Capítulo 41. Esto era lo que necesitaba.

662 88 171
                                    

Íbamos por una ruta solitaria de todo Baltimore

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Íbamos por una ruta solitaria de todo Baltimore. No sabía a dónde quería llevarme con exactitud, pero confiaba en él. Eran las ocho de la noche y Ronald decidió sorprenderme con nuestra cita, tomé aliento mientras observaba a nuestro alrededor, había pocos árboles y pastizales bien cuidados a pesar de lo deshabitado de esta zona.

Él traía puesta una playera negra, jeans y botas negras ¿Cómo con prendas tan simples lograba ser irresistible?, y su cabello alborotado y rebelde le daba ese toque atractivo y sexi.

Nos detuvimos frente a una vereda.

—Ronald, ¿Dónde estamos? No ubico el lugar.

Mordió su labio con malicia.

—Relájate, princesa, es parte de la sorpresa —aseguró.

Bajó del auto y yo lo seguí, no esperé a que me abriera la puerta y miré cómo entrecerraba sus ojos, él iba hacerlo y me adelanté. Se dirigió a la cajuela de su auto y me acerqué para echar un vistazo al interior. Había una canasta de picnic y una manta azul.

— ¿Y esto? —mi voz aguda apareció, emocionada por lo que veía.

Él tomó la canasta.

—Parte de la sorpresa.

Sonreí.

—Ronald... —solté en un suspiro de sorpresa.

—Cenaremos lo que he preparado —anunció muy orgulloso mientras sacudía con cuidado la canasta.

Lo ayudé con la manta, cerró la cajuela y le puse toda mi atención a la bonita canasta en su mano.

— ¿Qué hay adentro?

Se rio en cuanto entrelazó nuestras manos.

—La curiosidad mató al gato, princesa. Ya falta poco.

Me reí y me enganché de su brazo mientras él me guiaba a donde fuera que nos llevara. Seguimos nuestro camino hasta los céspedes y no podía creer lo que veían mis ojos. Alrededor de un pequeño campo abierto había cables de luces blancas que adornaban con encanto, era como si el lugar hubiese salido de un cuento mágico. Las estrellas y la luna iluminaban aún más, y por un momento sentí como mi corazón se salía de mi pecho. Esto era para mí, él se tomó el tiempo de hacer todo esto para mí.

—Cables con batería, bastante útiles cuando no hay enchufes —explicó sin que yo se lo solicitara.

Ayudé a poner la manta en medio de las luces y nos sentamos sobre ella.

—Dime... ¿Alguna vez hiciste esto antes? —cuestioné con muchas ganas de saber. 

Ronald me observó y sonrió, sabía que quería sacarle información. Era algo reservado en cuestión de temas de parejas anteriores pero se esforzaba por responderme lo que quería.

—No —contestó muy sereno—, nunca.

— ¿Por qué?

Enarcó una ceja al tiempo que inhalaba aire para después soltarlo de manera ruidosa.

1º EUFORIA: para siempre Aurora  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora