Capítulo 21

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El día veintiuno me sentí completamente vacía.

Recuerdo haber despertado y no haber hecho nada más que mirar el techo sin ningún tipo de emoción. Me sentía algo inhumana, supongo.

Estar muriendo, no poder salir de un pequeño lugar como aquel y soportar el hecho de que mi mejor amiga y mi esposa ya no me hablaran me hacía sentir como un animal encerrado en una jaula del zoológico que no encaja en la manada.

Salí de la habitación mucho tiempo después. El lugar estaba completamente solitario, así que me senté a comer.

... Pero mi suerte era completamente nula.

Justo al terminar Zari hizo su aparición.

No me habló, pero me miró con sus ojos asesinos.

Confieso que sentí miedo.

Era como si su presencia ya no me reconfortara. Su presencia ahora me aterraba, y yo realmente odiaba sentir eso.

Aun así, yo la quería. Nunca dejé de hacerlo.

— Yo... Buenos días -Balbuceé.

Quería recuperar a mi amiga, por supuesto. La extrañaba.

... Pero ella no me dio la oportunidad.

Solo buscó su plato de comida y se sentó bastante lejos de mí, lo cual me dolió.

Ya no se sentía bien estar con ella.

— Zari, yo realmente lo siento... -Murmuré con dolor.

Pero ella no me miró ni me respondió.

— Zari, sé que me estás escuchando. Sé que estás enojada y que realmente me odias por haberte ignorado ese día, pero estamos muriendo... No vale la pena dejar de hablarnos. Hemos sido mejores amigas por años. No puedes dejar que esto se vaya a la mierda justo antes de nuestro final.

Pero ella pareció no escuchar mis palabras, pues solo comenzó a comer pacíficamente sin detenerse ni un segundo a reflexionar en lo que yo había dicho.

No la culpé por estar enojada, ni por romper nuestra amistad.

Me culpé a mí.

— Zari, por favor. Eres mi mejor amiga y...

Pero ella parecía estar cansada de mi discurso, mi respiración o, simplemente, de mí, así que se levantó del lugar y caminó con su plato medio vacío dispuesta a dejarlo.

Me sentí mal en ese momento.

Ella no desayunaría solo porque yo no podía mantener mi boca cerrada.

Pensé que ya no existían cosas en el mundo que pudiera hacer bien.

— Zari, quédate. Yo me iré. Tú solo...

Pero el sentimiento de algo pegajoso resbalando por mi cabeza calló mis palabras.

Zari me había tirado el resto de su desayuno encima. No recuerdo lo que era, pero olía terriblemente mal y me hacía querer vomitar.

No me enojé con ella. Sentí que lo merecía.

Aun así, a ella no le bastó con eso.

Zari se abalanzó sobre mí poco después y comenzó a tirarme el Lance. Comencé a gritar porque me estaba haciendo daño, pero ella no se detenía.

Creo que me rasguño en la mejilla, pero realmente no lo recuerdo. En realidad, yo no estaba sintiendo el dolor físico, pues el que sentía en mi interior al ver a mi amiga hacerme tal daño era mil veces peor.

Virus Letal | AvalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora