Omegacember (JJSeung)

Autocontrol

Eran las seis o siete de la tarde cuando Seung-Gil comenzó a sentirse un poco mal.

Como estaba en su departamento decidió  tomarse algún medicamento por si fuera gripe y avisarle a JJ que no lo visitara para no contagiarse.

Obviamente, su novio nunca escuchaba razones y a los cinco minutos ya lo tenía en su puerta.

–Te dije que no vinieras –renegó de él apenas le abrió, se giró para adentrarse de nuevo –. Y quítate los zapatos –recordó.

Se recostó en el sofá de la sala mientras escuchaba a Jean quitarse sus zapatos.

Lo tuvo a su lado en cinco segundos, con su mano derecha presionando en su frente.

–¿Te duele algo, cielito? –murmuró despacito mirándolo como un cachorro a su dueño.

Negó, cerrando los ojos ante la agradable sensación que le llenó el cuerpo cuando olfateó el aroma de Leroy tan cerca.

–Solo es fiebre –se obligó a responder luego de un momento.

–Iré a traer unos paños fríos –decidió el Alfa, enderezandose y quitando su mano.

El coreano se quejó, buscando el contacto del contrario. Sus ojos oscuros abriéndose para encontrar la mano que lo había abandonado.

–Estoy bien así –habló, apretando la mano más grande con la suya.

Más, instó su mente. Una agradable bruma llenando su mente y quitando cualquier pensamiento lógico.

Tiró de la mano hacia él, obligando al más alto a arrodillarse nuevamente.

–Cariñ... –antes de que el canadiense dijera algo, el Omega pegó sus labios a los del contrario.

Más, más, más.

Se presionó aún más a su novio. A su Alfa.

Una pequeña parte de su cerebro, la que todavía conservaba algo de razón, reconoció los síntomas del celo.

Maldita sea. ¿Se adelantó? ¿Qué fecha era? ¿Dónde estaba su medicina? ¿Tenía medicina siquiera?

Las olas de deseo aplastando rápidamente cualquier pensamiento lógico. Igual ya nada importaba, solo el hombre que tenía entre sus brazos.

Su Omega hambriento de la atención de su Alfa.

Gimió en frustración cuando no obtuvo lo que quería.

–Muévete –le exigió al congelado Alfa antes de volver a atacar sus labios.

Una alegría exagerada lo invadió cuando sintió a Leroy responder al beso. Las manos grandes tomando sus mejillas, obligándolo a recostarse en el sofá.

Más, más, más.

Jadeó cuando los toque bajaron por su cuello hasta su pecho.

Una mano bajó hacia su abdomen y se coló por su camiseta hasta alcanzar sus pezones.

–Alfa –gimió, con una voz que no se parecía a la suya, mientras hacia a un lado la cabeza, mostrando su cuello.

No llevaba ningún collar. El protector se lo había quitado apenas llegó a casa.

No importaba. Quería que su Alfa lo mordiera por todos lados hasta que el mundo entero supiera que le pertenecía a alguien.

Grande fue su sorpresa cuando Jean se separó y corrió directo a la salida, cerrando la puerta de un portazo.

Respiró pesadamente, sintiéndose todavía muy caliente pero con la mente un poco más clara.

Demonios.

※ ※ ※

Diez minutos después recibió un mensaje de JJ.

«¿Tienes medicina?»

Mirando la tableta vacía, suspiró.

«Me acabo de tomar la última» escribió, avergonzado.

La respuesta llegó enseguida.

«Voy a comprarte más. Te dejé mi chaqueta en la puerta por si la necesitas.»

Culpó a su estúpido celo por hacerlo saltar ansioso hacia la puerta.

Una vez que tuvo la prenda entre sus manos hundió la nariz ansiosamente, buscando el conocido y cómodo aroma de JJ.

No supo cuando o cuánto se quedó dormido en el suelo de la sala hasta que volvieron a tocar la puerta, haciéndolo sentir nervioso.

–Seung, cariño, soy yo –se escuchó la voz de Jean del otro lado –. Te traje tu medicina y también fui por un poco más de mi ropa.

Caminó hacia la entrada, asegurándose que su collar especial para los celos estuviera bien ubicado en su cuello.

–Gracias –dijo, una vez que abrió la puerta –y perdona. Mi celo se adelantó dos semanas.

–Esta bien –asintió Leroy mirándolo con ese cariño especial que hacia a Seung-Gil sentirse cálido –. Toma.

Una bolsa llena de ropa y medicina fue empujada a sus manos.

–¿No te quedarás? –cuestionó, avergonzandose enseguida por el tono recriminatorio en su voz.

El canadiense negó tranquilamente.

–Creo que fue demasiado por hoy. Regresaré mañana, lo prometo.

Lee lo observó atentamente.

–Te comportas como si nunca hubiésemos tenido sexo –se expresó –. De hecho, lo hacíamos mucho antes de estar en una relación.

Lo vio desviar la mirada, con cierta culpa tiñendo sus ojos celestes.

–Sí, pero... Nunca fue durante el celo de alguno de los dos.

Oh. Era cierto.

Los dos solían ser bastante cuidadosos con eso.

Compartir celo era algo demasiado personal como para hacerlo con alguien con quien no tenías nada estable.

–Ahora estamos saliendo –se encogió de hombros, intentando restarle importancia –. Tengo mi collar y confío en tí.

–¿Y si yo no confío en mí?

La sincera respuesta lo dejó sorprendido.

–Nunca me harías daño –Seung-Gil frunció el ceño –. Te conozco.

Jean-Jacques lo miró un momento, con la duda bailando en sus ojos cristalinos.

–Quiero que lo hablemos bien primero. Que me digas, sin los efectos del celo, que confías en mí y que quieres pasar tu celo conmigo –un sonrojo le teñía las mejillas morenas –. No quiero que te sientas incómodo. Recién vamos a cumplir seis meses juntos y quiero hacer las cosas bien –se rascó la nuca –. Y bueno, eso. Vendré a verte mañana. Llámame si tienes problemas o si necesitas algo.

Y se giró. El sonrojo llegandole hasta las orejas.

Seung-Gil volvió al interior de su departamento muy lentamente, la sorpresa y el desconcierto llenandolo.

Casi enseguida sintió como él mismo se sonrojaba hasta las orejas mientras el estómago se le llenaba de calidez.

¿Cómo era posible que ese idiota lo tuviera tan enamorado? ¡Habló igual que esos Alfas tontos de los dramas de su país! Santo cielo, debía estarse volviendo loco por considerar aquello como adorable.

Sacando la ropa de la bolsa, se abrazó al suéter verde y la camisa negra que encontró, sintiendo los ojos humedecidos.

Demonios, amaba mucho a ese idiota.

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N. A.: Me pregunto cuanto más tardaré en encontrar una excusa para abandonar esta historia xd