2- Operación Escape ✯

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Horas sentados en una silla de metal, un señor que no sabe ni que hacer con su vida hablando de Dios-sabe-qué, 38 seres en 4 paredes sin ventanas, una sola puerta, una sola vía de escape

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Horas sentados en una silla de metal, un señor que no sabe ni que hacer con su vida hablando de Dios-sabe-qué, 38 seres en 4 paredes sin ventanas, una sola puerta, una sola vía de escape. Expresiones lamentables en cada uno de ellos, cuerpos adormecidos y tiesos bajo la mesa individual.

Esa es un aula de clase.

*Corrección*

Esa es mi aula de clase.

Aquel olor a pastel me da náuseas por eso cubro mi nariz con mi suéter. Mis ojos casi cerrados por el amenazante sueño que cargo, todo por la noche de ayer, aunque no se ni como llegué a mi casa ni porque mi hermana pequeña estaba en mi cama <<Dos misterios más a mi lista>>.

Aunque mi hermana lleva metiéndose a mi cama desde que empezó el colegio, aún no entiendo-...

—Señorita Morgan, ¿la estoy aburriendo?— pregunta la voz que llevaba rato hablando en el medio del salón.

Volteo mi cara lentamente para cerciorarme de un señor canoso, alto, algo viejo e intimidante estaba a dos pies de mi asiento. El profesor me estaba mirando con algo de rabia. Aunque poco me importó.

Me aclaré la garganta para encontrar mis cuerdas vocales que por un momento habían estado vagando en mis pensamientos.

—Pues sí me aburre, demasiado diría yo—. respondí con una frialdad que hasta yo me sorprendí, sin poder evitar rodar los ojos, lo que atrajo susurros y miradas acusadoras.

Muy sutil para el primer día ¿eh?

Okay, no siempre era tan ruda pero es que me cargaba una resaca bien grande.

Cambie mi mirada por unos segundos del profesor a el aula, todos me estaban mirando mucho más despiertos que antes.

—Oh claro, si le aburre tanto puede salir de la clase. Ah y no solo a usted a todo aquel que le aburra la historia puede pararse e irse para afuera. Que sepan que en esta universidad se gradúan si ustedes quieren.

Un silencio sepulcral inundó el aula, como si hubiese hablado el mismo demonio. Nadie se paró, nadie se movió. Excepto la que tenía una terrible resaca de días.

Recogí mi bolso, me estire, visualicé al profe mirándome con sorpresa al verme parar y los otros estudiantes estaban tiesos. Ni siquiera había murmullos, todos estaban quietos. Emprendí mi camino a la puerta y cuando llegué al lado de esta me volteé hacia aquel salón.

Todas esas caras estaban para tirarles una foto, pero la del profesor me saco una pequeña sonrisa. Y sin decir más salí de aquella aula.

Cuatro segundos.

Cuatro segundos pude degustar mi escapada hasta que el estruendo de una puerta abriéndose a mis espaldas me avisó que el profesor había ido tras de mi.

O eso creí hasta que vi una chica con el pelo poco más largo de los hombros, facciones españolas, ojos entre verde y miel, blanca, pantalones negros, camisa colorida ajustada, muchos accesorios y piercing en la nariz y el ombligo seguirme.

—Joder, un segundo más en ese salón y me clavo la tijera en la garganta—. dice acercándose a mi mientras yo la examino. —Tengo tanta hambre que me comería ese aula completo. Como toda una perra valiente que eres me acompañarás a la cafetería—. Sigue la chica.

—Necesito algo salado o moriré teniendo ese horrible olor en mi sistema—. Dije encaminándome hacía lo que creía que era la cafetería.

—Eres nueva en la ciudad ¿no?— preguntó con un ápice de curiosidad mi compañera de escape.

—No, solo que antes era invincible— ironicé, aburrida.

—Es que esta ciudad es algo cerrada. No creo qué tal actitud hubiese pasado desapercibida. Mierda, dejaste al profesor en un cortocircuito.— Dijo pensativa. Creo que más para ella que para mi por el tono que usó.

Iba a responder hasta que el olor a comida inundó mis fosas nasales y mi paladar apareció enloquecido.

Entramos a un gran salón con paredes blancas, grandes ventanales, iluminación natural y mesas por doquier. Mesas que estaban completamente desoladas. Supongo que es porque deberíamos estar en clase.

Mi mirada cayó en aquella comida grasosa que se encontraba en una vitrina a la derecha. Avance hacia allí y la chica me siguió sin argumentar nada, probablemente estaba tan hambrienta como yo.

La chica que estaba entrando el pollo nos miró con aburrimiento más no con confusión. Al parecer ya había sido testigo de escapes de las aulas.

Sin decir nada agarre un plato y me serví dos piezas, mi compañera hizo lo mismo con las papas y se dirigió a la mesa más cercana.

Rápidamente me dispuse a saborear aquel plato y ella no dudó en hacer lo mismo.

Minutos después solo quedaban restos.

—Gracias por el escape y la comida, ya somos amigas, querida.—Dijo después de unos minutos de descanso.

—Déjame decirte que eres muy fácil de conquistar—. Respondí, divertida.

—La comida es mi debilidad me descubriste. Oh espera, me llamo Bianca Brown, ¿Cómo te llamas chica?

—Taylor Morgan.

—Un gusto Tay, ya eres mi mejor amiga. Espero llevar a cabo muchas travesuras juntas como la Operación Escape. Oh y polvos— dijo, tosiendo sospechosamente en la ultima parte.

—Uf, espero con ansias, Bianca—. Respondí, divertida. Me gusta el humor de esta chica.

Destino o CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora