Capítulo IV: En el que Alex viaja a Hungría

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  El tiempo corre igual para todos ¿Verdad? Un minuto siempre será un minuto, un segundo siempre será un segundo y una hora siempre será una hora. El problema del tiempo radica cuando no te das cuenta que avanza y no se detiene. Cuando dices "lo haré mañana", pero no lo haces, y mañana vuelves a decir la misma frase. Bueno, gracias a eso, Alexandra se encontraba armando las maletas como una maniática, pues no se percató de que cada vez que decía "lo haré mañana", el viaje a Hungría estaba más cerca, y así terminó empacando el mismo día que debía viajar. Tenía la suerte de que el viaje era a la noche, por lo tanto, podría hacer unas cuantas cosas más antes de irse.

– Lucy, ¿viste por algún lado mi cargador? –gritó Alex, buscando entre las repisas.

– Está en el cuarto cajón de la cocina. De hecho ¿Para qué quieres un cargador si no tienes teléfono? –preguntó su amiga, apoyándose en el marco de la puerta.

– Porque compraré un teléfono allá, espero, si no es muy caro.

Sí, había pasado una semana desde que Alex había roto su teléfono y, por pura vagancia, no había ido a comprar otro.

– Lleva una agenda con todos tus contactos anotados porque los vas a olvidar.

– ¿No es más fácil llevar el chip y ponerlo en el teléfono nuevo?

– Tienes un punto, pero el chip se pierde fácil y, conociéndote, lo vas a perder –le dijo, ayudándola a terminar de guardar la última pila de ropa.

– Nah, no creo –Lucy rodó los ojos y murmuró algo en español por lo bajo.

Antes de irse, tenía que ir a visitar a su padre, pues seguramente se enojaría si se enterara que su hija se fue a Hungría sin jugar una última partida de ajedrez de despedida. Apenas terminó de empacar, saludó rápidamente a Lucy diciendo que volvería en unas horas y salió camino a casa de su padre.

[...]

Dominic Gerard Grant no era lo que se dice un padre serio. Siempre buscaba formas de hacer reír a su hija, pensando en alguna broma para jugarle a algún amigo. A sus cuarenta y ocho años, Dominic tenía la vitalidad de un adolescente de diecisiete.

Él y Beatrice salieron por unos cuantos años antes de que él rompiera con ella. En un principio, la relación era hermosa, como salida de la televisión, pero, después de un tiempo, el comportamiento de Beatrice comenzó a ser más y más tóxico, al punto de enojarse si él salía de fiesta o se negaba a salir con ella porque tenía que estudiar. Por esta y más razones, Dominic decidió que lo mejor para ambos sería dejar la relación y quedarse con los buenos momentos. Él no se enteró de que tenía una hija sino hasta ocho años después de haber roto con Beatrice, y ni siquiera fue porque ella se lo dijo, no, la que le dio esa información había sido Leigh. Durante una charla, a Alex se le ocurrió preguntarle a su tía quién era su padre. Ella estaba muy confundida pues, según su hermana, él buscaba a la niña fin de semana de por medio. Para saciar su curiosidad, fue a casa de Dominic a preguntarle por su hija, encontrándose con que no tenía ni la menor idea de que existía. Ese mismo día, él tuvo una gran discusión con Beatrice, incluso casi involucran a la justicia, pero al final ella accedió a dejarlo ver a su hija. Desde ese momento, Dominic se involucró en la vida de Alex de una forma en la que su madre jamás había sido capaz. Le enseñó desde como jugar al ajedrez hasta que no debía dejarse pisotear por nadie.

Alex hizo sonar la campana. Inmediatamente después, escuchó el sonido de las llaves en la puerta.

– ¡Alex! –exclamó Dominic, riendo con alegría– qué hermosa sorpresa, pasa, hija.

– Hola, pa ¿Cómo estás? –le dijo, colgando su abrigo en el perchero al lado de la puerta.

Él se encogió de hombros– Mñé, como todos los días, tenía planeado salir pero me quedé viendo la televisión y perdí la noción del tiempo.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2022 ⏰

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Stop the time - Freddy CarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora