Las lágrimas de la presidenta

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Sinopsis: Momobami Kirari, una criatura excéntrica. ¿Peligrosa? Tal vez. ¿De dónde surge la locura que maneja? ¿Por qué es quién es? Hundiéndose en el pasado, Kirari recuerda la primera vez que quiso llorar.

Historia +18

Advertencia: escenas de maltrato físico que pueden herir la sensibilidad del lector/a. Dado el aviso, queda en la responsabilidad de unx seguir leyendo. (Es una sola escena, pero por las dudas aviso).

Aclaraciones: En este One-shot también participa bastante Ririka, además de haber Kirasaya. Siempre tuve ganas de explorar la psiquis de Kirari, y no tanto siguiendo al personaje idealizado de ficción sino siendo un poco más realistas, porque quitándole la romantización nos queda enfrente un personaje con algún tipo de Trastorno de la personalidad (opino que narcisista). Me pareció que explorarlo desde la infancia tenía más sentido que saltar directamente a la adultez (porque muchos de nuestros cables son conectados en la infancia, incluso los negativos). Mientras escribía, no podía imaginarme a Kirari de otra manera. Lo mismo con Ririka. Por supuesto, esto es solo una percepción mía. La única verdad solo la tienen los grandiosos autores de este anime.

Con todo aclarado, los dejo con la lectura. Desde ya, ¡muchas gracias por leer!

-/-

Momobami Kirari nunca lloró en su vida.

Ni siquiera en la etapa más frágil, la niñez, Kirari demostró dolor o felicidad en un llanto. Cuántas razones hay para llorar en la vida de una niña; muchas. Desde un simple capricho no cumplido por los adultos hasta las exigencias de los mismos que, en este caso, pedían demasiado a una niña de tan solo once años. Y ni hablar de los golpes típicos de la edad causados por la curiosidad y las ganas de explorar al mundo. Todo puede hacerte llorar.

Pero a ella no.

Cuando Kirari, traviesa e inquieta por naturaleza, corría envuelta en un Kimono por los inmensos jardines de su hogar persiguiendo a uno de los tantos gatos que se colaban en éste, la torpeza, convocada por sus frenéticos pies, la llevaba a terminar de cabeza contra la tierra. Ella, sin un solo quejido de dolor, se incorporaba con las manos sucias y se miraba la rodilla ensangrentada con una sonrisa dura. Dolía, ardía mucho, tenía la piel pelada. Y nada huía de sus ojos. No enrojecían, no mostraban emoción alguna, excepto la adrenalina misma. Le parecía fascinante cómo la sangre, espesa y roja, se resbalaba por su pierna en un cosquilleo helado que le oprimía el pecho por la impresión.

«Somos frágiles»

Asumió ese día. Y con esa revelación la adrenalina subió de nivel, pero también una curiosidad que, al levantar la vista y tropezarse con el gato naranja que perseguía, se manifestó.

Maullidos desgarradores hicieron eco en el jardín.

«¿Qué tan frágiles?»

Se preguntaba, apretando el cuello del gato con una sonrisa en donde Ririka, su hermana mayor, vio todo tipo de siniestros significados. Parada a su lado, sin la máscara y con una expresión aterrorizada, se echó a llorar. Ella, contrario a su hermana menor, era experta en eso. Pero no sabía sonreír.

—¡Déjalo!

Ririka jalaba su brazo entre lágrimas sin conseguir ningún cometido. Kirari reforzaba el agarre estirando la sonrisa, el gato se revolvía histérico en el suelo, la rasguñaba como podía para escapar. En sus ojos, verdes y afilados, se veía el horror que lo invadía, el desequilibrio de no entender porqué estaba siendo maltratado. De a poco su maullido se iba extinguiendo, las patas caían. Su atacante le robaba la fuerza.

Kakegurui: Kirasaya One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora