2. Una botella sin abrir

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No había pasado una buena noche.

Estar pensando toda la noche en ese asunto no le había hecho justicia a sus ya marcadas ojeras, pero no tenía tiempo para lamentarse.

Desde el momento que le cruzó el pensamiento por la cabeza, supo a quien tenía que recurrir. No había mucha gente que pudiera darle lo que necesitaba.

Finalmente se puso el uniforme y salió de las barracas como cualquier otro día.

El Snack House Bar probablemente no tenía mucha gente a esa hora del día, como todo buen lugar que se dedica al entretenimiento de hombres adultos sin mucho que hacer y dinero para gastar.

Eso era justo lo que quería en realidad, le daría la facilidad de interrogar a la vieja Otose sin mayor interrupción y hacer todas las preguntas necesarias. Estaba todo bajo control.

Ah... aquí vamos.

Sí, ya lo había pensado. Nunca había hablado demasiado con la mujer dueña del local, así que no tenía certeza de que le confiara cosas sobre su protegido (porque ella quisiera admitirlo o no, Gintoki era su protegido y lo hacía con garras).

Y es que a decir verdad, no tenía que. Otose no le debía nada como para sentirse comprometida de dar información sobre su hijo adoptivo ex-patriota a un oficial de la fuerza anti-terrorista. Por eso tranquilamente pensó en el plan B de ir en uniforme por si se hacía necesario decirle que era una investigación oficial. Todo eso de "sólo responda las preguntas, señora. Esto será rápido" y demás.

Hijikata sacó un cigarrillo de su bolsillo interno y exhaló profundamente.

Le había dado varias vueltas la noche anterior. ¿Por que hacía todo esto? Mejor dicho, ¿por qué hacía otra vez todo esto?

¿Por una niña pequeña al borde del llanto, preocupada por su figura paterna? No, eso no era suficiente.

Esto era personal, esto lo hizo y lo hacía de nuevo por sí mismo.

Se sentía muy estúpido.

Cuando se fue a buscar al Yorozuya aquella vez, ya hacía años, por lo menos se pudo excusar que era por razones de seguridad galáctica y blah, blah, blah. Pero a ese punto poco entendía de todo el asunto de Utsuro (menos que ahora), y aún así la leve sospecha de lo que tramaba Sakata fue suficiente para hacerlo volar en la búsqueda. Hijikata lo sabía, no podía engañarse a sí mismo.

Se había metido a los archivos del Shinsengumi para tratar de dar con un posible paradero antes de los 2 años desaparecido, había usado la información nacional y su posición como vicecomandante sólo para tratar de entender a un imbécil de cabello plateado con otras 100 personas a su alrededor que podían ayudarlo mejor que él.

¿Por qué se había ido a buscarlo?, ¿por qué estaba ahora buscándolo? ¿Por qué estaba tan desesperado por–

La puerta del Snack House Bar pronto quedó frente a su rostro, Hijikata deslizó la desgastada madera para entrar.

—Buenos días, bienvenido al Bar de Oto–la empleada con orejas de gato quedó muda al ver de quien se trataba.—¿Ah?, ¿qué haces aquí? Si vas a arrestar a alguien, que sea después de que gasten todo lo que traen.

—No vengo por eso.–Hijikata se quitó la chaqueta y la dejó en el colgador de la entrada. Seguía con el cigarrillo en la boca.

—¿Entonces a qué vienes, huh? Si no vas a comprar mejo–

—¡CATHERINE!, ¿QUÉ TANTO PARLOTEAS?, ¡PONTE A TRABAJAR!

retrospectiva, (adj);Donde viven las historias. Descúbrelo ahora