Capítulo I: En el que Alex piensa "mi vida es una mierda"

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– ¡Bardugo!

   Alex suspiró con pesar ante el llamado de su jefa. Había personas molestas en este mundo, pero la dueña de la heladería las superaba y por mucho.

–  ¿Sí, Jude? – respondió.

–  La clienta de por allá, mi madre – dijo, señalando una de las mesas –, es una de las mejores clientas de la casa. Compra aquí desde que el negocio comenzó y está esperando hace más de diez minutos a que le tomen su orden ¿Se supone que ahora es mi trabajo atenderla? ¡Ve!

   Ella se esforzó por poner una sonrisa antes de caminar hacia la señora, mentalizándose con un "si no sonrío y no soy amable, me despiden".

   Digamos que desde sus diecisiete años, lo único que había hecho había sido mudarse con su mejor amiga y conseguir un trabajo. Después de terminar la secundaria, Lucía regresó a Argentina a estudiar medicina, y al terminar la carrera volvió a Londres, dispuesta a quedarse a vivir ahí. Ella y Alex nunca perdieron el contacto, así que cuando alquiló un departamento inmediatamente invitó a su amiga a quedarse ahí. En un principio, se negó, ya que su dinero no alcanzaba para pagar la renta, pero después de una mentira piadosa de Lu acerca del costo, aceptó la invitación.

   ¿Alex podía aspirar a un trabajo mejor? Por supuesto. Tenía su secundario terminado y una cantidad de diplomas que, obviamente, tendrían mucho peso a la hora de buscar empleo, pero desde que fue rechazada, ya no le interesaba buscar otras opciones mejores, aunque fuera consiente de que podía. Simplemente sobrevivía. Lucía, Emma, y demás amigas suyas intentaban animarla a reenviar su solicitud a la universidad, pero era inútil. Ella se había rendido en la vida. Por lo menos tenía salud... Exceptuando la ansiedad, pero en lo demás tenía salud.

–  ¿Sí, señora? ¿Puedo tomar su orden? – preguntó amablemente.

–  No, por supuesto que no, vine aquí solamente a sentarme y disfrutar del frío de la heladería siendo una señora mayor – respondió – Obviamente sí, chiquilla ¿Eres tonta?

   Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Alex estaba acostumbrada al mal trato por parte de los clientes (Los clientes irrespetuosos son más comunes de lo se cree y más si eres mesera o alguna profesión de ese estilo en la cual algunos clientes se sienten superiores), pero su día había sido realmente asqueroso, por lo tanto esta vez no pudo mantener la boca cerrada.

–  ¿Lo es usted? ¿O tal vez su visión es tan poca que no ve que el lugar está lleno y solamente hay dos meseras?

–  ¿Disculpe? – exclamó, ciertamente sorprendida por la respuesta.

 – Muchas gracias por sus disculpas – dijo, sonriendo falsamente – ahora sí ¿Qué va a pedir?

 – Tal vez un poco más de respeto por parte de una mesera mediocre como tú.

–  El respeto es recíproco, anciana – respondió – no espere que yo la respete si me llama mesera mediocre. Agradezca que la sigo tratando de usted.

 – Este es el peor trato que he tenido en todos los años en los que he venido aquí – se quejó, levantándose de la silla con rapidez.

 – Pues alguien necesitaba hacerle recordar que los meseros son igual de personas que usted – finalizó, mirándola con aires desafiantes.

   La señora se levantó sin decir una palabra, caminando hacia Jude. Alex cerró los ojos, sabiendo lo que se avecinaba. Volteó a ver a su jefa, que, de hecho, ya la estaba mirando y no precisamente feliz.

– Mierda.

–  ¡BARDUGO!

[...]

Stop the time - Freddy CarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora