Capítulo 1

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Conociéndote

«¿Quién no quiere un café a las cinco de la mañana?», piensa Delia, tomando el caliente recipiente sobre sus manos, esperando a que le regule la inestable temperatura que presenta, «ciertamente, yo sí»

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«¿Quién no quiere un café a las cinco de la mañana?», piensa Delia, tomando el caliente recipiente sobre sus manos, esperando a que le regule la inestable temperatura que presenta, «ciertamente, yo sí».

Por ello se encuentra en el Medialuna todas las mañanas, gracias a las costumbres, se le dificulta pasar un día sin tomar un vaso de café. Esa gloria marrón que suele atravesar su garganta a cada amanecer. Esta cafetería se ha vuelto su hogar casi todas las madrugadas, donde podía ver a través de las desmedidas ventanas, de la misma manera que el aire gélido se estampa en estas, creando grandes obstrucciones a la vista el día de hoy. Sus pequeñas manos comienzan a lucir rojas, porque se le han olvidado los guantes. Un error que le costará otra taza de ese dulce líquido oscuro.

En este momento está sentada en la misma mesa de siempre con su fiel laptop y su indispensable equipo al lado, además, mira a las personas salir y entrar del café. Aquello se ha vuelto parte de su pasatiempo, como si quisiera que fueran los personajes en una de sus maravillosas novela. Su azucarada mirada se clava en la puerta principal en busca de nuevas víctimas para su próximo proyecto. No obstante, sus habilidades de escritura todavía le producen agobios, lo que es una consecuencia de cuando dejó ir hace mucho una oportunidad de oro. Al parecer ha adoptado una costumbre por huir de lo que quería; y que entre más deseaba algo, más huía.

Delia fue escritora por un tiempo, sin embargo, un día despertó y la chispa se había ido. Estaba invadida por bloqueo de escritor. Tenía que redactar una novela más en ese lapso, no obstante, al acabar el primer año y entregar el avance, apenas si contaba con dieciséis páginas de una historia mediocre. Aun así, cada letra fuera una constante lucha ante sus delgadas manos y su incesante cerebro. Ahora apenas ha cruzado la barrera de los veinte años, con una juventud por delante, incluso sueños que podría cumplir.

Hoy en día se levanta, viene a tomar un café y a buscar trabajo. Ver personas siempre ha sido de gran ayuda. Por ejemplo, ahora está entrando un chico; él tiene el cabello oscuro y sus ojos son del mismo tono, es atractivo, usa una camisa café simple con una bolsa color blanco. Aparte, su pantalón es negro un poco suelto, se acompaña de dos cadenas en su cuello y de unos lentes. Delia observa más a detalle con el fin de encontrar que su mochila en el que se ven varios pines, «aún está en la universidad, probablemente en la UCTB», afirma para sí. 

«Se siente como un personaje bastante básico para una novela, pero igual lo anotaré. Me sugiere que esconde algo en esa simple fachada de niño rico universitario». Aquellos pensamientos brotan de su frente como flores, extendiéndose hasta llegar a su médula. La única intención de esto es colmar su cabeza con preguntas que la inspiren.

—Hola, ¿me puedo sentar acá? Es que están todas las sillas ocupadas —dice el hombre misterioso.

De repente, siente la manera en la que su cuerpo deja de moverse, ni se había percatado que está enfrente o que si quiera todo el lugar está repleto. De algún modo, se encuentra en su propio espacio, a veces olvida quitar esa silla para evitar esto, no obstante, es bastante olvidadiza. 

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