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—¿Por qué? —susurré, en un atisbo de desconfianza.

Mis ojos viajaron hacía aquella figura que muchos etiquetaban como un hombre, yo en cambio lo veía como... un sentimiento... una energía... una sensación, y se materializaba como partículas de espuma grisáceas. Apenas mis ojos humanos podían estar abiertos ante tanto estímulo.

—No lo sé.

—Pero, lo sabes todo —emití aún con mayor recelo.

—Es lo que dicen.

A cada cosa tendemos a cuestionar, y si al indagar los resultados son defectuosos, dejamos de creer en ello. Está en nuestra naturaleza caer en un vacío fondo de desesperanza.

Relatos para las 5:00 AMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora