4. Tamagoyaki y café negro

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Después de entrar en el pequeño comedor y dejar su kasa junto al de Gintoki, el azabache se sentó en la barra al lado del peliplata. El restaurante estaba prácticamente vacío, con sólo una pareja de ancianos tomando café en una mesa del fondo.

—Tamagoyaki, por favor.–los rizos plateados de Gintoki estaban aplastados después de ir buena parte del camino bajo las cerdas de paja. Él sólo se había sentado ahí mirando a la señora mayor que servía detrás de la plancha, sin hacer mucho más. Se suponía que había entrado ahí para que Gintoki empezara a parlotear, pero casi parecía que lo había olvidado.

—Café negro.–dijo Hijikata a la misma mujer que preparaba el almuerzo de su compañero.

—Que predecible de ti pedir lo único que remplazaría un cigarrillo en la mañana, Oogushi-kun.

—Que predecible que sigues siendo un imbécil.

Oi, no he desayunado, no puedo darte un buen puñetazo en este estado, ¿entiendes?

Hijikata lo ignoró porque a decir verdad, ojalá ese café sí fuera un cigarrillo. Gintoki no tenía porque saber eso.

—¿No piensas hablar, Yorozuya?–preguntó Hijikata. Más que un recordatorio, era una simple pregunta para saber si tendría que recurrir a métodos menos ortodoxos para hacer que el idiota soltara la sopa. Con Gintoki se tenía que estar más o menos mentalizado.

Para su sorpresa, el peliplata sólo rodó los ojos y giró la silla hacia él. Colocó el codo sobre la barra y el mentón entre sus dedos, su postura decía que preferiría no tener que estar ahí sentado dando tantas explicaciones. Pues ese no es mi problema, bastardo.

—Hijikata-kun, ¿te han dicho lo aguafiestas que eres?

Yorozuya...

Estuvo a punto de rodar los ojos exactamente igual.

—Hijikata-kun, tú sabes a qué nos dedicamos, ¿no? Me refiero a la Yorozuya, si es que así me vas a llamar por el resto de tu vida.

—A dar más problemas de los que es humanamente posible, sí.

—Muy gracioso, oficial, permítame quitarle la gracia con mis nudillos, huh.

—Al grano, imbécil.

¿Cuántas veces más iba a tener que dar vueltas sobre el mismo asunto para que Gintoki dejara de jugar al tonto?

—La cosa es, que muy a pesar de lo que podrías pensar, la Yorozuya está hecha para resolver esos problemas de los que nadie se quiere encargar, ¿de acuerdo?

Ajá, ¿y...?

—Déjame terminar, Oogushi, estoy hablando.–dijo Gintoki mientras picaba su nariz.—Muchas veces esos problemas de los que nadie se quiere encargar son sólo eso. Cosas molestas. Pintar la barda del jardín, reparar un techo, buscar una mascota, tú elige una.

Hijikata tenía una leve idea de a donde iba la plática. Esperaba estar equivocado.

—Otras veces, son cosas de las que nadie se quiere encargar. Esas cosas con las que nadie quiere lidiar. ¿Tú por qué crees que sea que absolutamente nadie se quiere encargar de esas cosas, Hijikata-kun?

—Eso lo sé, soy policía. La pregunta correcta es, ¿por qué te encargas de eso? En base a tu respuesta pasará algo o lo otro.

—¡Porque es mi trabajo! Te lo dije, ¿o no? Eso es la Yorozuya.–Gintoki le dedico una sonrisa que se veía hasta un poco cínica viniendo de él. Ni siquiera lo estaba intentando ocultar.

retrospectiva, (adj);Donde viven las historias. Descúbrelo ahora