Capítulo III (2 semanas más, un amor fugaz, aventuras sin igual)

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Al terminar las maletas, procedí a revisar mi boleto de avión, a eso de la 2am y con la camisa aún puesta abierta hasta mi dorso, me percaté de un pequeño detalle inesperado, la fecha del vuelo estaba pautada para dentro de dos semanas, y no para ese día que nos habíamos despedido.

La confusión surgió debido a que en realidad yo no había comprado mi boleto, lo había comprado mi asistente, que era miembro de la organización juvenil que yo presidía, y en el correo de invitación original que ella recibió la fecha que aparecía era esa, dos semanas más.

El ciclo completo de conferencias fue muy dispendioso, todo un mes de gastos y ¿por qué no? De excesos, no hubo ahorros en ningún momento, ni por parte de la universidad, ni tampoco por nuestra parte, los viáticos que habíamos recibido se habían acabado ya un día antes de partir, y yo, había guardado algo en efectivo tan sólo para un par de sándwich y unos Sprite en la terminal.

Llamé a mi amigo en seguida, y le comenté lo que sucedía, él muy apenado, me dijo que al llegar a su casa buscaría la forma de resolver todo de la mejor manera, un cambio en la fecha del vuelo era lo más propicio.

Al consultar, me llamó con la siguiente noticia:

Hermano toqué la puerta de la universidad, y me dijeron "ya no queda presupuesto"

Cambiar la fecha de vuelo equivalía a un poco más de la mitad del costo del boleto, yo consulté con amigos y familiares y en ese momento mi país atravesaba una de las crisis económicas más grandes de su historia y nadie se atrevía por miedo y por incertidumbre, a colaborar con ese monto, además mis ahorros habían quedado como un recuerdo muy lejano.

Después de un buen gusto, un buen susto...

Tocaba resolver de la manera más económica posible, el rector de la universidad propuso que yo me quedara en una de las casas de los curas que formaban parte de la junta directiva de la universidad de fe católica, es decir, en un convento, y así fue, fui con el chofer al día siguiente a mi inusual hospedaje.

A mi llegada al convento, fui recibido con muchas atenciones, ya habían preparado un dispendioso desayuno, el chofer entregó a un mayordomo mis pertenencias y éste a su vez se ocupó de arreglarlas en la que sería mi habitación por dos semanas.

Llegué, tomé el desayuno, me acomodé y en seguida empecé a poner al tanto a mi familia y a mi amigo quien se mantenía apenado y preocupado por la situación; a cada hora me preguntaba sobre cómo me sentía y como estaban las cosas ahí, fui muy honesto y sincero:

El convento era muy grande y estaba para ese momento deshabitado porque los frailes se encontraban en España en unos cursos de formación, además apenas había un señor de servicios generales y una cocinera quienes aparecían en los momentos que lo ameritaban, por su calidad de convento, todo era muy histórico y bonito, más no había WiFi ni TV, a pesar del buen recibimiento y atenciones, no me veía 2 semanas más en ese lugar.

Mi amigo, hizo unas llamadas y resultó que el empresario que nos había invitado a aquella cena antes descrita, tenía una hermana que también había asistido al ciclo de conferencias, y su hermana en esa época era senadora por el partido más conservador del país, en seguida, al enterarse ella de mi situación se ofreció primero a invitarme a comer y segundo a resolver de todas todas, mi situación que ya se tornaba incomoda en el convento.

Yo apenado pero con miedo de quedar en aquel sitio, acepté su invitación a una cena, la senadora me expresó su admiración por mis conferencias lo cual me dejó sorprendido y ruborizado, también me dijo sin matices, que estaba dispuesta a pagar por mi cambio del boleto de avión, pero también me comentó que no deseaba que mis últimos días en México fuesen así y que ella quería mostrarme la mejor cara de la ciudad de la cual se sentía tan orgullosa.

Me propuso amablemente, dejar la fecha del vuelo como estaba, invitarme de huésped en su casa y conocer juntos la ciudad en 2 semanas, me sentí halagado y apenado a la vez, pero por aquello de que en algunas culturas es una falta de respeto rechazar ofrecimientos, acepté (risas).

Hice de nuevo mis maletas, me despedí de todo el personal del convento con abrazo y agradecimientos y salí corriendo al carro que me esperaba afuera, el chofer de la senadora, el señor con todas las normas de etiqueta, tomó mi equipaje y condujo hasta la casa increíble casa de ella.

Y así fue que conocí Tenochtitlán, el museo de Cera, el Zócalo, cientos de catedrales y restaurantes, así fue que conocí las instalaciones de Televisa, el metro de CDMX, Tepito, y al final la catedral y la loma dónde tuvo su divina aparición nuestra señora de Guadalupe.

Cabe destacar que aquí me reservaré por respeto a la senadora y por acotar que todo es basado en hechos reales, los buenos momentos que pasamos juntos y las largas conversaciones al lado del piano de su enorme sala.

Fue ella muy cálida, muy amable, muy atenta, muy genuina y muy sincera, fue ella una experiencia de esas que no se olvidan nunca, por lo espontáneo y real de los momentos compartidos, hasta vimos juntos en el cine la película de Fragmentados, y conocí la sede del congreso de México y otras tantas cosas que se tomarían buena parte de mis relatos.

Comí un plato típico en un restaurant muy famoso de la ciudad, llamado "Manchamanteles" y el nombre llamó mi atención preguntándole a ella ¿por qué se llamaba así? a lo cual me respondió con una sonrisa, al terminar de comer te cuento la historia del nombre de ese plato, y pues ya no hizo falta, comimos y todo el mantel respondió mi interrogante (risas)

Cada vez que salíamos, la gente nos miraba sin disimulo, y es que yo tenía 24 años y ella unos 42 para el momento, y nuestras risas, nuestra alegría y nuestra química llamaba la atención de todos alrededor.

Así transcurrieron dos semanas increíbles que fueron la guinda de aquel inolvidable pastel, al pedir el taxi que me llevaría al aeropuerto, un último ofrecimiento por parte de ella casi eterniza mi existencia en México, pero me negué no porque no fuese absolutamente placentero y tentador aquella oferta, me negué por una mezcla de muchas emociones: miedo, nostalgia, apego y sueños que sólo podía materializar en mi patria.

Así con un tanto de tristeza y alegría, así viéndola por el retrovisor, me despedí de México, me despedí de aquella experiencia única e irrepetible, así me fui de vuelta a mi país.

La estancia en casa de la senadora fue increíble, sino hubiese sido por su mascota de raza Pitbull llamada Hera que me amenazaba a diario con sus filosos dientes a la puerta de mi habitación, una adorable mascota con una capacidad de enviarme a otro plano y celosa por verme compartir con su dueña, créanme que hubiese sido una estancia perfecta. Solo Hera le quitó unos grados de perfección (risas).

Un Milagro IndeseadoWhere stories live. Discover now