Prólogo

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Bajo la luz de las farolas, a solas de camino hasta su casa, Lance piensa en lo desastrosa que ha sido su cita de esta noche.

Conoció a esta chica, Nyma, hace dos semanas por una aplicación. Han estado hablando desde entonces y se sentía muy emocionado, esperaba sus mensajes durante todo el día y sentía esa calidez reconfortante en el cuerpo durante sus charlas nocturnas. Había algo ahí, esa chica le gustaba. Claro que se había dado cuenta de que sus conversaciones eran vacías y le costaba un poco mantenerlas, pero aún no había confianza, es normal. No tenían muchos intereses en común; ella lee varias revistas de moda y él pensó que el tema ya le interesaba un poco, así que se podría comprar alguna y tener algo de lo que hablar. No funcionó. Esta noche habían decidido verse en persona y había sido tan incómodo y desastroso que ni siquiera quisieron hacer algo juntos después de la cena, se separaron de inmediato. ¡Lo posterior a la cena es la parte favorita de Lance! Paseos románticos por el parque, acompañarla a su casa, tal vez compartir un beso y muy muy muy tal vez pasar la noche juntos. Nada de eso, nada.

Piensa, piensa y piensa, desanimado mientras camina. No cree que vuelvan a hablar ya, pero por si ella intenta contactarle de nuevo comienza a planear el discurso de rechazo en su cabeza. Otra vez. ¿Cuándo conocerá a la persona indicada? Está cansado de ilusionarse una y otra vez con espejismos que se desvanecen en la nada.

Al abrir la puerta de su piso, se encuentra a Keith tirado en el sofá mirando un concurso de la tele con expresión aburrida. Suspira y pone una sonrisa en su cara, ya preparado para animar el ambiente.

—Qué pronto has llegado —comenta el chico sin mirarle, mientras Lance cierra la puerta y comienza a dejar sus cosas en el recibidor.

—Sí, bueno, yo al menos he salido. ¿Estos son tus grandes planes para un sábado por la noche, telebasura y frituras?

Keith suelta un jadeo ofendido y le tira una patata frita, pero esta solo se enreda en los abrigos colgados en la puerta. Lance se ríe y agarra la patata, lanzándosela a la cara y dándole de lleno. Se deja caer en el asiento a su lado y echa la cabeza hacia atrás con un gemido lastimero.

Keiiiiith, ¿por qué siempre todo me sale mal? No voy a tener citas nunca más.

—Eso es mentira, para desgracia de ambos —le responde exasperado. Lance hace un puchero.

—¿Y tú qué? Dime que al menos uno de los dos está teniendo éxito.

Keith suelta una risa sarcástica.

—Sí, va a ser que no.

—¿No estabas hablando con aquel chico? —pregunta más serio, con curiosidad.

—Estaba. Empezó con esa mierda de que nos pasemos nudes. En serio, nos conocemos de hace cinco días, no me ha dado tiempo de interesarme en ti, ¿por qué quieres verme la polla? Yo no quiero verte la tuya.

Lance resopla una risa contra la palma de su mano, intentando aparentar seriedad sin conseguirlo. La mirada de muerte de Keith le haría sentir mal si no supiera detectar ese brillo de diversión en sus ojos tras todos estos años de amistad.

—No lo sé, la gente es tan rara. Para hacer esas cosas se necesita mucha confianza.

Se quedan en silencio por un rato, viendo el programa en la televisión. Lance es incapaz de prestarle atención, sin embargo, todavía pensando en lo sucedido esta noche.

—Siento que últimamente soy incapaz de conectar con nadie. Los primeros dos días me emociono de conocer a alguien nuevo y después todo se esfuma, ¿sabes? No tenemos tema de conversación, tengo que ponerle demasiado esfuerzo, nada se siente natural.

Tienes que ser tú [Klance]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora