Viernes 25 de diciembre, 1998

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La cena de la familia Weasley para Navidad era uno de los eventos más importantes del año, así que los preparativos de la comida comenzaban poco después del almuerzo, que también era considerado muy importante (aunque claro, las increíbles delicias que Molly preparaba se guardaban para la noche). Y es que se trataba de la única oportunidad en la que todos, todos, podían estar reunidos para compartir un tiempo juntos. Aunque claro, a partir de mayo, la familia nunca estaría cien por ciento completa: faltaba Fred.

Alrededor de las cinco y media de la tarde, Molly Weasley terminaba de hornear su maravilloso Budín de Navidad. Movió su varita para que los platos, vasos y cubiertos que estaban en la alacena salieran de su lugar y comenzaran a acomodarse frente a las sillas, sobre un bello mantel color rojo, verde y blanco, lo más navideño que encontró entre los cajones. Mientras todo tomaba su lugar, la señora Weasley se acercó al árbol y controló que éste estuviese impecable. Prendió unas velas que se suspendieron en el aire, cerca del árbol, que hicieron que los regalos lucieran aun más resplandecientes de lo que ya estaban, con sus envoltorios brillosos y sus moños enormes, esperando a ser abiertos.

Suspiró cuando regresó a la cocina, y se quedó mirando por la ventana. Muchas veces le pasaba que se quedaba pensando, así, parada y mirando a través de la ventana el bello paisaje, que ahora estaba cubierto de nieve.

Pensó en Fred. Su querido y tan adorado Fred... Cuánta falta que le hacía. No había un solo día que no lo extrañase, que no pensara en él.

Un sollozo se le escapó. Su vista se vio nublada por un segundo: varias lágrimas se desprendían de sus ojos, como tantas veces pasaba.

Sería su primer Navidad sin su Fred.

—¿Mamá? —preguntó una voz a sus espaldas.

Molly quitó las lágrimas de sus ojos, giró sobre sus talones y se encontró con Ron. Él cargaba un canasto, del que sobresalían mangas, probablemente de la ropa que habían utilizado él y Harry los días que habían estado en Kendal para dar su examen.

—Deja eso por allí —hizo un gesto con la mano—. Mañana lo lavaré... ¿Necesitan algo? ¿Tienen ropa para esta noche? —Ron asintió— ¿Y Harry? Quizás pueda hacerme un lugar para lavarlo, aunque dudo que con este clima se seque a tiempo...

—No te preocupes, mamá —respondió el pelirrojo—, todavía tenemos algo que usar.

—Bien, entonces déjala allí.

Ron se alejó un momento y dejó el canasto bien alejado de donde estaban. Estuvo a punto de irse, pero regresó.

—¿Estás bien?

Molly asintió.

—Claro.

Aunque era obvio que no era así.

No sabía si era por la época, por la nostalgia o por qué, pero se tomó un segundo para mirar a su hijo. Aun recordaba cuando era pequeño: cuando dijo su primera palabra, sus primeros pasos, la vez que Fred casi le hace jurar un Juramento Inquebrantable, la vez que los gemelos convirtieron su oso de peluche en una araña, todo...

Tantos hijos, tanto que hacer todo el tiempo, tanta preocupación por Voldemort, todo lo relacionado a él y a Harry, que no se había percatado de lo mucho que habían crecido sus hijos... En especial, Ron.

De sus ojos volvieron a brotar miles de lágrimas. Ron se alarmó, pensando que había hecho algo malo; lo cual era raro, dado que casi no había dicho nada. Dio unos pasos hacia delante, y cuando estuvo cerca de su madre, ella lo abrazó con fuerza.

Nuevamente, él no dijo nada. También la abrazó, aunque seguía confundido, y se mantuvieron así hasta que Molly decidió tomar distancia.

Una idea apareció en su cabeza.

El Primer Paso | RomioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora