Capítulo 40: "Infidelidades"

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La vida es muy corta como para tener arrepentimientos, y Seitán lo sabía, es por eso que debía terminar con la existencia de CN o sería una grave falta para ella misma como para los que confiaron en algún momento en su persona, lo que incluía también a su contrincante. Es así cómo la batalla entre ellos comenzó con un buen choque de armas, en donde éstas soltaban chispas estremecedoras que indicaban la seriedad que expresaba dicha batalla; el honor de ambos estaba en juego, y sus habilidades, aunque parejas, no daban por hecho aún un ganador definitivo, es por eso, que los minutos siguientes determinarían un resultado en base a su estado físico. Y desde luego, como se dijo anteriormente, el tiempo definiría el destino no sólo de esos dos que luchaban, sino que también del mundo que estaba siendo sometido a las manos de un inescrupuloso como conocido ser infernal, y este hecho era lo que impulsaba a nuestros protagonistas a correr con todas sus fuerzas, gastando así su estamina en el proceso, lo que los hizo frenarse para tomar algo de aire.

—Espera... Abel, no puedo seguir corriendo —avisó Alan inclinándose sobre sus rodillas para apoyarse sobre éstas.

—Lo sé, lo sé, pero si no lo hacemos entonces... —dijo soltando algo de vapor por la boca el rubio, quien también estaba tan agitado como ellos.

—Entiendo el apuro, pero creo que estamos en un aprieto mayor —alegó Kadmiel, quien se enderezó recuperándose antes que los otros, y cómo no hacerlo cuando vio a las sombras empezar a manifestarse a su alrededor.

—¡Oh, no, oh, no, oh, no! —expresó una y otra vez Uriel tembloroso de pies a cabeza.

—¡Nos están rodeando! —gritó Lena.

Y pese a la mala jugada del destino, la suerte les sonrió a nuestros héroes, pues alguien los llamó desde un pasillo que se formaba entre dos casas, y en cuanto divisaron al personaje, notaron que se trataba de Talía. ¿Qué era lo que hacía allí esa chica? No podían cuestionarse eso ahora con esos monstruos rodeándolos, así que Abel tomó la decisión de pedir que lo siguieran, cosa que hicieron sus aliados.

—¡Talía! —la llamó por su nombre el rubio—. ¿Qué es lo que haces aquí?

—¡Lo siento! También me vi envuelta entre todos estos monstruos, así que tuve que correr, y cuando llegué aquí, los vi. Pero basta de explicaciones, debemos movernos —avisó apurada, ya que sabía que, si se quedaban ahí, esas criaturas sobrenaturales los atraparían y los haría su cena—. ¡Por aquí!

No tenían de otra más que seguirla, y en el proceso, curiosamente, el dueño de ese café notó que algunas Lycoris empezaban a nacer mágicamente por algunos recovecos en lo que la perseguían sin tener la menor idea del porqué de esto, aun así, algunos de los integrantes de ese grupo percibieron que su destino no había sido cambiado, e incluso, tocando un punto aparte, descubrieron que esos monstruos no estaban detrás de ellos.

—Las sombras... ya no nos están siguiendo —avisó Kadmiel cerrando uno de sus ojos, ya que sus pulmones estaban ya a punto de colapsar de tanto que corrían.

—¡Me alegra que haya sido así! —y al poco de decir esto, la de lentes se detuvo justo cuando llegaron a un paraje despejado, en donde curiosamente estaba la flor de loto gigante, rodeada de un sin número de Lycoris, lo que les sacó lo que les restaba de aliento a los elegidos.

—¿Qué es esto? —preguntó el samurái observando el piso junto a los demás.

—Otra vez... —murmuró Abel.

—¡Sean bienvenidos al camino de la Lycoris Merveilleux! —declaró una voz distorsionada, que pertenecía a ese sujeto que habían visto alguna vez en el plano—. El camino a su perdición —aclaró.

Lycoris Merveilleux ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora