𝟬𝟯

408 52 6
                                    

—¡Hey Sunoo! ¿Y eso? —susurró señalando la marca rojiza del pómulo y la pequeña abertura en el labio del pelinegro

—No tienes porque bajar la voz, yo sólo me caí anoche y me golpee, es todo

—¿Es todo? Por favor, te conozco a la perfección, no tienes porque mentirme así, ¿lo sabes? —acarició su mejilla con suavidad, deteniéndose abruptamente al ver como el pelinegro se tensaba ante el toque —Lo siento

—No es nada contra ti, es que... Pueden vernos y no quiero que vuelvas a pasar por lo mismo de siempre, no sé que sigues haciendo a mi lado, sólo te causo problemas... muchos problemas Jay

—Eso es porque hemos estado juntos desde bebés, eres lo más cercano a un hermano, jamás podría abandonarte Sunnie, y menos ahora que ese idiota te trata así... No está bien que te golpee de esa forma

El pelinegro sonrió cabizbajo, luchando internamente para no dejar que las lágrimas salieran una tras otra, como siempre.
En verdad quería desahogarse en esos instantes, pero ello implicaba desmoronarse de a poco en los brazos de su mejor amigo, siendo consolado por el castaño hasta que su llanto cesara. Pero no podía, no debía. No quería implicarlo y llevárselo de paso hacia su infierno. Él era demasiado bueno para esas cosas.

Por su parte, Jonseong no mentía cuando decía que jamás lo abandonaría; si no podía hacer que Sunoo rompiera su disfuncional matrimonio, al menos estaría ahí para cualquier situación que se presentara, fuese buena o en su caso, mala.

—Vete... Ahora —ordenó sin dejar de mirar su teléfono angustiado

—Cualquier cosa ya sabes a donde llamarme —palmeó sus hombro con sutileza y se echó a corre, perdiéndose entre los demás alumnos pero sin lograr pasar desapercibido para alguien en especial.

—¿Qué hacía ese inútil acá?

—Yo no sé de que me hablas SungHoon

—¿Ah no? Mira, se que me crees idiota, pero no, no lo soy —bufó molesto, sosteniendo firme al pelinegro del brazo —Seamos claros entonces, ¿Qué carajos hacía el inútil de Park Jonseong acá?

—No es algo que te incumba —tragó duro al sentir el agarre del pelirubio afianzarse más —¡Mierda, suéltame! Me estás lastimando...

—Deja de lloriquear amor, pareces una jodida niña

—No te lo voy a repetir tres veces, así que suéltame ahora mismo Park SungHoon o vete olvidando de que llegue a casa esta tarde, su mirada transmitía furia extrema, pero la expresión del pelirubio le indicaba que éste no se sentía ni un poco intimidado

—Bien —soltó su brazo con brusquedad haciéndolo retroceder por inercia —Haza lo que se te de la puta gana, y no me busques... voy a casa de Jake

—¡Eso sí que no! Y mírame cuando te hablo, maldita sea —gritó

—Eres asquerosamente egoísta Sunnie —susurró en su oído —Tú si puedes ir a follarte a cualquiera, o más bien dicho, a tú Seonggie ¿no es así?

—¡Con Jonseong no te metas, subnormal de mierda!

Sintió la rabia recorrer pesada sobre su cuerpo, empuñó las manos a sus costados, respirando y exhalando profundo en un intento de tranquilizarse y no terminar estrellando su palma en la mejilla de SungHoon.
Probablemente podía aguantar todo tipo de agresiones físicas y verbales hacia su persona, pero no había nada que lo hiciera enfurecerse a menos que se tratara de su mejor amigo.

Gracias a él, su infancia había sido ciertamente menos difícil, pues la muerte de su padre a causa de un terrible cáncer, lo había dejado en completa depresión.
Diariamente sólo se quedaba en su habitación, llorando en silencio de tanto en tanto mientras, acostado en su cama, miraba como cada mañana salí el sol, y luego pasando las horas, todo se tornaba oscuro. Pasaba muchos días sin comer, sin ducharse, sin hablar con absolutamente nadie y rara vez, dormía poco más de 2 horas.

Su madre ni siquiera se percataba de ello, pues se la pasaba hundida en unas cuantas botellas de alcohol, creyendo que aquello le ayudaría a olvidar lo acontecido. Claramente cumplía su objetivo, pero siempre terminaba en un profundo y patético sueño, y al despertar, la cruda realidad volvería a azotarla con violencia orillándola a beber nuevamente.

Fue hasta entonces que Jonseong supo que algo andaba mal, habían pasado muchos días desde el funeral del señor Kim y no sabía absolutamente nada de Sunoo y su madre. Decidió pasar por alto las órdenes de su madre y salió corriendo a la casa de frente, infiltrándose silencioso e la habitación del castaño, cubriendo su boca al instante para ahogar los sollozos que rápidamente salían sin detenerse. Verlo en aquel estado sinceramente no era de las cosas que ahora recuerde con alegría. SU piel estaba pálida y cubierta por moretones con un horrible tono violáceo, sus ojos estaban rodeados de oscuras ojeras, ya no  brillaban como antes y su mirada se notaba apagada, cómo si estuviese muerto en vida.

Aunque para Sunoo, él realmente se sentía así.

Meses de asistencia al psicólogo, nutriólogos, hospitales e innumerables visitas por parte de Jonseong y su madre, fueron necesarias para que el pelinegro pudiese volver a retomar su vida como era antes de todo lo acontecido. No podía negar que a pesar de todo aquello, aún se sentía en parte vacío, al menos hasta que tuvo la "dicha" de conocer a Park SungHoon.
Aquel sujeto se veía tan enojado con la vida y el mundo, pero con Sunoo, era un maldito terrón de azúcar, así que no pasó demasiado para que cayera enamorado de él y viceversa. Ese fue su paso para abandonar aquel agujero negro del que aún no había salido por completo en mucho años.

Y entonces, la ironía se estaba mostrando en su totalidad, la misma persona que lo sacó de su infierno hace casi 4 años, lo estaba regresando a ese mismo sitio a pasos lentos.

—Tan sólo... dios... ¿Ese idiota te folla mejor qué yo? Das vergüenza Kim Sunoo, pero ¿sabes qué? Esto no va a quedarse así, ¡Te lo dije antes y volveré a repetirlo! Haz lo que se te de la puta gana y no me busques, voy a casa de Jake —dijo a regañadientes dando media vuelta para marcharse del sitio.

Quería desplomarse ahí mismo, estaba frustrado, quería matarlo, quería acabar con todo pero tenía miedo.
Tenía miedo de quedarse sólo otra vez, si bien tenía a Jay, no era suficiente. No era lo mismo.
Y sin embargo sólo pudo correr hacia la dirección que había tomado el pelirubio, sujetándolo y de inmediato cayendo al piso de rodillas, pidiéndole perdón y suplicándole que haría lo que fuera para que aceptara sus disculpas. Estaba humillándose de la peor manera, pero él trataba de autoconvencerse de que estaba haciendo lo correcto.

— Vamos a casa a arreglar esto. Y levántate ¿quieres?... Me avergüenzas

¡𝙎𝙊 𝙎𝙄𝘾𝙆! // 𝙎𝙐𝙉𝙂𝙎𝙐𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora