Te encontraré en el futuro.

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Ship: Yuzuvgenia

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La muerte existe, no como lo opuesto a la vida, sino como parte de ella. | 死は生の対極としてで はなく、その一部として存在している」- Haruki Murakami

Después de casi 14 horas de vuelo, Evgenia Medvedeva y su madre al fin llegaron a Canadá. La joven patinadora rusa sonrió de felicidad por el nuevo comienzo frente a ella luego de tantas emociones fuertes durante y después de las olimpiadas de Sohi, ahora sería guiada por el talentoso y carismático Brian Orser, coach de campeones.

Apenas llegaron a casa, la campeona olímpica y su madre comenzaron a desempacar lo máximo que el cansancio les permitió, luego cenaron, se ducharon y se fueron a dormir, ya que al día siguiente sería el primer día de entrenamiento, algo ligero mientras a ella se la pasaban los estragos desastrosos del lag.

Con los patines colgando del cuello y la maleta deportiva al hombro, Evgenia se detuvo frente a la entrada del TCC, respiró hondo con los ojos cerrados y enseguida entró. El ambiente era gélido, normal en una pista de hielo, pero esa sensación se desvaneció cuando vio frente a ella a Yuzuru Hanyu... Estaba tan guapo como siempre, deslizándose por el hielo con una gracia impresionante, como si flotara, quedó embelesada por quién sabe cuanto tiempo, hasta que la burbuja en la que se introdujo fue rota por Brian Orser, quien la saludó y le pidió que lo acompañara a su oficina. Ahí, discutieron varios temas, principalmente los objetivos que quería alcanzar y el modo en que trabajarían para lograrlos, luego, los dos fueron hasta la pista y ahí Brian la presentó a los demás patinadores.

En un inicio, Evgenia mantuvo la mirada en el hielo, nerviosa, pero cuando escuchó a sus nuevos compañeros aplaudir, la alzó y se encontró con la mirada de Yuzuru fija en ella... revolvió las manos para controlarse y luego agradeció a todos por la bienvenida.

El entrenamiento comenzó, ella hizo todo lo que Brian le ordenó, y en todo ese rato, sintió una intensa mirada encima... No se atrevió a mirar alrededor, pero esa energía era sin duda de Yuzuru Hanyu. Primero, se sintió algo ansiosa con eso, pero con el transcurso del tiempo se relajó y disfruto del hecho de tener la atención de su gran amor platónico, porque sí, desde que comenzaron a convivir en las competencias internacionales en las que se cruzaron, sintió un chispazo, doloroso pero reconfortante al mismo tiempo, y una fuerte corazonada le decía que Yuzuru se sentía igual (los ojos nunca mienten), a pesar de que él se alejara drásticamente de un momento a otro.

Al concluir con la sesión de ese día, la joven rusa dispuso volver a casa temprano para comer algo con su madre, pero sus planes cambiaron cuando escuchó la voz llamándola:

—Evgenia— ella se giró— ¿te gustaría que vayamos a tomar algo? — preguntó Yuzuru salvajemente, y aguardó con paciencia por la respuesta, que tardó varios segundos

—Claro, me encantaría, un momento— sacó su celular, le envió un mensaje a su mamá para avisarle que llegaría un poco tarde y caminó a la salida, con Yuzuru a su lado

En el estacionamiento los esperaba un chofer, pero él le pidió que le permitiera conducir, y aunque el joven dudó por un momento, al final accedió y le entregó las llaves a Yuzuru, quien luego de cerrar la puerta del copiloto luego de que ella subiera, se sentó en el asiento del conductor y encendió el radio. Comenzó a sonar música clásica: "La coda de Odile", hermosa pieza clásica del compositor Piotr Ilich Chaikovski. El recorrido fue tranquilo, ninguno de los dos habló, se limitaron a escuchar la música hasta que llegaron a un restaurante pequeño y de estilo japonés. Evgenia sonrió... sí, un japonés era su amor platónico, pero incluso desde antes de conocerlo la cultura japonesa le era interesante y llamativa y a lo largo de los años acumuló bastantes conocimientos al respecto.

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