La distancia hace milagros

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Sinopsis: Sayaka está distante, Kirari empieza a preocuparse. Sin saber cómo conectar con ella, Kirari recurre a una medida inesperada: chatear.

Historia +18

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—Sayaka me está evitando.

—¿Hm? —Ririka volteó la hoja de un libro. Descansaba la espalda en el ventanal del despacho, libre de máscara.

Kirari, sentada detrás del escritorio, miraba al frente con una sonrisa rígida. Tenía los ojos fijos en la puerta, hacía fuerza con ellos para abrirla mágicamente y evocar a su, quizás, ya no tan fiel secretaria.

—Van cinco días desde que se fue. No me llama, no me manda mensajes. Está, literalmente, desaparecida. —expresó su preocupación con un tono relajado, como si estuvieran hablando de lo lindo que estaba el día.

—¿Crees que pudo haberle pasado algo? —preguntó Ririka, sin despegar las pupilas del libro—. Se veía preocupada antes de irse. En sí, fue raro que se pidiera unos días, ella nunca se separa de tu lado.

Kirari giraba la cuchara en la taza de té, distraída. Las cuestiones de su hermana mayor no eran extrañas de escuchar, cualquiera llegaría a la misma conclusión tratándose de Sayaka. Hasta ella misma se sorprendió cuando, con un semblante decaído, su secretaria le hizo una petición unos días atrás.

—Presidenta, debo pedirle un favor.

Kirari levantó la mirada de unos papeles que tenía en la mano. Sayaka estaba parada frente a ella, el escritorio las separaba. No había una pizca de luz en sus ojos, aferraba sus manos delante del cuerpo y Kirari sentía un mal augurio en camino cuando, en general, pedirle un favor implicaba divertirse haciéndoselo pagar luego de formas nada dignas.

—Si está en mi mano, te lo concederé. Dime.

La petición no llegó rápido, a Sayaka le costaba explayarse. Abría la boca para hablar, pero la volvía a cerrar y reformulaba el discurso en su mente. Kirari la observaba sin perderse un solo detalle de sus gestos. Era fácil leerla cuando estaba nerviosa. La espera se le hacía un poco desesperante, pero por otro lado aplaudía su sentido de la precaución. Depende de lo que dijera, respondería como un ángel o como un demonio.

—Me ha surgido un asunto familiar urgente. Estaría muy agradecida si me permitiera ausentarme por unos días para volver a mi casa.

Y dijo eso. Kirari apoyó el mentón en la mano con una sonrisa intrigada. ¿Verdad, mentira? Tendría que descubrirlo.

—¿Oh? ¿De qué se trata el asunto?

—Lo siento, pero es personal.

Primera vez que Sayaka le evadía una pregunta. El impacto arrasó por dentro a Kirari como un torrencial. Se encontró inclinando levemente el rostro, sin saber qué expresión poner y sintiendo una necesidad de esquivarle la mirada. Una sensación similar a la vergüenza le succionaba el pecho, como si hubiera hecho el ridículo. Eso en un lado del cerebro. En el otro, el asombro y la intriga se fusionaban, creando un caos en sus ojos que, cuando enloquecían, no eran tímidos en demostrarlo. Los cerró, enfriando la cabeza. Perder la compostura no era una opción. Ni ahora, ni nunca.

—Entiendo. ¿Cuántos días necesitas? —Se limitó a preguntar, mirando el paisaje verde por la ventana. Sayaka la observaba a ella con pesadumbre.

—Quizás necesite una semana, le iré avisando sobre la marcha.

Más sorpresas. ¿Sobre la marcha? Sayaka no era así de desorganizada. ¿Y una semana? Su hogar queda en otra prefectura, tiene sentido pedirse unos días, ¿pero una semana? Empezó a hacer cálculos. Hm... No. Negativo. No sobreviviría sin ella. Hacía tres años que alguien más se ocupaba de casi toda su vida, ya no recordaba lo que era ocuparse ella misma. Sus caprichos eran tan altos que por poco y le pedía a Sayaka que la bañara, pero optaba por reservarse el pedido dado que, bueno, podría terminar en "un problema".

Kakegurui: Kirasaya One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora