Prólogo

476 15 3
                                    

Mis ojos se abrieron en sorpresa, no podía creer lo que estaba viendo, no podía ser él... no, mis ojos se llenaron de lágrimas y mis labios temblaban

—Tú— le grité — ¿Por qué lo hiciste?– ¿como pude estar tan ciega todo este tiempo? —Te odio, te odio!— mi voz se quebraba con cada palabra que salía de mi boca, sus ojos se llenaron de lágrimas y sus manos llenas de sangre dirigiéndose hacía mi

—Déjame explicarte, por favor, es una trampa... lo juro yo no lo hice— su voz se quebró y gruesas lágrimas brotaban de sus ojos hacia sus mejillas— tú sabes muy bien que nunca haría algo así... jamás les haría algo así— intento acercarse a mi y retrocedí

—Aléjate, un paso más y basta para matarte con mis propias manos, solo aléjate de mi ¿cómo pudiste hacerlo? ¿Tienes idea de lo que has hecho? Me has dejado sin nada— en ese momento sentí mi mundo caer encima de mi cuando mis ojos viajaron a alguien más, me detuve en seco

—No... —susurré por lo bajo, sentí como si me hubieran dado una puñalada justo en el corazón— No, no, no— me acercaba lentamente a su cuerpo sin vida, no podía ser real, debía ser una pesadilla, esto no es real no... me desvanecí, sentí todo el dolor en mi pecho como si faltara algo dentro del mismo, mi corazón acelerado, mis manos temblando y mis ojos llenos de lagrimas, no podía ver nada mas que el cuerpo sin vida en mis brazos, subi mis ojos para verlo a él, él estaba llorando viendo el cuerpo sin vida y queriéndose acercar

—Ni te atrevas acercarte— dije entre llanto, la rabia y el dolor en mi voz era notable, eso sentía... rabia y dolor, no podía ver su cuerpo sin vida allí, el dolor crecía cada vez más cada que lo hacía, sentí como si me faltara el aire, tenía un vacío que no sabría explicar, estaba rota, estaba muerta en vida, ya basta de dolor, ya basta de sufrimiento, así que con todo el dolor de mi alma me levante a duras penas, camine y me detuve frente a él mirandolo a los ojos

—Si vas a matarme, hazlo ya— ya no me importaba nada más, lo había perdido todo, no quería sufrir más, no quería sentir esto que ya me estaba matando, quería irme... quería morir, entonces pasó... su mano agarró el arma que tenía dentro de su chaqueta negra de cuero y apuntó a mi dirección, su mano temblaba

—Lo siento tanto mi niña— dijo en un susurro que apenas pude escuchar y entonces... me disparó.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora