uno: el (no) planeado interrogatorio
Me estaba dando una crisis. Todos pasábamos por ella, era normal, ¿cierto? Ese ansioso momento donde te llegan millones de ideas a la cabeza al mismo tiempo, que se entrelazan entre ella impidiéndote tomar la mejor decisión o, al menos, la adecuada. Esas ideas que luego te carcomían por semanas, días u horas.
Estaba pasando por una en el momento en que me hicieron cruzar la entrada de la comisaría. Millones de posibilidades cruzaron por mi mente: ¿Me llevarían a una celda o a una sala de interrogación? ¿Qué me preguntarían? ¿Lo que estaba haciendo en medio de la carretera, o por qué estaba con ella en medio de la carretera? ¿Qué hacíamos allí? ¿Por qué no fueron por una vía peatonal? ¿Por qué me caí? ¿Por qué me reí de su chiste, si era malísimo? ¿Por qué no me levanté y dije "basta de juegos, caminemos más rápido"? ¿Por qué no la hiciste a un lado cuando ese carro llegó? ¿Por qué lo permitiste, Leonor?
Y, finalmente, la pregunta que me mataba: ¿Por qué no hice nada?
Sí, me llevaron a un cuarto de interrogación. Y me hicieron esperar una eternidad.
La puerta finalmente se abrió e ingresó un señor alto, gordo, y con un saco muy peculiar. Parecía no cargar con muchas cosas, pero antes de sentarse frente a mí, retiró de ahí dos armas, una cartera, guantes, una pluma, una libreta, bolsitas desechables y un sobre de alcohol. ¿Ya ven porque el saco era peculiar? Era todo delgaducho, pero por dentro podrías guardar todo un arsenal sin que nadie se percatara. No solía ser tan observadora, pero estaba muriéndome de los nervios y era la primera persona a la que veía en horas de estar en la habitación. Sabía lo que procedería, y no estaba preparada en absoluto.
— Leonora Boff, ¿cierto?
— Si digo que no, ¿qué ocurre? —mi voz salió más débil de lo esperado.
— Igual te interrogaremos.
— Bueno, ese no es mi nombre. —volví a decir —. Me llamo Leonor, sin a al final.
— De acuerdo... un error en tipografía. —comunicó el oficial, tachando con su pluma la hoja sobre la mesa. Suspiró y se acomodó en su asiento.—. ¿Por qué Willa y tú estaban en la carretera a las ocho de la noche?
Sin preámbulos: directo al grano. Odiaba a los oficiales. Por suerte, conocía mis derechos, y aunque no haya sido la víctima, era sospechosa, o por lo menos una testigo, entonces sí o sí tendrían que interrogarme, pero no podían hacerlo sin que yo tuviera un abogado. Si metía aquella excusa se zurrarían en mí; nadie toma en serio a una adolescente con apariencia de mojigata estos días, así que tendría que recurrir a la otra estrategia: responder lo más breve posible, y evitar involucrarme mucho en la situación. Por más cruel que sonara, los muertos no tenían voz en la historia, solo su marca.
— Ella quiso ir a la gasolinera a pie a comprar unos snacks.
— ¿Porque quería los snacks?
— Había una proyección de una película en la playa cerca de la carretera. Quería palomitas.
— ¿"Quería" o "Queríamos"?
Auch. ¿Dónde quedó el tacto? Solo míralo a los ojos y dilo endeblemente —: Solo ella... yo... yo ya tenía mi comida.
Quise añadir más detalles, pero ser detallista era haber planeado la historia, y eso lo haría sospechar.
— ¿Puedes describirme todos los sucesos de esta tarde? Justo antes de que... —hizo un ademán con la mano.
— Ya. —asentí en voz baja. No quería que mencionara lo que había sucedido. —Willa y yo... íbamos a ir a la proyección de esa película junto a otros amigos más, pero nos daríamos el encuentro ahí. Nunca llegamos, porque justo se le ocurrió ir a la gasolinera a comprar sus snacks. Le dije que yo ya tenía, pero ella quería exactamente las palomitas dulces que esa gasolinera vendía — menos mal en ello no mentía, en verdad ella amaba esas palomitas. Las amó. —. Tuve que acompañarla y caminamos por el borde de la carretera y.... estábamos riéndonos y.... ocurrió de repente... Willa estaba ahí un segundo y luego... estaba en el suelo sangrando... y.... lo siento, no puedo.
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Las mil crisis de Leonor Boff
Fiksi RemajaLa historia inicia con un muerto. No soy yo. Es ella. Y lo que siguió después.