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Barría frustrada la fachada de su hogar, el soleado clima no le favorecía, la hacía sudar con mayor facilidad

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Barría frustrada la fachada de su hogar, el soleado clima no le favorecía, la hacía sudar con mayor facilidad. Intentaba dejar su entrada reluciente, como cada mañana, pues debía dar la mejor imagen que se podía. Después de todo ella era quién se encargaba de "vestir" a Encanto, y por tanto, su negocio necesitaba ser limpio y ordenado.

—Buenos días, hija —Una voz masculina la detuvo, levantó la mirada y vió a su padre, un hombre ya mayor y bastante alegre, que tenía una bolsa entre manos justo en la puerta de la casa.

—Buen día, padre, ¿irás por frutas? —interrogó, y el hombre asintió con una sonrisa de oreja a oreja—. Está bien, pero ve con cuidado, si necesitas ayuda para llevar las cosas tal vez Luisa pueda ayudarte.

—Está bien, nos vemos dentro de un rato, hija.

Cuando lo vió irse, volvió a lo suyo, barrer era lo menos pesado del día, el verdadero problema era sacar a las ratas de la casa. De alguna forma u otra siempre encontraban la manera de colarse a su hogar, y llevarse con ellas la comida de la casa.

Podía simplemente exterminar la molestia de manera desalmada, pero eso no era algo que deseara, por lo que simplemente las sacaba fuera de la casa, llevándolas lejos de su hogar. En definitiva, todo un milagro era el no ver que se había cansado de su método exhaustivo.

—¡________! —Atinó a escuchar su nombre entre el bullicio matutino de Encanto, aquella voz que la había llamado le era conocida.

Dejó la escoba a un lado, apoyándola sobre la pared de su fachada y abrió los brazos esperando recibir un cálido abrazo, y así fue.

—Pepa, ¿cómo estás? —vociferó con alegría al ver a su amiga, quien irradiaba alegría, tanto que debía entrecerrar los ojos para intentar mirarla con claridad.

—¡De maravilla, hoy es la ceremonia de mi Antoñito! —Gesticulaba con amplitud, se notaba a kilómetros que la castaña con rizos de ensueño estaba más que contenta, el día esperado había finalmente llegado—. Y ni se te ocurra faltar a la ceremonia, ________ —Su alegría cambió a un aura sombría acompañada de una nube que amenazaba con lanzar relámpagos, después de todo, eran muy buenas amigas desde la infancia, así que faltar a aquel evento era una gran falta de respeto a la amistad que llevaban por tantos años.

—Por nada del mundo me perdería de la comida de Julieta —confesó imaginando los manjares que servirían, recibiendo una mirada entrecerrada por parte de la contraria, parecía que iba a caer un trueno en el lugar—, y c-claro que no me querría perder de ver el poder de Antoñito en primera persona.

—¡Perfecto, te espero allí! Iré a ayudar en casa, nos vemos —Se despidió alegre dándole un abrazo a la mujer para luego comenzar a andar en la dirección contraria a paso alegre.

Por poco olvidaba la ceremonia, y su amiga le tiraría un rayo si tan solo se atreviera a faltar, pero, la causa de su olvido era más el estrés que cualquier otra cosa, habían muchas prendas sin terminar, pues justo en esos meses, había más clientes en su negocio de lo habitual. Y si quería seguir ganando dinero, debía terminar los pedidos pronto.

❝ Clarividencia ❞ ︴Bruno Madrigal x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora