Capítulo VII (Un amor intenso)

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Fueron días, semanas, meses de enamoramiento, de salidas, de creatividad, tanto ella como yo entendíamos lo que vivía nuestro país y nos adaptábamos en todo momento con tal de cumplir la meta: vernos.

Mis planes a futuro con ella, y el rápido y profundo enamoramiento que sintió por mí, hizo que ambos nos cuidáramos más en las protestas y de alguna forma yo empecé a tomar cada vez menos protagonismo en las luchas en contra de la dictadura.

Empecé a dejar de presionar por un cambio en el país y me incliné en procurar un cambio en mi vida personal, nuestras primeras escenas de amor, eran absolutamente de película, porque para el momento, ella sola en la ciudad capital, lejos de su familia, había conseguido vivir en medio de la crisis, en una zona de montaña, muy alejada y muy fría, a unos 40 minutos de la ciudad o un poco más con tráfico, con unos paisajes similares a Yellowstone, y con una neblina que se cruzaba entre nosotros.

Una villa alejada, en absoluto silencio, con una vista increíble, con frío y frutas de testigos, ahí vivimos momentos que de seguro también vivieron París y Helena, hasta el momento no me acordaba de nada de lo que le había pedido a la Virgen de Guadalupe, hasta el momento ya los recuerdos recientes de mis ya descritas conferencias y viajes se difuminaban ante sus ojos, ante su cabello, ante ella.

Un día desperté en la villa donde vivía ella, sin haber ido a mi casa por dos días o más y miré hacia la puerta y era ella vestida invitándome a salir rápido para ver el amanecer, llevaba un vestido y un cintillo, y la luz del sol naciente iluminó su humanidad, ahí me dije a mi mismo que ya no había nada que hacer.

Sin embargo, ante tan impactantes e increíbles escenas, había un país cayendo a nuestro lado, había una situación muy crítica en todo nuestro entorno.

Había una verdad inobjetable, ninguno de los dos teníamos ya medios para continuar con esa vida que habíamos llevado por semanas y quizá meses, de lo que nunca nombramos, pero era un noviazgo.

Mi coche no daba más, y nos dimos cuenta el día, que al amanecer en su villa, nos vestimos para ir ambos al trabajo, y se averiaron los frenos y terminamos sostenidos por un poste que frenó nuestro viaje al más allá, a la eternidad.

Yo de alguna manera estaba descuidando mi trabajo de docente y ella el suyo de asistente de administración, habíamos vivido un romance, que en teoría yo estaba financiando con algunas cosas de oro que me habían quedado, e iba vendiendo para tener algo de dinero para nuestras salidas y para vivir allá en aquella villa alejados de todo y de todos.

Un día, y tras ese aparatoso accidente que tuvimos, mandamos un cable a tierra, y nos dimos cuenta que ya era insostenible esa idílica situación.

A mí ya se me acababan las reservas en oro, mi auto ya no daba más y la situación del país le hacía pensar a ella en regresarse a su pueblo natal si no encontrábamos una solución.

Recuerdo una tarde, con mi auto chocado pero siempre fiel, la busqué a su trabajo, y emprendimos el largo viaje hasta la villa mágica, ella tomó su móvil, para revisar, porque según quería darme una sorpresa, y le pagaban su sueldo ese día, y al revisar y ver la cantidad de dinero que le habían depositado por concepto de su quincena, arrancó a llorar, desconsolada en el auto.

Yo paré, y me dijo:

No podemos seguir así, no quiero que terminemos, no quiero que esto se acabe, pero ya tu auto no da más, yo vivo muy lejos y siempre me regañan por llegar tarde al trabajo y mira lo que obtuve hoy de sueldo.

Al ver la pantalla de su móvil, me di cuenta que no alcanzaba sino para dos bebidas gaseosas pequeñas, a decir verdad sólo me quedaba una vieja moneda de oro que guardaba con celo, ya había vendido un par de cadenas y una pulsera, el tablero de mi auto parecía árbol de navidad de tantas luces y si su sueldo alcanzaba para 2 gaseosas pequeñas, el mío alcanzaba apenas para 6.

Era un amor intenso y una realidad acuciante, era un oasis en un desierto en llamas, ambos veníamos de padres trabajadores pero sin mayores riquezas y ya nos habíamos independizado cada quien en su medida desde hacía algún tiempo, con nuestras edades en ese momento deseábamos era ayudar a nuestras familias y no pedirles.

Le dije tras aquel episodio de llanto que tuvo, que nos tomáramos una semana para pensar, sin vernos, ella lo tomó un poco mal y no disimuló y yo pues con algo de miedo pero decidido a mejorar las cosas en medio del caos, asumí la responsabilidad del tiempo que pedí para ambos.

En mi gira de México, hablé con muchos empresarios y ONGs, y recuerdo que habían quedado pautadas varias donaciones de ellos a mi organización pero ninguna se concretó nunca, quizá también por la falta de compromiso y efectividad que tuvimos como equipo, en medio de toda la situación caótica e inesperada que nos tocó vivir.

Ya no contaba con nada de oro, y mis reservas se reducían a mi sueldo cada vez más disminuido.

Esa semana nos buscamos poco y pensamos mucho las cosas, nos queríamos pero ya no podíamos seguir forzando la barra, sino encontrábamos una solución, los hechos fácticos de la vida nos iban a restregar nuestra imposibilidad de sostener una relación adulta y autosuficiente.

Recurrí al oráculo, a mi Abuela (la cual menciono con mayúscula a propósito) le comenté el amor que sentíamos ambos, le comenté lo que nos pasaba y ella entre risas me dijo dos cosas: están ahogados en un vaso de agua y van muy rápido, yo venía de toda la experiencia vivida internacionalmente, venía de vivir momentos intensos de amor, no me iba a parar porque mi Abuela me dijera que iba muy rápido con mi relación.

Al día siguiente, mi Abuela con quién vivía hasta esos momentos, me dijo, estuve pensando en todo, te voy a proponer algo, toma las llaves de mi casa del centro, múdense, todos sus problemas se van resolver viviendo ahí, y tú no tendrás que depender tanto de tu auto, ambos podrán llegar más puntuales a sus trabajos, ahí viví 60 años con tu abuelo, si ambos se organizan les irá bien. 

Un Milagro IndeseadoWhere stories live. Discover now