Corre

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Estaba en la entrada cuando su celular comenzó a sonar, era Carl.

–Hey, ¿que se supone que haga con ellos? –susurró–, me están preguntando que si qué hacen aquí a estas horas y no sé que responder, más te vale que tu broma sea algo bueno ¿eh?

–Llévalos a la biblioteca –colgó.

Apretó los tirantes de su mochila y sonrió, estaba más que entusiasmado, se sentía como un niño a punto de cometer una gran travesura.

Por otro lado estaba Marco, no sabía del todo que iba a hacer con él, no podía decirle la verdad, claro que no, se asustaría y lo dejaría solo, no quería perder a la única persona que le caía bien y con quien se sentía seguro, quizá le costaba admitirlo pero estaba casi seguro que sentía algo por él, por la manera en como tomaba sus manos y le daba esas tiernas sonrisas que hacían latir más rápido su corazón, pero sabía que si Marco lo amaba tanto como él lo hacía debía perdonar todas las cosas malas que Klaus hiciera, si lo suyo era recíproco entonces estaba por verse.

–Voy a... –lo miró– creo que me gustas y lo que voy a hacer es por mi bien, para mejorar como persona, quiero hacer algo bueno una vez en mi vida y si eso es matar a mis compañeros entonces lo haré, no creo que lo entiendas y tampoco me importa, solo quiero que sepas que siento algo por ti y que estoy a punto de acabar con la vida de todos los que estan aquí.

Marco bajó la mirada, mordiéndose el labio, quizá buscando las palabras adecuadas dentro de su cabeza.

–Okay –sonrió–, lo que sientes es mutuo, yo también siento algo por ti.

–Entonces tienes que saber que no te dejaré escapar esta noche.

Comenzó a caminar sin esperar respuestas de Marco y subió las escaleras hacía la biblioteca. Cuando estuvo frente a la puerta suspiró hondo. Dentro estaban todos sentados en una de las mesas redondas, Alex conversaba con Simon y Carl, Nick veía su celular y Chris tenía un libro en sus manos y aunque no lucía muy interesado en leerlo, lo iluminaba con la linterna de su teléfono para poder leerlo mejor y a un lado de él estaba Theo, su hermano, Klaus no sabía que hacía ahí, entendía que era hermano de Chris pero él no tenía nada que ver en esto. Una vez que Klaus entró al lugar, todos voltearon a verlo. Alex se levantó de su silla y caminó hasta él a paso apresurado, le dio un pequeño golpe en el hombro pero antes de siquiera poder hablar Klaus tomó la pequeña navaja que momentos antes había sacado de su mochila y lo clavó en su abdomen. Los demás se levantaron de prisa dando un paso atrás.

–Estoy harto de todos ustedes. Estoy harto de la manera en que Nick me mira como si fuera inferior a él y como posa sus ojos en mí mientras el maldito de Alex me da la paliza de mi vida y no hace más que reirse disimuladamente como si acaso yo me mereciera eso, estoy harto de ti Christian que pretender ser el niño bueno de la escuela pero cuando alguien me lastima aparentas que no me conoces y te avergüenzas de mí en silencio, ayudándome solo por lástima para que los demás crean que eres perfecto y ayudas incluso hasta al más jodido de la escuela, estoy jodidamente harto de Simon, con su cara de ángel que aparenta ser tan normal como todos pero esparce rumores de todos en la escuela por las redes sociales y le gusta ver el mundo arder pero no arder en él, la manera en que arruinaste mi vida hace dos años con esa publicación diciendo que Alex era mi novio, comenzando mi infierno en la tierra y estoy harto de Alex por hacer mi vida de cuadritos desde el momento que ese rumor salió a la luz porque no me has dejado respirar ni un solo momento de mi vida, maltratándome y haciendo con mi persona lo que sea como si fuera tu puto muñeco que puedes romper y volver a remendar cuando quieras... y lo siento mucho Carl, pero también estoy harto de ti, porque dices ser mi amigo pero te juntas con las personas que arruinaron mi vida y hablas con ello sin culpa ni remordimiento, eres un jodido hipócrita.

Se inclinó para quedar un poco más cerca de Alex que ahora estaba en el suelo y sacó la navaja de su abdomen, lamió el filo de esta cortándose la lengua y jugó con ella dentro de su boca.

–Tu sangre y la mía saben bien juntas –sonrió, llevó una mano al mentón de Alex y lo acarició–. Deberías verte a traves de mis ojos justo ahora, es la imagen más preciosa del universo, creo que ahora entiendo porqué hiciste lo que me hiciste –se levantó y miró a los demás, por primera vez desde que tenía memoria pudo ver que las miradas que tenía sobre él no eran lastimeras.

Deseaba ver el terror en los ojos de sus compañeros más seguido.

Nick corrió hasta él y lo tiró al suelo empujándolo, se puso a horcajadas sobre sus piernas y comenzó a ahorcarlo.

–No me vas a matar tan fácil hijo de puta –se levantó y salió corriendo de la biblioteca, los demás lo siguieron a toda prisa.

Se incorporó lentamente, incluso Marco se había ido, oh, pero él no iría tan lejos, su pequeño Marco no podía dejarlo solo, le había dicho que sus sentimientos eran mutuos, se pertenecían de ahora en adelante. Miró al cuerpo de Alex que aún se movía débilmente a un par de centímetros de él, parecía que por ahora tendría algo con que divertirse.

–No quería que fueras el primero, pero has sido el único que queda aquí. Veamos que podemos hacer contigo.

Alex gateó hacia el fondo del lugar, el rastro de sangre que dejaba no era precisamente grande pero Klaus sabía que no la estaba pasando del todo bien.

–Siempre sonreías cuando me ridiculizabas, ¿por qué no sonríes ahora? vamos, quiero ver tu hermosa sonrisa, tus blancos dientes, qué bellos son, te parece bien si... ¿puedo tomarlos? –abrió la mochila que llevaba consigo y sacó unas viejas pienzas.

–¡Aléjate de mí, enfermo! –Klaus se arrodilló a su lado y lo tomó por el cabello, le obligó a inclinar la cabeza hacia atrás y metió las pinzas a su boca.

–Sonríe para mí –le susurró y tomó uno de sus dientes con fuerza y jaló de él.

Alex gritó. Probablemente su grito se escuchara en cada rincón de la escuela. El diente blanco y reluciente ahora cubierto de sangre brillaba en la oscuridad en la punta de aquella oxidada pinza. Klaus tomó el cabello de Alex con más fuerza y volvió a meter la pinza en su boca, esta vez presionó una de sus muelas y de un tirón ya estaba fuera. Alex comenzó a toser ahogándose con su propia sangre, Klaus no le puso importancia.

–Sabes... no sabes cuanto tiempo pasé viendo tu sonrisa altanera, la mirada de superioridad que me dabas cuando me hacías comer mierda, nunca te vi sonreír por tu cuenta, excepto cuando me agarrabas de tu sucio juguete –se colocó a horcajadas sobre Alex y lo tomó del mentón, por un momento la mirada del contrario pareció perderse más allá del techo pero sus ojos se cruzaron con los de Klaus al minuto siguiente–, yo te hacía feliz ¿no? ¿hundirme en la miseria te hacía feliz?

–Por favor... perdóname.

Klaus rio.

–¡¿Que te perdone?! ¡¿Acaso he escuchado bien?! –gritó.

Soltó las pinzas que hasta ese momento había sostenido con fuerza y apretó el puño respirando pesadamente. Alex le había pedido perdón... después de casi tres años. Sintió como todas sus fuerzas se acumulaban en su puño, en la mano que apretaba con ahínco y golpeó la cara de Alex tan duro como pudo. Una, dos, tres, cientos de veces hasta que la sangre del chico le salpicó el rostro. Su mano dolía y no solo por los golpes, se había enterrado las uñas en su propia palma después de apretar el puño con tanta fuerza que en su momento no se había dado cuenta. Alex parecía estar inconsciente pero su pecho aún subía y bajaba con dificultad.

–Vendré por ti después –dijo y salió de la biblioteca.

JAQUE MATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora