Capítulo II: En el que Alex hace algo al respecto

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   La luz filtrándose a través de las cortinas, los pájaros cantando con el sol elevándose en el horizonte. Casi parece la escena de un cuento de hadas ¿no? De no ser porque esto no lo es. Además del canto de los pájaros, los ronquidos de Alex también se escuchaban a la distancia. Su cabello era un desastre a pesar de estar atado en un rodete, y su almohada tenía baba.

   Lanzó un manotazo hacia su derecha, donde sonaba la voz de Taylor al ritmo de "Don't blame me" en su alarma. Logró apagarla y, de paso, mandó su celular a volar. El ruido de este estrellándose contra el piso fue lo que realmente la despertó.

– Carajo, por favor, no estés roto, te lo ruego – pidió, caminando con cansancio hacia su teléfono – Por el amor de Dios, ni que fueras de porcelana, ya resististe demasiadas caídas.

   Lo levantó, topándose de lleno con la pantalla apagada. Levantó la mirada al cielo antes de intentar prenderlo. Apretó el botón por unos segundos y... la pantalla seguía negra. Lo volvió a presionar, pero no tuvo resultados, así que asumió que, efectivamente, estaba roto.

– Mierda, mierda, mierda ¡Mierda! – gritó, tirándolo contra la pared.

   Suspiró varias veces antes de recoger su teléfono y lanzarlo más suavemente a su cama. Pensó en la noche anterior, en la conversación con Taylor y en lo que se había propuesto.

"Que tu teléfono se haya roto no es una excusa para que ignores tu promesa de ayer. Alexandra, no seas floja" – dijo una voz en su cabeza.

– Ush, okay – murmuró.

   Se acercó a su armario, comenzando a buscar entre sus prendas algo que dijera "soy la mujer más segura y confiada en sí misma que han visto y me que quieren contratar", pero que su vestidor estuviera compuesto de vestidos, jeans y buzos largos no ayudaba. Entonces, se le ocurrió una idea. Probablemente, Lucy tendría algún traje por ahí, aquella mujer amaba los trajes. Gritó su nombre para asegurarse que no estaba en casa. No sabía si ella le querría prestar un traje, pero supuso que sí. Al no recibir respuesta, caminó hasta la habitación de su amiga. Por supuesto, era la habitación más desorganizada que había visto en su vida. Sintió la repentina necesidad de acomodar todo, pero se resistió al pensar en el tiempo que tardaría.

   Se acercó al ropero, encontrándose con, como lo había supuesto, una gran cantidad de trajes. Sonrió ampliamente antes de buscar alguno que le quedara bien. Luego de un tiempo, optó por una camisa blanca, una falda de tubo negra y un saco negro. Clásico, pero le gustaba lo clásico. Finalizó poniéndose unos tacones rojos suyos, dándole un toque de color a su vestuario. La siguiente media hora se la pasó lidiando con su cabello y su maquillaje, pero al final consiguió hacer algo bastante aceptable.

   Tomó su bolso, guardando llaves, billetera y demás cosas. Antes de salir, se miró una última vez al espejo, y por un momento, creyó haber visto la misma chispa de la Alex pre-rechazo. Se paró de frente, mirando con atención cada parte de sí. Era exactamente esa imagen la que tenía la Alex adolescente en su cabeza cuando hablaba de su futuro. Esa Alex estaría orgullosa, se dijo, y luego cruzó la puerta.

   Saliendo a la calle, se dio cuenta de que había olvidado un pequeño detalle: ¿Cómo iba a conseguir trabajo sin un currículum que dar? "Hola, me llamo Alexandra Josephine Bardugo y soy una fracasada. Ayer hablé con mi amiga Taylor Swift y me recomendó que dejara de serlo, y por esa razón estoy aquí, buscando trabajo". No, no podía decir eso. Con ese problema en su cabeza, empezó a desesperarse. Ella no tenía idea de cómo hacer un currículum. Recordaba vagamente algunas clases en la universidad acerca del tema, pero nada realmente relevante.

– Si me pagaran por ser imbécil viviría en un yate sacando fotografías a Andrew Garfield – susurró para sí misma.

   Pensó en su madrina, Helena. Ella probablemente sabría hacerlo, así que sin dudarlo le marcó. Después del tercer tono, contestó.

Stop the time - Freddy CarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora