—Oye, oye, no comas tan deprisa, que nadie te va a quitar la comida —me reprocha Johann al ver cómo engullo mi plato sin ninguna delicadeza.
—¡Ya he terminado! —exclamo dejando los cubiertos sobre la mesa y limpiándome con la servilleta—. ¡Estaba delicioso! —Me levanto de la silla ilusionada.
—Eh... ¿Vas otra vez sola al jardín? —pregunta arqueando una ceja.
—Sí. Solo será un ratito —respondo con una sonrisa y me aliso el vestido, dispuesta ya a marcharme, pero Johann me detiene.
—Has estado haciéndolo mucho últimamente. ¿De verdad que no has encontrado nada interesante en el jardín? Venga... —Me pellizca el brazo con una mezcla de dulzura y súplica—. Dime qué es.
—Que no es nada, en serio —resoplo con un tono tranquilizador—. Es solo que después de comer me apetece dar un paseo. ¡Me sienta muy bien!
—Mmm... Ya veo. Si tú lo dices... —comenta dubitativo y su expresión se ensombrece.
—¡Sí, es eso! Bueno, me voy. ¡Luego nos vemos! —exclamo antes de salir por la puerta. Tras abandonar el comedor, oigo a mi hermano suspirar, pero no dejo que eso me detenga.
Llevo ya unos cuatro días encontrándome con Birdie en el jardín, después de comer, sobre la misma hora a la que nos conocimos. Lo tengo que hacer a escondidas de mi hermano, cuyas sospechas parecen crecer, y me apena haberle mentido en más de una ocasión. Sin embargo, estoy tan contenta cada vez que me encuentro con Birdie en el jardín... Quizá eso se deba a que nunca he tenido amigas y que venga alguien a verme me hace sentir especial. ¡Es algo completamente nuevo para mí! En la parte trasera del jardín, junto a las Señoritas Testoud, ahí es donde siempre quedamos.
—¿Birdie? ¿Estás ahí? —pregunto mirando a todas partes—. ¡Oh! —Su cara risueña aparece entre los matorrales del jardín y cuando nos miramos coloco un dedo sobre mis labios en señal de silencio. "Shhhh". Ella se ríe y hace lo mismo, es nuestra forma de hacernos cómplices del secreto. Las dos sonreímos.
En nuestros encuentros clandestinos no solemos hacer nada destacable. Normalmente nos sentamos en un pequeño banco del jardín y charlamos, pero mi parte favorita es cuando ella me habla sobre el mundo de fuera. Ayer me contó que en su pueblo hay una gran fuente decorada con esculturas de dioses y que la gente lanza monedas al agua pensando que les trae fortuna; también me habló de las señoras tacañas y arrogantes que van vestidas con trajes de seda y exhibiendo montones de joyas. Hoy me ha estado contando cómo es su familia, la casa en la que vive y su afición por montar a caballo. Parece que pertenecen a la baja burguesía de provincias y su familia se dedica al comercio. A veces pasan malas rachas, pero por lo que cuenta todos están muy unidos. No importa lo que sea, cualquier cosa que salga de su boca es algo totalmente nuevo y maravilloso para mí. "¡Cuéntame más cosas sobre tu hogar!", "¡Eso parece muy divertido!", "¡Qué suerte tienes de visitar tantos sitios!" suelo responderle. Las historias de Birdie me provocan unas incontrolables ganas de salir al exterior, y cuanto más escucho, más fuerte se vuelve ese deseo.
Después de un rato hablando, la joven calla unos segundos y suspira con cierta expresión de tristeza. Me pregunto qué le ocurre.
—¿Birdie?
—Dime una cosa, Jane —dice de pronto—. ¿Por qué no sales al exterior?
Es una pregunta que me esperaba y que, en el fondo, también me pone triste.
—Porque soy una niña —respondo, pero ella niega con la cabeza y prosigue.
—Yo también soy una niña. Debe haber otra razón.
—No... No es eso lo que quiero decir... —me aturullo y no consigo encontrar las palabras adecuadas, así que bajo la cabeza—. Es solo que... Es porque Joha..., digo, mi hermano mayor... Él dice que no puedo salir porque hay muchas cosas malas y siniestras ahí fuera —resoplo—. Todo el mundo intentará hacerme daño.
Birdie me mira perpleja y parece desconcertada ante mis palabras. Luego suspira y me observa con ojos apenados.
—¿Sabes, Jane? Ahí fuera no todo es malo y horrible. También hay muchas, muchas cosas hermosas y personas agradables que no te harán sufrir —explica haciendo gestos con las manos—. Yo, por ejemplo, vengo de fuera. ¿Crees que he venido a hacerte daño? —pregunta y yo le lanzo una mirada rápida de arrepentimiento.
—¡No, por supuesto que no! —exclamo—. Tú eres buena, divertida y me lo paso muy bien contigo; siempre me cuentas cosas preciosas y yo... —Me detengo un momento sin saber cómo continuar. En su rostro alegre aparece una tierna sonrisa.
—Te lo prometo, Jane —dice cogiéndome la mano—. El mundo es un lugar maravilloso.
—¿De verdad? —pregunto con una tímida ilusión en mi pecho.
—De verdad.
Después de nuestra conversación, acompaño a Birdie, como siempre, hasta el agujero en la verja por el que siempre entra.
—Oye, Jane. ¿Qué te parece si un día de estos te vienes conmigo a ver mi pueblo? —me pregunta antes de irse y su propuesta me deja estupefacta—. No está muy lejos de aquí y podría ser una buena ocasión para ver con tus propios ojos que tu hermano se equivoca.
—Yo... Lo entiendo y créeme que me gustaría muchísimo hacerlo, pero... —titubeo y miro a Birdie, que me contempla con sus grandes ojos risueños y yo siento como si estuviera en una encrucijada. No quiero que Johann se enfade, pero visitar el mundo de mi nueva amiga se ha convertido en mi mayor deseo. Las palabras de Birdie me han hecho ver que quizá haya un atisbo de esperanza y que salir afuera no sea del todo imposible.
—Bueno, ¿sabes qué? Intentaré hablar con mi hermano mayor —le digo al fin.
—¡Yay! —Birdie esboza una gran sonrisa y abre los brazos antes de abalanzarse alegremente sobre mí.
—¿B-Birdie?
De repente, me encuentro rodeada por sus brazos mientras ríe dulcemente. En este instante me doy cuenta de algo. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien que no fuera Johann me tocara. A pesar de mi sorpresa inicial, le devuelvo el abrazo a mi amiga. Qué sorpresa... El pecho de Birdie es cálido y diferente al de Johann.
Solo se escucha el piar de los pájaros y el sonido del viento haciendo vibrar las ramas de los árboles. Me mantengo quieta, envuelta en su abrazo durante unos instantes, y siento como si todo lo malo desapareciera. Es tan reconfortante...
Birdie se separa de mí al cabo de unos segundos y la veo dirigir sus manos a la parte posterior de su cuello. Se quita un colgante plateado y lo extiende sobre mi mano.
—Quédatelo —dice—. Este relicario me ha protegido desde que era pequeña, así que mientras lo tengas, nada malo puede pasarte.
—Pero, Birdie. Esto es muy personal, no puedo aceptarlo... —replico observando el objeto.
—No te preocupes, yo ya lo he llevado mucho tiempo y ahora quiero que sea tuyo. Considéralo un regalo de tu amiga. —Sonríe y yo me alegro tanto de que me llame así—. Además, tiene un grabado de unas flores y, para mí, tú eres "la chica de las flores". —Las dos empezamos a reír.
—¡Hasta pronto! —Se despide con la mano y la veo alejarse por el agujero de la verja y entre los árboles del bosque.
***
"Hasta pronto", eso dijo... Sin embargo, después del día en que nos dimos el abrazo, Birdie no volvió a aparecer de nuevo. La esperé al día siguiente, y al otro, y al otro, sentada en nuestro banco de siempre, sola, aguardando su llegada y deseando que volviera a verme. Día tras día y ni rastro de ella. Me pregunto si habrá ocurrido algo... No puede haberse olvidado de mí de esta forma.
Y... En menos de lo que creía, ya ha transcurrido más de una semana. Al final decidí dejar de salir afuera, pues he perdido toda esperanza de que Birdie vaya a regresar. Pero entonces... ¿Fue todo aquello un juego para ella? ¿Una mentira, un engaño? En mi cabeza todo está mezclado y ya no sé qué pensar. ¿Le habrá pasado algo? Ella no dejaría las cosas así sin más. Después de todo..., somos amigas, ¿cierto? Preguntas como estas no paran de rondar mi cabeza. Pero aún sigo sin comprenderlo... ¿Tan poco conocía a Birdie?
ESTÁS LEYENDO
La cuna de espinas
Misterio / SuspensoEn una época muy jubilosa y tranquila, a través de las colinas inglesas, a varias millas de distancia del bosque y el pueblo, existe una mansión que parece huir del mundo, custodiada por un extenso jardín de rosas. Dos hermosos hermanos viven clande...