Borderline

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La tristeza es como vivir en un barrio abandonado, inhabitado, donde tu casa es de chapa y madera deplorable, que cuando la tormenta llega arrasa con todo.

Esa era mi barrio, ahí estaba mi casa.

El lobo sopla y sopla la construcción hasta destruirla y lo logra porque la defensa es ineficaz, no hay dinero para pagar la seguridad.

El jardín a la mirada de los demás es amplio, lleno de flores bellas junto a hermosas mariposas y árboles llenos de vida. Eso es lo que quieren ver y yo muestro.

Es lo que yo quiero tener.

Luego a mi casa llega de visita la angustia, quien se sirve una tacita de té pero no puede terminarla porque apenas bebé un sorbo la rompe y estrella contra la pared en un acto violento, porqué el te era veneno y ahora llora esparcido en el suelo, sin dejar de sostener su pecho. Le duele, el té quemo todo su cuerpo y lo carbonizó. De eso solo quedan cenizas.

De ahí busca otro cuerpo para materializarse y encuentra a la culpa. Me reclama sobre la angustia y su acto violento.

—¡No tuvo que haber roto el té!

Intento echarlo lo más pronto posible pero como un demonio a un humano lo posee y de un solo tintineo me arroja a la locura.

Ella viene junto a la histeria, quienes me otorgan el poder de risa, no puedo dejar de carcajearme mientras miro mi desastrosa casa. En algún momento se cansan y se van.

Me dejaron con el llanto pero en algún momento es incapaz de soportarlo y se desmaya de tanto derramar líquido y termina en el hospital.

Cuando creo estar ya sola en mi casa es donde llega el lobo y derrumba todo, repitiéndose nuevamente ese ciclo insano.

Hasta que le enfrento.

—¿Por qué me haces esto?

—¿Yo? —respondió el lobo, confundido.

De: el lobo.
Para: el lobo.

Relatos para las 5:00 AMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora