Capítulo 23

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El día veintitrés se convirtió en uno de esos que te hacen sentir bien y mal a la vez. Se convirtió en uno de esos días que quieres recordar y olvidar. Se convirtió en uno de esos días que nadie sabe cómo clasificar.

Era víspera de navidad, pero no se sentía como tal.

Mis ojos ardían, pues había llorado todo el día anterior. Sentía fuertes punzadas en la cabeza, constantes náuseas y un terrible dolor en el corazón.

Sentía que estaba muriendo con ella.

Ava se había quedado dormida en una posición bastante extraña, pues había intentado que la pequeña herida en su espalda no chocara con nada.

Al parecer ese pequeño punto apenas visible era más doloroso de lo que cualquiera habría creído.

En esos momentos yo estaba acariciando el rostro de la esposa que pronto no tendría, el cual se veía increíblemente pacifico mientras descansaba.

No parecía una mujer que estaba por morir.

Siempre me sorprendió la forma en la que, naturalmente, todo encajaba en su rostro de forma perfecta. Sus cejas gruesas, su nariz, los labios que cada segundo me llamaban a besarlos...

Era la mujer perfecta, tanto física como mentalmente. Siempre lo creí.

... Aun lo creo.

Estaba trazando sus labios mientras pensaba en cómo sería mi vida sin ella cuando la vi arrugar su pequeña nariz.

Fue como ver a un bebé despertar de su siesta.

Abrió los ojos lentamente y se aclaró la garganta. Al verme me sonrió, y casi pude jurar que el virus no estaba en su cuerpo.

Casi...

Se acercó a mí para abrazarme, tal vez como un reflejo, y este movimiento hizo que la herida de su espalda chocara contra las mantas.

No gritó, pero si pude sentir su sobresalto y la forma rápida en la cual volvió a su posición para que aquello dejara de dolerle.

— Buenos días, Sarsi —Murmuró con una sonrisa especial, de esas que solo me dedicaba a mí.

Me pregunté cómo podía sonreír sabiendo que su final estaba cerca.

— No es un buen día, Avs —Murmuré casi con deseos de llorar. Supongo que la única razón por la cual no lo hice fue porque ya no me quedaban lágrimas para ello.

— Por supuesto que lo es —Me contradijo con una sonrisa mientras estiraba su brazo para tomar mi mano.

La sujeté con suavidad, como si temiera romperla.

Y, en ese momento, realmente podía romperla.

— No lo es —Volví a negarme.

— Sí lo es.

—No.

—Sí.

—No, Avs.

— Si, Sars —A estas alturas yo ya había llegado a sonreír un poco.

La forma en la que ella me llamaba siempre me hacía sonreír.

— Es un buen día —Comenzó a explicar— porque he despertado junto a mi esposa, y porque ahora me está dando la mano. También es un buen día porque es víspera de navidad, y Nora amaba la navidad. También es un buen día porque Amaya solía regalarme galletas en estas fechas, aunque sabían del asco. Y es un buen día porque tengo a una amiga demente y esposada tras la puerta... Créeme. Es un día maravilloso.

Virus Letal | AvalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora