Capítulo 1 - Fría noche de invierno

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Amelie Stein

Tuve el placer de conocer a la familia Stein en una fría noche de invierno.

Mamá se encontraba descansando en el suelo y estaba helada al tacto. Por mi cuenta, buscaba que llevarme a la boca. Me dolía la barriga y mi cabeza pesaba.

Cuanto por fin me resigné a no encontrar nada, me limité a observar a mi madre descansar. Era increíblemente hermosa, parecía un ángel caído. Sus pestañas acariciaban su rostro, sin embargo, la palidez de sus labios me inquietaba. Creo que a la vista de cualquier niña de 6 años, su madre es la perfecta definición de belleza.

Mamá era una mujer diferente a las demás. Pocas veces jugaba conmigo o atendía mis necesidades. La vi llorar muchas veces. No entendía la razón detrás de sus lágrimas.

Su llanto y temblor cesaban cuando acercaba una aguja a sus muñecas o dedos. Veía como las pequeñas arrugas en su frente y alrededor de sus ojos desaparecían. Era el único momento en donde se encontraba totalmente relajada. No me gustaba que mamá hiciera eso, sin embargo, tampoco me gustaba verla llorar.

Un hombre venía seguido a casa. Se limitaba a observarme desde lejos. Sabía que lo que capturaba su atención era lo peculiar de mi mirada. Mis ojos de diferente pigmentación. Mamá a pesar de que no me atendía de la mejor manera, no dejaba que aquel hombre se acercara a mí.

El hombre nunca lo hizo. Mamá siempre lo alejó de mí.

Esa noche le pedí a mamá que me leyera un libro. Ella sorprendentemente accedió. Estaba feliz. La noche cayó acompañada de la dulce voz de mi madre biológica.

A mitad del cuento, recurrió a las agujas que se encontraban en el cajón de la cocina. Perforó su piel. El cuento dejó de tener sentido con el pasar de los minutos. Mi mamá cerró los ojos y la acosté, tapándola con una pequeña cobija.

Tenía hambre. Tenía frío. Tenía miedo que venga aquel hombre y mamá no pueda interponerse entre los dos. Lloré en silencio, justo como mi madre lo hacía. La había visto.

A la mañana siguiente, esperé que mamá se levantara, sin embargo no lo hizo. No comí en todo el día. Me dolía el cuerpo.

Una parte de mi comenzaba a aceptar que mi madre estaba muy cansada, por lo que ella no se volvería a levantar. Mi corazón bombeaba muy rápido ante aquel pensamiento. Era entendible, cualquier niño, o incluso adulto, le tema a la soledad. La soledad suele ser un temor constante. Un arma de doble filo, que tarde o temprano te deja vulnerable.

Quería lavar mi cuerpo y dientes. Quería comer.

Mamá seguía descansando.

Llovía.

Me acosté rápidamente al lado de mamá buscando un poco de calor. No percibí nada. Ella estaba helada, incluso más de lo que solía estar. Busqué distraerme con su belleza, sin embargo, el color morado de sus labios y mejillas me asustaba. Sin importar lo duro y helado que se sentía su cuerpo, la abracé. La necesitaba después de todo. Era una niña.

En medio de mis sueños, escuché un fuerte estruendo. Me paré rápidamente y tapé a mamá con una cobija. No quería que le hagan daño.

En medio de la oscuridad aparecieron cuatro figuras vestidas de negro. Tenía miedo y ganas de llorar.

Quería que mamá despierte y los aleje como alejaba a aquel hombre de mí.

Una de ellas al verme se arrodilló y levantó su mano en dirección mía. Sentí que estaba pidiendo permiso para tocar mi rostro. Con el corazón en la garganta y la adrenalina fluyendo por mis venas, asentí. No sabía porque lo hice, sin embargo, parecía lo correcto.

Aprender A Sentir | Fanfic Frey Stein | +18 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora