Tantas historias que han pasado ahí, en la tercera banca de un simple parque, un parque al alcance de todos, probablemente tu hayas ido ahí, pero seguramente no lo has tomado con importancia.
Compromisos, alegrías, tristezas, discusiones, de todo.
Todo ha pasado en aquella banca.
Cada una tan especial, dolorosa y única a su manera, cada una llena de secretos que nunca alguien se enterará.
Tantas historias que probablemente nadie recuerde, historias perdidas, historias de las cuales muchas personas aún lloran al recordarlas, o tal vez rían al hacerlo, jamás lo sabremos.
Hay una, una bastante dolorosa, para cualquier enamorado, una ruptura.
Ambos habían quedado en verse, un sábado 22 de marzo del 2003, una fecha que ella jamás olvidaría.
Él llegó puntual, cómo siempre, al igual que ella con tres minutos demorados, pero a él jamás le había importado eso, hasta ahora, claro.
- Llegas tarde .- Reprocho él moreno.
- Lo siento, sabes no soy muy buena con los tiempos .- Le contestó entretenida.
- No importa, esto será rápido .- Le informó de muy mala gana él ojinegro.
- ¿Iremos a otra parte hoy? .- Cuestionó emocionada la dulce chica.
- No, ¿Acaso no entiendes? .- Miró a los ojosa la chica que, anteriormente, había sido su razón de ser, ella sólo negó confundida.- Que tonta, Amelia, Ya me canse de ti, ya no quiero seguir contigo, lo nuestro terminó .- Dicho esto se levantó, mostrando su cuerpo envidiable y su gran altura y se marchó.
Se marchó dejando un corazón roto en manos de nadie, dejando una alma destrozada, dejando sola a una simple chica con todas sus ilusiones rotas.
"Vaya, que lindo fue de principio a fin."
Pensó sarcástica mientras comenzaba su llanto, años atrás, había jurado jamás llorar por un chico, pero él era diferente, y valía la pena llorar por él. Al menos para ella.
Irónico fue que su llanto comenzó acompañado de una fuerte tormenta, típico día gris para una ruptura de amor, ¿Por qué a ella? Realmente jamás creo ella tener suerte, era ahora cuando lo confirmaba.
"Y ahora, ¿Qué sigue?"
Replicó exaltada al notar el primer rayo acompañado de un sonoro trueno. Nada podía empeorar ese momento.
Claro está, lo que empeoró el asunto, tenía que caminar cinco manzanas hasta su casa, caminar, sin una vil sombrilla para la ocasión.
Pero no lo hizo, se quedo sentada en aquella banca, deshecha, destrozada, con el corazón roto.
Un corazón que hasta la fecha, aún nadie lo ha logrado reparar.