Podríamos haber gastado las letras
en palabras inconclusas
y en cartas sin papel.
Podríamos haber gastado nuestros suspiros
en discursos malogrados
y en alegría suspensa.
Podríamos haber gastado el día 88
en música inerte
y en caricias molestas.
Pero la verdad,
es que los dos sabíamos
que no se gastaría.
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