CINCO

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Julio de 1919




   Casi tres meses habían transcurrido desde la llegada de Camille a Londres. Tres meses de trabajo dónde debió hacerse notar entre la alta sociedad inglesa de nuevo y ganarse una vez más su apodo de la sangrienta entre los barrios más poblados de la capital. Los negocios principales de la banda estaban marchando bien, el suyo con Alfie comenzaba a tomar cada día un poco más de forma y ella ya se había encargado de algunos bastardos que escondían al famoso traidor.

Sin embargo, aquella noche del cuatro de julio se permitió descansar un poco en la oscuridad de su despacho mientras manejaba entre sus dedos con parsimonia el arma que una vez Stefano le había regalado. Suspiros de melancolía iban y venían en la penumbra. El peso de su vida, de la guerra y de las acciones caían en ella como baldes de agua fría.

Faltaban pocos minutos para que el reloj marcara las doce de la madrugada, lo cual significaba solo una cosa: su cumpleaños.

Iba por sus veintitrés años apenas, pero sentía que ya había vivido cuarenta, aunque la cifra se le hacía pequeña.

También era el cuarto cumpleaños que pasaba sola.

Camille estuvo a punto de quejarse una vez más sobre la soledad, los cumpleaños y todo eso, pero un par de golpes en la puerta interrumpieron su monólogo mental haciéndole fruncir el ceño en confusión. Cargó el arma y apuntó a la puerta musitando un pase.

Justo al abrirse esta no dudó en disparar hacía el marco de arriba sacándole un grito de terror a los cinco hombres que estaban a punto de entrar.

Harry, Apolo, Jason, Joseph y Ben miraban con miedo y asombro (probablemente con los pantalones mojados también) a la imponente mujer que seguía apuntándoles con una ceja enarcada, mientras estos sostenían un pastel decorado y dos botellas de un alcohol que Camille no pudo identificar.

—Mientras cuento hasta tres ustedes van a explicarme qué hacen en mi despacho a estas horas de la noche con un patético pastel y alcohol. —ordenó con tono duro.

—Señorita Camille... —comenzó Apolo.

—Uno.

—No-nosotros... —le siguió Harry.

—Dos.

—Su padre nos llamó y nos pidió que no la dejáramos sola en su cumpleaños, nos dijo que fuéramos discretos pero no encontramos forma de hacerlo sin que usted nos pillara, por eso estamos aquí. Por favor no nos mate, la queremos mucho.

COMO LAS ESTRELLAS | PEAKY BLINDERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora