Aquí no

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¿Cómo había llegado a presenciar a su amigo literalmente hablando con el señor tenebroso demasiado cerca a estarle gimiéndole por las fuertes embestidas a Lucius Malfoy?

Empezamos por una noche donde Sirius, vio a su amigo salir de las habitaciones sin decirle a nadie.

Sirius Black estaba preocupado por su amigo, ya que lo conoce como la Palma de su mano por lo que sabía cuando ocultaba algo, a veces era una boludes pero a veces era algo mas serio y cada vez sentia que el se estaba metiendo en algo cada vez mas oscuro y que a él le gustaba eso.

Camino por los pasillos llenos de historia de aquel gran castillo hasta que se topó con una zona que jamás había visto o siquiera pasado, era cerca de las mazmorras por lo que nunca se iba a enterar de que existía, se sintió desorientado hasta que escuchó la dulce risa que era fácil de identificar de James, pero se dio cuenta enseguida de que no estaba solo.

—No era necesario que lo hicieras podría haberlo echo yo—en la posición de Sirius era casi imposible ver al hombre con el cual su amigo hablaba.

—Quería divertirme, además nadie lastima a mis amigos—Sirius no entendía bien—se que fue estupido llevarlo a la mansión llena de mortifagos pero, no podía mantenerlos en Hogwarts—había escuchado mal o su amigo literalmente tenía algo que ver en cuanto a las torturas de hace un mes.

—¿Que hice para que estés ahora en mi camino?—pregunto besaba el cuello contrario, que solamente atinaba a sonrojarse—¿Sabes que una vez que estás en mi camino ya no hay vuelta atrás?

—¿Quién dijo que quería dar marcha atras, Tom?—dijo para luego sonreír dulcemente y dejarse hacer.

—Jamie, sin dudas eres lo mejor que le puede pasar a un mago oscuro—dijo con una probable sonrisa orgullosa pero cariñosa mientras seguía lamiendo y dando alguna marca en el cuello del más bajo.

Sirius no creía y no quería saber quién era aquel hombre, pero ese último detalle lo hizo entender que su amigo estaba metido en algo demasiado oscuro y que no quería ser salvado o ayudado además de gustarle lo que estaba viviendo.

Dio unos pasos para atrás pero choco con el pecho de alguien más alto que el, el ruido fue el suficiente para que esas dos personas que estaban en su burbuja lo escucharan y los vieran, Sirius logró ver temor en los ojos de su amigo pero en el del tal Tom estaban rojos de ira, quiso correr pero sus piernas le fallaron, el otro chico lo tomo de la cintura y cargando como un saco de papas, se fue corriendo dejando a ambos jóvenes con la palabra en la boca.

Llegaron hasta la entrada de las mazmorras, con la respiración agitada y el corazón en la boca debido a que ambos trataban de procesar esa escena que aún no creían que fuera real, tenía un poco de miedo a decir verdad, por parte del Black no creía que su amigo allá mandado a torturarlos ya que este dijo que nos dejaría que lastimaron a sus amigos pero es algo que uno siempre tiene miedo de ello.

—Hey, Sirius, se que no nos llevamos bien pero ¿estás bien?—dijo un poco preocupado al notar como este no reaccionaba, grande fue su sorpresa al ver como este se largó a llorar en sus brazos.

—No, no me siento bien, y no esta bien, no puedo—exclamo aún con sus ojos empapados de lagrimas.

Ambos se quedaron callados y luego de un tiempo la tensión creció, se separaron pero sin embargo no querían, deseaban estar más unidos.

Podían jurar que sabían lo que pasaría llevaban semanas haciéndolo.

Lucius empezó a besar al chico Gryffindor y a dejar marcas en su cuello.

—A-aqui no—logro formular Black.

—Como tu órdenes—dicho y echo lo llevo a una de las habitaciones más alejadas del resto.

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—Merlín, va a odiarme, esto es mi culpa—se lamentaba un Gryffindor.

—No es tu culpa, cariño, tarde o temprano lo iban a saber—arrastró las vocales, aún con una sonrisa tranquilizadora.

—Quería que lo supieran por mi, no por lo que vieran—y se largó a llorar en el pecho contrario, recibiendo suaves caricias en su cabeza y algunos besos.

—Cuando lo veas vas a tener la oportunidad de hablar, ahora te necesito—dijo ya con una mirada lujuriosa.

—Aquí no—dijo todo sonrojado por los besos en su cuello, mientras el otro lo levantaba.

—Bien—gruñó pero igual de apareció en su habitación, sin dejar de besarle el cuello.

Nuestro pequeño secreto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora