Capítulo 44. Noche buena con Ronald.

663 86 205
                                    

24 de diciembre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

24 de diciembre

Adam había sido invitado a una fiesta en un antro muy conocido en la ciudad, las fiestas eran en grande en esos lugares y no sé cómo me convencieron para ir. No le había dicho nada a Ronald y esperaba que no se enojara. Mi hermano conducía hacia la fiesta, yo llevaba un vestido rojo corto—muy corto para mi gusto—con medias negras y tacones del número nueve, era demasiado para mí, pero Rachel prácticamente me amenazó para vestir así. Hice un gran esfuerzo para no aventarme del auto antes de llegar a la fiesta y traté de relajarme un poco, tal vez estaba pensando demasiado las cosas.

Mi cabello rubio tenía un estilo alborotado y salvaje que iba con el atuendo y quedé encantada con el resultado. Cuando Adam aparcó el auto nos ayudó a bajar, la música retumbaba todo alrededor y lo que menos había era calma.

—Bien, antes de cualquier cosa, regla número uno: no tomen nada que les den o les sirvan ¿Sí?, yo me encargo de eso.

Fruncí las cejas.

—No seas paranoico, hermano —dijo Rachel, acomodándose el cabello de último momento.

—Como hermano mayor tengo que cuidarlas, le prometí a papá que lo haría.

— ¿Por qué mencionas las bebidas? ¿Qué no se viene a tomar a estos lugares? —cuestioné.

Adam y Rachel me miraron incrédulos y al final se rieron.

—Yo la cuidaré —aseguró Rachel al tomarme de la mano.

—Estaré en el bar con Tony y Eddie, ya los conocen —informó Adam, adelantándose entre la gente hasta desaparecer.

El ruido se acrecentaba conforme nos acercábamos. Las luces rojas y verdes daban ese ambiente navideño mezclado con salvajismo y alcohol. Casi me tropezaba si no hubiese sido por mi hermana quien me guiaba y me ayudaba con mis enemigos mortales, los tacones.

Hacía calor a pesar del frío de diciembre, y una parte de mí se estaba arrepintiendo de haber venido. Quería salir huyendo.

— ¡Vamos a bailar, Aurora! —exclamó Rachel muy animada por el ambiente.

—Yo no sé... —balbuceé, pero ni si quiera me dio tiempo de hablar. Me jaló con ella rumbo al lugar conglomerado de gente.

Esta mujer pretendía acabar conmigo. Llegamos al centro de la pista donde todo el mundo bailaba a su manera, al ritmo de la música, que hasta Rachel lo hacía sin dificultad. Yo era la única rara entre ellos que no se movía, como pez fuera del agua.

— ¡Muévete, hermana! De eso se trata el baile.

Fruncí el ceño muy incómoda.

— ¡No se bailar! —exclamé para que me escuchara.

—Nadie nos está viendo, todos bailan como quieren —dijo muy cerca de mí.

Me sentía cada vez más pequeña. Cerré mis ojos, empecé a escuchar la música y sin previo aviso comencé a desenvolverme en movimientos sutiles. Alcé mis brazos para tener un poco más de espació entre la gente, no quería que me tocaran, pero nadie lo hacía. Todos estaban en su mundo, gritando muy felices con sus gorros de Santa; otros se habían caracterizado de personajes navideños entrañables. Sonreí, era... bueno, parecía... divertido. Rachel asintió con los pulgares hacia arriba como aprobación. Sonreí, lamiéndome los labios.

1º EUFORIA: para siempre Aurora  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora