03. Apuestas

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―No quiero hacerlo, René. ―Suspiré con amargura―, no me siento cómodo, y es de mal gusto.
―Anímate Hiel, ¿qué dirán Sylvia y Mint? ―lo había olvidado, mis amigos contaban con que también yo los acompañaría a esa fiesta, la cual en realidad solo era una excusa adolescente para inyectarse de todo e intoxicarse con todo lo que esté a su alcance.
―No quiero que me obliguen a hacer cosas que no quiero, René. No me interesa inhalar nada que pueda alterar mi salud y hacerme perder la conciencia. Iré con esa condición, además, alguien tiene que recordarles en la escuela lo ridículos que se veían. René río, con esa sonrisa de oreja a oreja suya, que le hacía verse increíblemente hermoso, y con su risa tan ruidosa y nasal, oink.
―Muy bien aguafiestas, ya verás que cederás a tus principios por tu propia voluntad y te unirás a la fiesta.

Llegué a casa de René, éste aún se estaba arreglando, él tiene el don de tardarse horas vistiéndose, incluso más que yo, pero siempre lo valía, salió del cuarto de baño y sentí una punzada de dolor, parecía un súper modelo; tuve que recoger mi poca autoestima del suelo.

Se oyó el sonido de un claxon. Sylvia y Mint habían llegado ya por nosotros, subimos al auto y nos dirigíamos a la susodicha fiesta.
―Hiel, espero que no estés en modo ogro, si te veo sentado con un vaso frente a ti, te arrastraré a la pista, o al menos me aseguraré de que el líquido de ese vaso sea alcohol en su totalidad. Todos reímos con el comentario de Mint, pero él dejó claro que no había ni un rastro de mentira en sus palabras. Rayos, al menos tendré que beber un poco.

―Muy bien chicos, fuera del auto todos, Sylvia, ¿recuerdas la apuesta, no? ―A Mintle encantaba competir con Sylvia, sus juegos iban desde lo más infantil hasta lo más inmoral. En esta ocasión habían apostado qué, quien se acostara con más personas, se ganaría una bolsa de golosinas que habían acumulado, hasta a mí me habría interesado, era una gran bolsa de golosinas. Pero eso era lo menos importante para ellos; las golosinas eran algo insignificante, lo que los motivaba era ganar, eran ambiciosos y terribles perdedores. De verdad me interesaba el desenlace de la apuesta.
―Por supuesto Mentita, te aplastaré. ―Inquirió Sylviacon una sonrisa torcida que hacía juego con su mirada envenenada.
―Okay adictos al sexo, cuídense, ¿lo prometen? ―el buen René.―No te preocupes Renesillo ―dijo Mint mientras que de sus bolsillos traseros sacaba algo, un paquetito, el cual desplegó para resultar ser una hilera infinita de preservativos, con dibujos de frutitas.
―Suficiente, entremos ya.

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¡Hola! Como podrán imaginarse, este capítulo relata los recuerdos de Hiel con sus viejos amigos ^_^
¡Muchas gracias por leer!


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