VIII

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Como resplandece el facsímil color de las amapolas a tu sutil rostro cuando sonrojas,

de luto esta el alba al no poder incidir sobre esta, mientras tanto crece a la sombra

del largo transcurso en olvido la flor de la soledad, húmeda, extensa,

como la tierra en un largo invierno.

Oh dama con corazón, su mirada largamente verde

la luz caí como un agua seca, en trasparentes y profundos círculos de fresca fuerza.

Su pecho como fuego de dos llamas ardía en dos regiones levantado,

Y en doble rio llegaba a sus pies, grandes y claros.

Un clima de oro maduraba apenas las diurnas longitudes de su cuerpo

llenándolo de frutas extendidas y oculto fuego.

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