El Príncipe y su mayordomo

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Había llegado un nuevo día y aunque la somnolencia aun prevalecía en el cuerpo de Pob, este abrió sus parpados, siendo el hermoso rostro del Príncipe León lo primero que vieron sus ojos.

—Buenos días —Pob saludo al Príncipe León con una sonrisa aun sabiendo que este no podría devolverle el saludo ya que aun dormía plácidamente —¿Por qué tu encanto aumenta incluso más cuando duermes? —Pob se preguntó a sí mismo en el momento en que se quedo mirando fijamente a su amante.

Admirar el rostro dormido de su alteza, el Príncipe León en realidad no era una mala vista e incluso se atrevía a decir que era una vista excelente que se había vuelto habitual desde que comenzó a salir con León.

Su relación en si no fue para nada excepcional, o al menos él lo consideraba de esa forma. Pob en un comienzo fue el instructor del joven León, pero evidentemente alguien no estuvo de acuerdo en que esa fuera la única relación el que los uniera. Por lo que después de tanta insistencia por parte de alguien, los sentimientos de Pob cambiaron con el tiempo y cuando menos se dio cuenta, ya era demasiado tarde, el mismo se vio encantado por cada parte de León y en secreto comenzó a prestar atención a los pequeños detalles de aquel Príncipe que era dos años menor que él; desde sus ojos, nariz, boca, manos, pecho, brazos, cintura, piernas...trasero, todo de él se le hacía sumamente atractivo, el adolescente que en un principio se veía infantil poco a poco comenzó a desarrollarse y con ello, su atractivo aumento, así como su forma de coqueteo.

El resultado; después del cortejo constante por parte del Príncipe León, Pob no fue capaz de volver a resistirse a sus encantos. El chico que inicialmente se negaba a ser cortejado por alguien de la realeza por el simple hecho de tener orígenes humildes, fue capaz de atreverse a ignorar los comentarios maliciosos de la sociedad y experimentar su felicidad. No fue un proceso fácil de sobrellevar, pero con la ayuda de la nueva ley impuesta por la familia imperial como una forma de proteger a su hijo y la total disposición de apoyo por parte del Duque Ian; el padre adoptivo de Pob, todo tuvo un mejor proceso de aceptación.

Pob de pronto suspiro mientras mantenía una mirada un poco nostálgica sobre León, recordar esa clase de cosas eran un poco melancólicas, por lo que recio a volver a recordar una vez más el pasado, se propuso a levantarse de esa cómoda cama y dejar de observar el rostro de su atractivo novio. No lo hacía porque quería en sí, sino que el reloj que yacía situado en el buro cerca de su cama le recordaba que el tiempo en si no se detenía y de quedarse ahí, llegaría tarde a cumplir con sus tareas para ese día.

Con cuidado y tratando de no hacer demasiado ruido, Pob retiro lentamente las manos del príncipe León de su cintura y colocó una almohada en su lugar sintiéndose celoso al instante cuando vio como su novio había abrazado a esta porque de no ser por sus obligaciones que tenía ese día, la persona que se quedaría en esa cama, siendo abrazado protectoramente por ese travieso príncipe, sería él y no esa molesta almohada.

Aun molesto, Pob se despojó de sus ropas y en su lugar las reemplazo por el usual uniforme diseñado para los mayordomos reales, y una vez totalmente listo, volvió a ver a su novio, quien aún seguía totalmente dormido.

—Te veo más tarde —Pob se despidió del Príncipe León, no sin antes dejar un beso en su mejilla y salir de la habitación un tanto aliviado por no haber dejado a su pareja despierta.

Y mientras que Pob avanzaba de forma despreocupada por los pasillos del palacio, dentro de la habitación que recién había abandonado, un hermoso joven había abierto sus ojos y hecho uno de sus característicos pucheros en protesta de haber sido abandonado por su pareja, misma que no fue consciente de que desde el momento en que sus brazos fueron despojados de aquella cintura, estuvo consiente de todo, incluso cuando Pob se cambió. León no negaría que secretamente admiro aquel cuerpo, mismo que había visto ya muchas veces, pero que nunca se cansaría de hacerlo y tuvo que admitir que cuando Pob le susurro aquella promesa en el oído, estuvo a nada de tomarlo nuevamente entre sus brazos e impedirle que saliera de la habitación.

El príncipe del traje rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora