Capítulo 2 - Sinceridio

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Eva

Puede que este sea el momento más especial e íntimo que haya vivido junto a alguien. Estar entre las sábanas con él es único. No sabría como describirlo. No era mi intención terminar la noche con él sino con su amigo Gabriel.

Alec, se llama Alec. Esta noche he repetido por lo menos su nombre unas mil veces. Y al él parece haberle gustado el mío porque también me lo ha susurrado al oído repetidas veces. «Eva...» Saliendo de sus labios parece esa canción que no quieres parar de escuchar.

Ahora está dormido y yo no puedo evitar observar como se encuentra en un estado de paz máxima. Yo estoy igual, en paz. Es imposible no estarlo cuando estoy acurrucada en su pecho y tengo una visión perfecta a su rostro. Es guapísimo.

—¿Qué miras tanto? — Pensé que estaba dormido, pero su repentina aportación me hace saber que no. Puede que mis mejillas se tornen de un color carmesí, me acaba de pillar mirándolo descaradamente.

—Nada. Solo estaba pensando. Creía que estabas durmiendo.

—¿En qué pensabas?

— En por qué no te he conocido antes.

— Lo mismo me pregunto... — Me dice empezando a acariciarme el brazo. — ¿Qué estudias?

— Psicología, ¿y tú?

—Educación social, es una carrera bastante interesante. —Cuándo escucho el nombre de la carrera me tenso y él parece notarlo. Me trae muy malos recuerdos, los educadores sociales no se llevaban muy bien conmigo que digamos. — ¿Pasa algo?

— No, no. ¿Por qué educación social?

— Pues no lo sé con seguridad... Siempre me ha llamado la atención. ¿Seguro que estás bien? ¿No le tendrás manía a los educadores sociales?

— No, manía no, simplemente no tengo una buena relación con ellos.— digo sin darle mucha importancia, no me apetece hablar de eso con él. Ni con nadie. Y menos ahora, que estoy tan cómoda entre sus brazos.

— Así que la señorita Eva tiene un pasado oscuro con los educadores sociales. Quién lo diría. — Intenta bromear y yo intento seguirle la broma y reírme con él, pero no soy capaz. Ese pasado oscuro me trae muy malos recuerdos. Dejo de mirarlo a los ojos para que no note mi incomodidad ante el tema, pero su mano me agarra de la barbilla para que vuelva a dirigirle la mirada. — Joder, lo siento, ha sido una broma de mal gusto. No era mi intención hacerte daño.

— No te preocupes de verdad, solo no quiero hablar del tema. — Intento quitarle hierro al asunto y paso mi mano por su mejilla y la acaricio, como hacía él conmigo minutos antes.

— Puedes contármelo, prometo no hacer más bromas de mal gusto. — Alec insiste y una parte de mí quiere ceder a esos ojitos de cachorrito que me pone. Me siento tan bien compartiendo cama con él que se lo contaría todo. Absolutamente todo, sin importarme lo que pueda pensar de mí.

— Vale, a ver, no es fácil de contar. Voy a empezar por el principio. Cuando era pequeña vivía en una pequeña casita a las afueras de una ciudad lejos de aquí. Casi no me acuerdo de esa época, pero mi corazón mantiene el recuerdo de que era feliz, de que no sufría tanto. Vivía con mis padres, todo era perfecto, una familia común. Hasta que empezaron a ocurrir cosas extrañas. Me dejaban mucho tiempo sola en casa, discutían todo el rato y lo hacían de una manera que daba miedo. Si lo pienso ahora aún me dan escalofríos. Un día se salió de control. Mi padre me pegó una bofetada para que dejara de llorar y mi madre no hizo nada. Lo dejó pasar...

» Los golpes se volvieron frecuentes, no eran muy fuertes, pero era una niña. Una niña... No se le pega a una niña. En nuestra casa entraban estupefacientes de todo tipo : alcohol, droga, tabaco... Hasta que un día la policía llegó a casa. Supongo que los pocos vecinos que había por esos lares la avisarían. No sabría decirte si les estoy agradecida por haberme sacado de allí o enfadada, porque después llegó el verdadero infierno.

» Mientras se llevaba a cabo el juicio estuve un un centro de protección a la infancia, de esa etapa no recuerdo mucho. Lo peor vino después. Un juez dictó que mis padres no estaban capacitados para hacerse cargo de mí y no volví a saber de ellos. Pasé a formar parte de una red de centros de menores. Pasaba un par de semanas en una casa de acogida y después en otra. Cuando no había casas disponibles pasaba los días en una residencia junto más niños en mi situación. No sé que era peor.

» Si los padres de las casas de acogidas tenían hijos propios aquello era el verdadero infierno. Te despreciaban y desde que llegabas hasta te marchabas te hacían la vida imposible. Las residencias igual, los que llevaban más tiempo y los más mayores te trataban mal. Se hacían cosas verdaderamente crueles. De ahí viene mi incomodidad con el tema de los educadores sociales, he conocido a muchos. La mayoría te trata como basura de la sociedad, como si fuera nuestra culpa que nuestro núcleo familiar sea una mierda.

» De toda esa mierda solo puedo sacar algo bueno. Mi mejor amiga. Se llama Olivia. Era hija de unos padres de acogida. Sus padres eran unos hijos de puta, pero ella siempre me trató bien. Nunca perdimos el contacto. Se ha mudado conmigo aquí, también estudia en el campus. Seguro que la has visto alguna vez, ella es mucho más sociable que yo»

— ¿Sabes que eres una persona muy fuerte por seguir sonriendo después de todo? — Alec me pregunta eso y a mí se me encoje el corazón. No ha dejado de prestarme atención desde que empecé a hablar y no me ha interrumpido ni una sola vez.

— ¿No conoces la famosa frase que dice : «Nunca sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es la única opción.»? Me la apliqué a mí misma, estudié y me libré de todo eso. Ahora que soy mayor de edad vivo con mi mejor amiga, estudio lo que quiero y tengo encuentros fortuitos muy placenteros. — Digo lo último a modo de broma, para que nos riamos los dos.

— ¿Así que yo soy uno de esos encuentros fortuitos muy placenteros? — Me pregunta Alec haciéndome cosquillas en mi vientre desnudo.

Mis carcajadas se escuchan por toda la habitación del hotel y para detenerlo le doy un beso. Alec me lo corresponde encantado. Desciende con sus labios por mi cuello y activa todos mis sentidos. Y de nuevo, en esa habitación, Alec me hace suya y yo lo hago mío.

 Y de nuevo, en esa habitación, Alec me hace suya y yo lo hago mío

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Hellouu, hellouu  ❤

Este es uno de mis capítulos favoritos... Nuestra se abre a Alec y se lame unas cuantas heridas. Además Alec se muestra en su lado más cariñoso y comprensivo.

¿Qué pasará en el próximo capítulo? Jejeje SORPRESITAAA

Por cierto, Leiva tiene una canción que se llama "Sinceridio" que es preciosa...🥰

Este está dedicado a otra amiga que también me ha apoyado y es escritora como yo. Estoy segura de que tendrá mucho éxito ❤

Nos vemos, 

os quiere y os adora, 

Minervagirl.

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