Faltaban solo dos días para que la clase 1A se fuera a cumplir la misión a Sapporo.
Los profesores, habían decidido dejar que los estudiantes se fueran el fin de semana a casa de sus padres para preparar sus maletas y avisar sobre su misión como héroes (no profesionales, aún).
Era sábado por la mañana, Eijiro estaba nervioso por ir a visitar a sus padres y contarle sobre la noticia.
Realmente era algo triste para él el no poder ir ese año con ellos a ese tan esperado festival. Pero les tenía una promesa.
Al llegar a su casa, tocó la puerta ansioso esperando ver a sus amados padres. Espero unos segundos y la puerta fue abierta por una señora con el cabello negro y corto, sus ojos eran rojos y brillantes. Al ver a su hijo, sonrió y se pudo notar que sus dientes eran normales.
A penas lo vio, le dió un fuerte abrazo.
—¡Te extrañe mucho mi niño! – dijo la mujer mientras pequeñas lágrimas de felicidad caían por sus mejillas.
—Yo también te extrañe mucho mamá – sonrió – ¿Dónde está papá? – se separaron aún con las sonrisas en sus rostros.
—Él está en la cocina – seco sus lágrimas.
El pelirrojo entro y dejo sus cosas en la entrada para ir a saludar a su papá. Cuando llegó dónde estaba, le tocó el hombro.
Por detrás se podía ver qué era un hombre bastante grande, su cabello era marrón y en forma de picos. Al darse vuelta, se podía notar que sus ojos eran rojos también y al sonreír, se notaron los dientes filosos. Iguales a los de su hijo. Ambos se abrazaron fuertemente.
El amor que se demostraba la familia realmente era algo que admirar, entre ellos se querían mucho.
Al separarse, el pelirrojo recogió sus cosas y las llevo a su habitación. Al bajar, decidió hablar con sus padres.
—Mi niño, ¿Estás preparado para ir al festival? Este año iremos de nuevo, veremos las esculturas de nieve que tanto te gustan ¿Irá tu novio también? – su rostro cambio rápidamente de expresiones. Paso de una feliz a una algo molesta.
—¡Papá! – exclamó sonrojado Kirishima.
Sabía que Bakugo no le había dado una muy buena impresión la primera vez que lo conoció, pero sabía que con el tiempo lo aceptaría.
—Y sobre el festival, este año no podré ir con ustedes – agachó su cabeza algo triste – iré con la escuela, tengo que cumplir una misión y nos quedaremos la semana del festival...
—Mi niño, no te preocupes. Sabemos que tienes que cumplir con las misiones de héroes – sonrió y abrazo a su hijo.
—Iremos el año próximo, no te preocupes campeón – sonrió y abrazo a su esposa por los hombros – y sobre nosotros, podemos ir a otro lugar – se acercó a la mujer y le susurro algo al odio, a lo cual la señora reaccionó con un pequeño sonrojo y sonriendo.
Eijiro se quedó mudo, entendía sobre lo que hablaban sus padres y no estaba muy orgulloso sobre eso. Pero, a la vez, estaba feliz porque finalmente iban a poder hacer algo solo ellos dos.
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