𝙈𝙄É𝙍𝘾𝙊𝙇𝙀𝙎 - 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐔𝐏𝐂𝐈Ó𝐍.

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𝐃𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐇𝐨𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨, 𝐮𝐧 𝐚𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐥𝐞𝐲, 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫𝐞 𝐞𝐧 𝐢𝐧𝐟𝐫𝐚𝐠𝐚𝐧𝐭𝐢 𝐚 𝐮𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐫𝐚𝐟𝐢𝐜𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐦á𝐬 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐋𝐨𝐬 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐨𝐬.

- Bien, ya he finalizado el papeleo que me comentó, Horacio. ¿Necesita algo más?

- No, Volkov, gracias por habertelo tomado tan enserio. Conway no le hubiese dado la misma importancia.

- No es nada, H. Si necesita cualquier otra cosa llamame o busqueme.

El movil de todos los agentes de comisaría vibró. Era un aviso por tráfico de droga.

- Inspector Jefe H, yo me encargo del aviso de drogas - se escuchó por radio, mientras que el de cresta corría hacia su Meri

Horacio revisó la ubicación del aviso. Estaba... ¿a unas dos manzanas de comisaría?

Rápidamente cayó en cuenta de quién era el proovedor de esa droga.

- García. - murmuró entre dientes

Gustabo García era un rubio de cinco años menor a él. Le detuvieron varias veces al comenzar con sus trapicheos. Siempre por medio de la ciudad. Al principio los agentes se reían de que lo cogiesen; ¡era obvio que él no iba a poder escapar! Era un novato tratando de encajar en un nuevo mundo, pero, a los pocos días, esas risas se convirtieron en quejas. Nunca lo cogían, era el más escurridizo que había trapicheado por la ciudad. ¡Ni el propio superintendente pudo cogerlo!

Horacio también quería atraparlo. Gustabo era como el rey de las distracciones, y pese a que no supiera mucho de ese tema suponía que era por hacer ilusiones falsas a los policías.

El de cresta nunca tuvo oportunidad de verle la cara, solo la idea que se hacía por los civiles que denunciaban sus intentos fallidos de droga.

Horacio Marcó en el GPS la dirección del aviso y sin pensarlo prendió el motor y comenzó a moverse.

Llevaban ya casi diez minutos de persecución.
Persecución en la cuál solo participaban el rubio y el crestas, puesto que el segundo nombrado decidió no pedir refuerzos; el mismo se encargaría en atraparle.

Vió como la moto del rubio se metía en un callejón sin salida; ya lo tenía en bandeja de plata.

Sin dudarlo fue tras él. Más su sorpresa fue grande cuando tan solo vió la moto en la que iba subido.

– Hola guapo – escuchó desde el tejado. Al girarse ahí estaba, de clunquillas en el tejado bajo del garaje de una de las casas de la zona

– Hijo de puta. – murmuró con furia, sacando su pistola y apuntando al rubio

– Uo, uo, uo, guapetón. Si me disparas – pausó, relamiendose el labio inferior – ya no podrás encerrarme y presumirme frente a tus compañeros y tu jefe.

– Cabronazo de mierda... Ten cojones y baja aquí.

– me parece que no guapito – rió viendole de arriba a abajo. Realmente era muy atractivo – nos vemos.

Horacio trató de buscar de nuevo a ese hijo de puta, pero ya no había rastro de él.

Habían pasado cinco meses desde su primer encuentro. Y tras ese hubieron muchos más, donde claramente, terminaban con Gustabo escapando.

Ahora estaban Volkov y Horacio en mitad de una persecución del rubio. Los dos agentes estaban saliendo juntos, eran el chisme de la comisaría.
Sin embargo, Horacio ya no estaba seguro de esa relación. Estaba casi seguro que tan solo había forzado un sentimiento con aquel hombre que en realidad no sentía.
¿Y porqué?
Por el chico por el que creía que comenzaba a sentir cosas era un criminal. Uno de los más buscados. Condenado a 60 años de prisión por posesión de drogas, atracos a badulaques, jollerias y bancos, posesión de armas largas y de grado superior a 5, y por herir a dos agentes con intenciones de matarlos.

Era increíble como un chaval de 24 años, había pasado de vender cocaína y marihuana a intentar matar a dos agentes de la ley en tan solo un año y unos meses. Solo.

Actualmente estaba en busca y captura, por lo que actuaba muy a escondidas, pero era inevitable salir a la luz en algunas ocasiones.

– Ha girado a la derecha. – informó Volkov a su compañero y pareja, el cuál giró el Z a la ubicación nombrada – Se ha metido en un callejón sin salida, pero saltará la valla, da la vuelta para pillarlo por frente. Lo tenemos.

El menor acató la orden, y, efectivamente, le pillaron de infraganti. Ahí estaba, ese rubio de ojos zafiro estaba acorralado; no había tejados a los que subirse, iba desarmado y si trataba de subir la valla de vuelta estaba muerto.

– ¡Manos en alto! Horacio, esposele ¡Si no hace ningún movimiento extraño no dispararemos

– Hola... Guapo... Al final se ve que sí me vas a presumir con una correa por comisaria. – rió. Pero era una risa derrumbada, cansada. Había asumido su destino a partir de ese momento, por lo que no merecía la pena hacerse falsas ilusiones.

Horacio se quedó quieto por unos momentos. Pensativo, hasta que de un giro sacó su arma, apuntándole a su pareja.

– Baja el arma, Volkov.

– ¿Qué? – preguntaron los dos al mismo tiempo, incrédulos.

– Me has oido, baja el arma o disparo.

– Pero- ¡Horacio! ¡Es un criminal! ¡Esposale y lo encerraremos! ¡Soy tu pareja, Horacio!

– Estoy a punto de disparar, Volkov, así que o bajas el arma, o a la de tres disparo.

– ¡Horacio, por favor!

– Horacio, no haga eso... – mustió el rubio

Uno... – pausó – Dos... – lo mismo.

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Buenas buenasss:)
Mañana como finalización del Gustacio Week, subiré parte dos de este two-shoots. Hasta twomorrow guapxs;)

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