cuerpo destrozado por la tristeza y lo abrace.

-¿Cómo?

-Mintieron… no es ella. No es Carmine.

-¿Pero y entonces?

-Ya no puedo… ya no podemos.- Lo mire con curiosidad, alce la vista y su madre estaba acomodando cosas dentro de su auto con el aspecto desaliñado y depresivo de todos los Iero, la mire con miedo.- Me voy Gerard.

-¿A dónde te vas?

-Voy a cumplir una promesa.

-No Frank, no lo harás.- Hable autoritariamente, mis manos estaban aferradas a sus hombros.

Era imposible ¿Se rendían? Eso no podía pasar, no delante de mis ojos. Lo sé, yo no pasé por todas sus noches de angustia, yo no tuve pánico al saber que mi ser querido había sufrido tanto, yo no tuve que aceptar que de la forma más vil, me arrebataron a alguien que llevaba mi propia sangre, yo no tuve que rogarle al asesino que me dijera el paradero de su víctima. Ni tuve que verlo colgado en su celda con su más grande secreto escondido en su garganta.

Frank sí, su familia sí. Pero…

Yo sería una vícitma de su promesa, un daño colateral, una vida destrozada.

Otra vida destrozada.

-Pues me voy con ustedes.

-No Gerard, no seas tonto, tú no.

Estaba por responderle, cuando una presencia me hizo distraer, era su madre, Linda Iero. Bella mujer de elegantes vestimentas, y lindos peinados. Me miro directamente, y yo observe su maquillaje deshecho, sus ojos rojos y sus labios resecos.

Giro para ver a Frank, y pude ser testigo del choque entre dos miradas de seres destrozados.

-Frank, entra a la casa por favor.- Susurró la mujer, bajando la mirada hasta la caja de cartón que tenía en las manos.- Despídete.- Se erizó mi piel, pude ver el contenido de la caja, eran unas cuerdas, y entre en pánico, la señora comenzó a andar hasta la puerta de la Casa de los Iero, y antes de entrar se giro dirigiéndose a mí.- Fue un placer.- Dijo, entrando y cerrando la puerta lenta y silenciosamente.

Mire a Frank, no entendía nada, miro mi desesperación o eso me dio a entender ya que él jamás lograba capturar los sentimientos que yo demostraba.

El punto es que me abrazó fuerte, con ganas de abrazarme no como otras veces, cuando su tacto era superficial.

-No puedes irte, aún falta por luchar… la encontrarán Frank.

-Estamos cansados, papá ya tomo la decisión, y estoy bien con ello, tu sabes lo mal que me sentía.

-¿Qué no tienes otra cosa por la cual vivir?

-No estoy viviendo, solo respirando.- Susurro y se sentó en la banqueta.- no, no la tengo.

¿Y si viviera? FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora